Instacart
Instacart

Durante años, los clientes de la tienda de Ocean Avenue, en el distrito Ingleside de San Francisco, presenciaron una escena familiar: compradores profesionales de la firma de entrega de alimentos que recorrían los pasillos.

Tras seleccionar los alimentos para clientes online, colocaban los bolsos completos en una espaciosa sala del nivel inferior de la tienda, donde luego se recogían los pedidos para su entrega a domicilio.

Hace dos semanas, un nuevo equipo de compradores profesionales apareció en la tienda. Sin logos ni otro tipo de identificación, usaban una aplicación diferente para tomar los pedidos. Alrededor de una decena de los recién llegados tomó el control de la sala del nivel inferior, registrando pedidos y seleccionando bolsos de productos por medio de flamantes refrigeradores y estantes.

El personal de Instacart se vio reducido a un corredor en una planta alta. Sus integrantes, arrinconados entre una escalera y el café de la tienda, trataban de hacer su trabajo mientras presenciaban una nueva realidad: menos de un año después de por US$ 13,700 millones, había empezado a marginar a su empleador.

“Instacart está ahora en un rincón escaleras arriba”, dice Jennell Lévêque, que ha seleccionado y empacado alimentos como contratista de la startup casi desde su creación hace cinco años y ha trabajado en la tienda de Ocean Avenue. “Yo me sentiría pisoteada”.

En el 2014, se convirtió en el primer socio nacional de Instacart. Los clientes usaban la aplicación de Instacart para seleccionar los productos de Whole Foods que se les entregaría a domicilio. En el marco de la sociedad, Instacart obtuvo sus propios cajeros y zonas de almacenamiento en las tiendas de la firma de alimentos.

En el 2016 la relación se profundizó cuando Whole Foods compró una participación en Instacart y firmó un contrato de cinco años por el cual la startup se convertía en proveedora de entregas exclusiva de la mayor parte de sus productos.

Cuando el año pasado, se asumió que la gigante de comercio electrónico empezaría a entregar los productos de la tienda por sí misma. El mes pasado Amazon anunció que comenzará a ofrecer entregas gratuitas en un plazo de dos horas de las tiendas Whole Foods en Dallas y Austin, Texas; Virginia Beach, Virginia, y Cincinnati. Amazon dijo el martes que el servicio se extenderá a San Francisco y Atlanta.

Todo eso pone a Instacart en un lugar difícil. La compañía con sede en San Francisco se presenta como una alternativa para las firmas minoristas físicas ante la amenaza de Amazon, pero ahora Whole Foods, socia e inversora de Instacart, es una subsidiaria de su mayor rival. Los compradores de Instacart trabajan junto a sus posibles reemplazantes.

En otra tienda Whole Foods en San Francisco, ubicada en Market Street, los empleados de Amazon instalaron cuatro puntos de pago y varios refrigeradores industriales en un área cercana a la entrada donde antes había flores y fruta fresca, mientras que los empleados de Instacart empacaban bolsos en el subsuelo.

“Ya no hay lugar para en Whole Foods”, dice Guru Hariharan, un ex ejecutivo de Amazon y máximo responsable de Boomerang Commerce, que ayuda a firmas manufactureras a venderle a Amazon. “Sólo es cuestión de tiempo que Instacart quede por completo excluida”.

Amazon se aproxima