Figura emblemática del mundo del automóvil y patriarca autocrático orgulloso de serlo, el antiguo jefe deFerdinand Piëch, recién fallecido, convirtió una empresa en agonía en un imperio mundial, antes de caer en desgracia.

El austriaco, presidente del grupo entre 1993 y el 2002, antes de ponerse al frente del Consejo supervisor del fabricante hasta el 2015, fusionó las marcas VW, Audi, Seat, Bugatti, Lamborghini y Porsche en el mastodonte Volkswagen para crear un grupo de envergadura internacional.

Pero este padre de 13 hijos también dejó tras de sí una empresa debilitada por un gigantesco escándalo de motores diésel trucados. Aunque nunca fue cuestionado personalmente, su estilo de dirección -puño de hierro y obsesión por la conquista del mercado estadounidense- prepararon el terreno para el caso.

Apodado en ocasiones “el emperador”, llamó a librar “una guerra del auto”, con el japonés en su punto de mira.

Esta "leyenda del automóvil" según lo denominó el diario Bild, fue una de las figuras más importantes de la industria alemana.

‘Ingeniero del poder’

Nacido el 17 de abril de 1937 en Viena, Piëch creció inmerso en el mundo del automóvil antes de empezar su carrera profesional en en los años 70.

No en vano, era nieto de Ferdinand Porsche, fundador de la marca de bólidos de lujo que además creó, a demanda del régimen nazi, el célebre Escarabajo.

Tras Porsche, Piëch empezó a dirigir en 1988 y allí dio un volantín al rumbo de la marca, usando las innovaciones tecnológicas para convertirla en rival digna de BMW y Daimler, fabricante de Mercedes.

Coronado por ese éxito, fue llamado a los comandos de Volkswagen, fuertemente endeudada y deficitaria en aquel entonces. Allí impuso una cura de austeridad con medidas como la semana de cuatro días en las fábricas, y reemplazó a casi la totalidad de su directorio.

Unas pocas palabras de millonario de incisiva mirada azul eran suficientes para decidir la suerte de los más altos responsables, como Bernd Pischetsrieder en VW, reemplazado en el 2006 por Martin Winterkorn, que dimitió a su vez tras el "dieselgate" y hoy está amenazado por los tribunales.

Calificado por la revista Der Spiegel como "ingeniero del poder", Ferdinand Piëch logró en 2009 su mayor éxito al impedir que Porsche comprara Volkswagen: al cabo de varias semanas de batalla feroz entre las familias, fue finalmente Volkswagen la que se comió a Porsche, poniendo a "Don Volkswagen" al frente de la familia Porsche-Piëch, que sigue controlando el grupo en la actualidad.

Escándalos

Pero la era de Ferdinand Piëch en tampoco estuvo exenta de escándalos: en 1993, un antiguo y célebre dirigente de General Motors, José Ignacio López de Arriortúa, era acusado de robo de documentos confidenciales, fraude y espionaje industrial.

Y Peter Hartz, director de personal contratado por Piëch en 1993, cayó por un escándalo de corrupción, tras reconocer que había pagado 2.6 millones de euros en sobornos al presidente del comité de empresa para pagar prostitutas o viajes exóticos para comprar la paz social dentro de la empresa.

Piëch también puso en marcha una cultura empresarial "que permitió uno de los mayores escándalos industriales de la posguerra", el "dieselgate", consideró el diario Die Welt.

Tras la gloria llegó la caída. En el 2015 perdió un pulso crucial con su antiguo protegido, Martin Winterkorn, al que deseaba apartar de su puesto, y acaba dimitiendo del consejo supervisor solo algunos meses antes de que estallara el escándalo de los motores trucados para mostrar menores niveles de emisiones contaminantes que los reales.

Hasta ahora, el caso le ha costado al grupo más de 30,000 millones de euros y deteriorado fuertemente la imagen del sector automovilístico alemán, precipitando la caída del diésel.

Desde entonces, Ferdinand Piëch fue retirándose progresivamente hasta vender en el 2017 la mayoría de sus participaciones en Porsche SE, el accionario principal que controla el grupo Volkswagen.