(Foto: Reuters)
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Al mundo no le gusta que sus bienes básicos esenciales sean controlados por un pequeño grupo de productores.

Cuando los miembros árabes de la decidieron recortar sus exportaciones de petróleo en respuesta a la participación de Estados Unidos en la guerra árabe-israelí en 1973, la situación fue, con razón, considerada una crisis global.

Menos de un año después de que anunció planes para fusionar sus operaciones de mineral de hierro con las del Rio Tinto Group en 2009, la propuesta fue cancelada en medio de expectativas de que los reguladores de Europa y Asia se opondrían al acuerdo por razones antimonopolio.

Entonces, ¿por qué hay tan poco ruido sobre el naciente oligopolio en uno de los elementos más candentes de la tabla periódica: ?

Tianqi Lithium Corp. pagará US$ 4,100 millones por la participación del 24% de Nutrien Ltd. en Soc. Química y Minera de Chile SA, o SQM, en un acuerdo que unirá al mayor productor y el cuarto mayor productor del metal para baterías. La transacción teóricamente podría darle a Tianqi la mitad de los asientos en la junta, aunque otros accionistas importantes que históricamente han resguardado sus intereses se han opuesto a esa vía.

Así es como el mercado del carbonato de litio está estructurado en la actualidad: Albemarle Corp., con sede en Carolina del Norte, es el líder del mercado, con una participación del 18%, seguido de Jiangxi Ganfeng Lithium Co. con un 17%, SQM con el 14% y Tianqi con el 12%. Otros actores tienen el 39% restante. Entre ellos, el más grande es FMC Corp., que pronto ofrecerá sus acciones a quien las quiera comprar en una planificada oferta pública inicial.

Eso de alguna manera subestima cuán conectados están estos actores. El yacimiento más grande es una empresa conjunta entre Albemarle y Tianqi, la mina Greenbushes en Australia, que el año pasado solo representó alrededor del 35% del suministro mundial de carbonato de litio equivalente. Otro importante depósito de Albemarle es el Salar de Atacama, adyacente a los yacimientos de SQM en Chile.

Además de eso, Ganfeng y Tianqi, aunque ambas técnicamente son compañías privadas independientes, son empresas de importancia estratégica que operan en la China de 2018. El presidente de Tianqi, Jiang Weiping, es delegado del Congreso Nacional del Pueblo de China, de acuerdo con el último informe anual de la compañía. El presidente de Ganfeng, Li Liangbin, ha sido miembro del comité permanente del Congreso en la ciudad de Xinyu, donde tiene su sede la compañía, de acuerdo con su prospecto de la OPI.

Es difícil imaginar que estas empresas puedan permanecer totalmente inmunes a la influencia de Pekín, en un momento en que China trata de convertirse en el centro de la industria mundial de los vehículos eléctricos en medio de las tensiones del comercio internacional.

Sin duda, la forma del mercado cambiará drásticamente, y la producción de carbonato de litio aumentará de 228,000 toneladas métricas en 2017 a 574,000 toneladas en 2022. Pero debido a los altos márgenes que disfrutan los operadores establecidos a los precios actuales y sus ambiciosos programas de expansión de capacidad, es probable que los mayores productores capturen la mayor parte del crecimiento de la oferta en los próximos años, de acuerdo con el analista Christopher Perella de Bloomberg Intelligence.

Los contornos del oligopolio también son difusos. Tianqi es solo un accionista minoritario en SQM; solo está conectado a Albemarle a través de una empresa conjunta que representa un poco menos de la mitad de la producción de Albemarle; y Pekín no tiene control formal sobre compañías chinas privadas, ya sean Tianqi o Ganfeng.

Aun así, los reguladores del mundo deberían sentarse y tomar nota de lo que está pasando. Quienes se han preocupado en los últimos años por el dominio de Pekín de las tierras raras y el tungsteno, sin mencionar los aranceles actuales sobre el acero y el aluminio justificados por motivos de defensa nacional, parecen no estar prestando atención.

Si sus esperanzas de un libre mercado de litio dependen del resultado de las peleas de la junta en Santiago, las decisiones de empresas conjuntas en Carolina del Norte y la voluntad de los ejecutivos chinos de vencer la presión de Pekín, ciertamente son escasas.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

Nota original: It’s Time to Regulate the Lithium Cartel: David Fickling

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