Redacción Gestión

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(Bloomberg View).- El comunicado emitido por los ministros de economía y los presidentes de los bancos centrales del Grupo de los 20 al cierre de las conversaciones que se desarrollaron en Washington este fin de semana tuvo un tono algo irreal e inquietantemente irónico.

Al destacar que el crecimiento mundial "sigue siendo moderado y desparejo", el G20 advirtió que las grandes economías avanzadas deben evitar su dependencia prolongada y excesiva de políticas monetarias no convencionales para impulsar el crecimiento.

Sin embargo, el comunicado, que se emitió en nombre de los funcionarios especializados más involucrados en perpetuar esta combinación de políticas sumamente desequilibrada, contenía pocas iniciativas de políticas nuevas.

En consecuencia, las perspectivas son que habrá más de lo mismo, lo que significa un crecimiento decepcionante y riesgos financieros que podrían afectar el bienestar de miles de millones de personas en todo el mundo.

La reunión del G20 tuvo lugar mientras el Fondo Monetario Internacional difundía otra nueva revisión a la baja de su perspectiva de crecimiento mundial.

Otro elemento que contribuyó a que la evaluación actualizada fuera aún más aleccionadora fue la advertencia de la institución respecto del conjunto poco habitual de riesgos, entre ellos, la posible salida desordenada del Reino Unido de la Unión Europea, junto con otros riesgos políticos para la volatilidad financiera así como los particulares desafíos que enfrentan los exportadores de materias primas que experimentan enormes caídas de sus ingresos.

La acertada valoración del FMI estuvo acompañada por la reiteración tanto de las medidas que, según afirma, son necesarias (un enfoque de política más amplio) como de aquellas que deben evitarse (en particular, la devaluación de las monedas con fines proteccionistas).

También hubo más conciencia de que cuanto más se mantenga la configuración actual más se debilitará el potencial de crecimiento y prosperidad futuros. El momento elegido es importante: el prolongado exceso de dependencia de la política monetaria proporciona menos beneficios mientras que sus consecuencias no buscadas se tornan más pronunciadas y la amenaza de daños colaterales aumenta.

La triste ironía es que, pese a un grado inusualmente alto de consenso sobre las perspectivas de la economía mundial y las implicancias políticas, el G20 nuevamente no llegó a comprometerse con un conjunto de acciones colectivas y verificables que podrían fomentar iniciativas en el nivel nacional.

Los funcionarios económicos de todo el mundo que asistieron a las reuniones pueden consolarse con un mejor conocimiento colectivo tanto de los riesgos que enfrenta la economía mundial como del mejor conjunto de políticas que se necesitan para hacer frente a esos desafíos. Pero lo que no tienen es un plan de acción durable con el que todos ganen y que sirva de catalizador para los políticos renuentes de cada país.

Lamentablemente, la respuesta necesaria en materia de políticas sólo puede llegar con un mayor empeoramiento de una previsión de crecimiento ya mediocre y el deterioro de las perspectivas de auténtica estabilidad financiera. Entretanto, tanto la excesiva disfunción política como los niveles alarmantes de desigualdad seguirán siendo altos en tanto la economía mundial languidece en un frustrante estado de bajo crecimiento, acompañado de un riesgo cada vez más alto de nuevas caídas del potencial económico.

Por Mohamed A. El-Erian.

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