Eduardo Carriquiry llegó a Corporación Rico hace poco más de un año para asumir como gerente general en una industria “similar pero también diferente de todo lo que había hecho”.
Tenía 20 años de experiencia en consumo masivo y marketing, otros seis en retail y similar tiempo en metalúrgica. Explica que el mundo avícola le sorprende con la crianza, una nueva práctica que le permite hacer lo que más le gusta: aprender.
Antes ha dicho que es como Madonna, por su capacidad de reinventarse. ¿Mantendría la frase?
La dije porque creo en la evolución, en cambiar y aprender todo el tiempo para mantener la mente joven. Cuando te das cuenta de que conoces tu trabajo y puedes dominar un poco la industria se produce una sensación reconfortante.
¿Su capacidad para moverse es como la de un millennial?
No es lo mismo. Veo que los millennials saltan muy rápido de una posición a otra, pero necesitas dos o tres años al menos, idealmente cinco, para aprender a manejar las palancas que mueven el negocio.
¿Alguna vez tuvo ganas de renunciar a algún puesto?
Los fracasos me han hecho sentir que puedo tirar la toalla, pero nunca he renunciado.
¿Recuerda un fracaso importante?
Fui muy joven gerente de marcas de una multinacional. Recibí el encargo de lanzar un producto que sabía que iba a fracasar, pero la orden venía de arriba. Se puso mucho dinero y esfuerzo, pero el producto no levantó. Me frustró tener que hacer algo en lo que no creía y me marcó porque pensé que debía haber peleado un poco más y no aceptarlo solo porque venía de altos mandos.
¿Qué haría en una situación similar ahora?
Hoy trabajo en una empresa familiar, lo cual es mucho más complicado. Se debe tener mucha sensibilidad con los miembros de la familia, escucharlos y entenderlos, pero a la vez decirles las cosas claras. Si bien ellos conocen el negocio como nadie, no necesariamente han estado expuestos a algunas experiencias. En algunos momentos tienes que rociarte con gasolina y prender fuego para que te escuchen.
¿Qué debilidad ha tenido como líder?
Antes me sentía autosuficiente y trabajaba solo. Recibía input de los demás pero sin realmente involucrarlos. Luego me di cuenta de que el director de orquesta no tiene que ser el mejor violinista sino el mejor guiando. Ahora trato de hacer que mi gente brille.
¿Cuándo se dio cuenta de eso?
Tomas nuevas posiciones y la gente que te reporta, madura contigo. Así que no solo lo aprendí de jefes, sino de personas que estaban abajo y que me lo reclamaron.
¿Son los empresarios los malos de la película?
Si hablamos en términos de imagen, probablemente sí. Pero conozco muchos empresarios que tienen mucha conciencia social. No obstante, una manzana podrida puede dar la impresión de que toda la canasta está podrida.
Cuenta que antes no era bueno hablando con los clientes. ¿A qué se refiere?
Me gustaba hablar con los consumidores. Ir directamente al mercado y no hablar con los vendedores, sino con el ama de casa, por ejemplo, porque es ella quien nos paga el sueldo. Pero en el camino aprendí que si bien yo hablo con el consumidor una o dos veces al mes, el vendedor está todos los días con este y tiene una visión más completa.
¿Cuáles son sus hobbies?
Empecé a correr cuando tenía 18 años. Me convertí en un maratonista y soy fundador de Perú Runners. Espero por lo menos correr una maratón más en el futuro. Londres es la única de las más importantes del mundo que me falta. También me gusta hacer trekking. Ahora estoy empeñado en subir al Misti.
¿Cómo empezó a correr?
Andaba con un poco de sobrepeso y quise hacer un cambio de vida. Un día, dando una vuelta a El Golf, me crucé con Gonzalo Rodríguez Larraín, el presidente de Perú Runners. Me invitó a correr con el grupo de amigos en ese momento. No éramos más de 15, ahora somos cientos.