El petróleo está de regreso, al menos en números. El 8 de febrero, el precio Brent subió por encima de US$ 60 el barril por primera vez en más de un año. Los metales para fabricación de baterías eléctricas también están en alza. Los precios del cobalto, litio y algunas tierras raras se han disparado desde fines del 2020, mientras que cobre y níquel llevan más tiempo subiendo.
Es tentador asumir que esto es evidencia de apuestas por el futuro de los combustibles, pero para petróleo y metales para baterías, la realidad es más compleja. Algo de la subida del petróleo está vinculado a expectativas sobre la demanda en China, India y Estados Unidos, en este último país debido al estímulo por US$ 1.9 millones de millones, que impulsaría la actividad económica. Sin embargo, se desconoce el ritmo que tendrá la recuperación.
El titubeante proceso de vacunación y las nuevas y más contagiosas variantes del virus continúan pesando en los mercados petroleros. De hecho, el encarecimiento del crudo tiene mucho más que ver con restricciones de oferta que con confianza en la demanda. Además, Arabia Saudita, líder de facto de la OPEP, parece determinada a respaldar los precios. En enero, dijo que recortará la producción en 1 millón de barriles diarios adicionales en febrero y marzo.
En otros países, la producción sigue restringida. En algunos productores africanos, la oferta está comenzando a sufrir por el diferimiento de inversiones en nuevos proyectos y la declinante extracción en los existentes. En Estados Unidos, la producción cayó 13% en enero, respecto del mismo mes del 2020. Parece poco probable que las exportaciones de Irán aumenten pronto. En entrevista con CBS News el 7 de febrero, el presidente Joe Biden dijo que no tiene planes inmediatos para levantar las sanciones contra dicho país.
En el caso de los metales para baterías, la demanda ha ayudado a empujar los precios. Buena parte de ese interés viene de China: en diciembre, las ventas de vehículos eléctricos sobrepasaron las 224,000 unidades, 9.4% de las ventas totales de vehículos. Eso ha apuntalado la demanda por cobalto, litio y tierras raras como neodimio y praseodimio, aunque también han jugado un rol importante las limitaciones de oferta.
El covid-19 afectó la actividad portuaria en Sudáfrica, desde donde gran parte del cobalto mundial es embarcada, y en China, el mayor extractor y exportador global de tierras raras. Las minas de níquel en Indonesia también fueron golpeadas por la pandemia. En Nueva Caledonia, archipiélago en el Pacífico que es el cuarto productor mundial de níquel, protestas en diciembre exigiendo el control público de recursos nacionales bloquearon varias minas que pertenecen parcialmente a empresas extranjeras. A medida que transcurra esta década, se podría esperar que los precios del petróleo y metales para batería diverjan, pues la demanda por crudo menguará y la de autos eléctricos y otras tecnologías verdes subirá. Pero podría haber un periodo en que las restricciones de oferta provoquen que los valores del petróleo y los metales para baterías aumenten juntos.
Empecemos por el petróleo. En el pasado, los precios altos generaron más gasto en proyectos petrolíferos, lo que incrementó la producción y redujo los precios. Hay señales de que este mecanismo se está desmoronando. El desdén de los inversionistas se ha intensificado debido a la depresión de la demanda a causa del covid-19 y la elección de Biden, quien ha anunciado una moratoria temporal de nuevas perforaciones en tierras federales, así como planes de una regulación más estricta sobre las emisiones de metano y mayor control en oleoductos.
Nada de esto tiene un efecto enorme e inmediato sobre la oferta de petróleo, pero sirve para volver más escépticos a los inversionistas respecto de cualquier aumento de capital en las petroleras. En enero, BlackRock, la mayor administradora de fondos del mundo, instó a las empresas a divulgar cómo alinean sus estrategias con una economía neutra en carbono para el 2050. Sorprende poco que hace unas semanas, ExxonMobil y otras grandes petroleras, sacudidas por grandes pérdidas anuales, hayan reiterado sus compromisos de disciplina de capital.
Entretanto, una ola de entusiasmo verde arrasa los mercados. Tesla, fabricante de vehículos eléctricos tiene mayor valorización que las siguientes ocho automotrices juntas. JPMorgan Chase estima que la participación de autos eléctricos (excluyendo híbridos) en las ventas globales de autos nuevos pasará de 3% el 2020 a 15% el 2030. Los autos eléctricos representan alrededor del 25% de la demanda por cobalto, neodimio y praseodimio, y cerca de la mitad de la demanda por litio, según la consultora CRU Group.
Otras tecnologías verdes también están apuntalando los precios. El cobre es esencial para autos eléctricos y también para paneles solares, turbinas eólicas e infraestructura 5G. El reciente rally podría ser señal de una extraña tendencia: precios altos para el petróleo y los metales que podrían ayudar a reemplazarlo.
Traducido para Gestión por Antonio Yonz Martínez
© The Economist Newspaper Ltd, London, 2021