FOTO 3 |  Las carencias defensivas provocaron la derrota inicial contra México. Cuando Alemania dominó quedó expuesta a los contragolpes del rival. Los amistosos de preparación ya habían mostrado ese problema, con los defensas centrales teniendo que enfrentarse a menudo a atacantes en uno contra uno. (Foto: AFP)
FOTO 3 | Las carencias defensivas provocaron la derrota inicial contra México. Cuando Alemania dominó quedó expuesta a los contragolpes del rival. Los amistosos de preparación ya habían mostrado ese problema, con los defensas centrales teniendo que enfrentarse a menudo a atacantes en uno contra uno. (Foto: AFP)

La vergonzosa salida el miércoles de la selección nacional alemana del  puede ser solo una derrota futbolística, pero se siente como algo más que eso: la expresión de un momento ansioso y desafortunado de vacilación e incertidumbre para .

Me mudé a Berlín en el 2014, durante la Copa del Mundo anterior, en la que una selección alemana alegremente confiada no solo aplastó a sus oponentes como una máquina despiadada, al estilo de sus predecesores, sino que se destacaba por sus pases inteligentes y una velocidad sorprendente.

La victoria 7-1 sobre Brasil tuvo una sensación de ensueño, pero de alguna manera se esperaba de un equipo que combinaba la astucia y la imaginación de los jugadores de origen de Medio Oriente, Mesut Oezil y Sami Khedira; el atletismo fácil y genial de Jerome Boateng, hijo de padre ghanés; la caballerosidad y la osadía de Miroslav Klose y Lukas Podolski, nacidos en Polonia; con la tenacidad de un bulldog y la precisión de un ingeniero del católico bávaro Bastian Schweinsteiger.

Sé que esto es un montón de clichés de personajes nacionales, pero el fútbol se nutre de ellos. En el mejor de los casos, les recuerda a las naciones sus cualidades y fortalezas.

La Alemania moderna, que la revista Monocle había clasificado como la número uno en el mundo en poder blando en el 2013, era fácil de entender y gustar a través de los variados antecedentes de esos jugadores y la manera mágica en que sus habilidades y personajes se fusionaron en un todo coherente, un Mannschaft.

Ese equipo prometió la visión de un país recreado, realzado por la creatividad de los recién llegados, curado de un horrible pasado con sus odios y divisiones.

La política alemana también parecía esperanzada en ese entonces. Dos partidos políticos que ganaron un 67.5% de los votos combinados a fines de setiembre del 2013, los Demócratas Cristianos (CDU/CSU) de Angela Merkel y los Social Demócratas (SPD), lograron formar una coalición a fines de noviembre. Su programa combinaba el conservadurismo fiscal de la centroderecha con sensibilidades de centroizquierda.

era una de las líderes más experimentadas de Europa, una astuta negociadora que se volvía indispensable en todas las crisis y que era capaz de defender los valores europeos, entre otras cosas haciendo frente al presidente ruso, , cuya anexión de Crimea fue la razón por la que dejé mi Rusia natal. Pude identificarme con el estilo y la esencia de la gobernanza de Merkel así como pude identificarme con la selección nacional del 2014.

Es más difícil cuatro años después, con otros clichés alemanes adquiriendo mayor relevancia. La palabra alemana "angst", que significa angustia, ahora existe también en inglés porque quiere decir algo más que solo miedo. Los hermanos Grimm lo definieron en su diccionario alemán como "no solo una falta de coraje sino una preocupación tortuosa, una condición general de duda y sentirse ahogado".

La palabra "angst" proviene de la raíz "eng", que significa estrecho, angosto. Luther lo describió como el sentimiento de infelicidad que funciona "como si el mundo fuera demasiado estrecho para mí".

Parecía encajar perfectamente en el equipo de Alemania 2018: Oezil parecía sin objetivo y petulante cuando estaba en el campo; Boateng fue expulsado; Khedira era una sombra de lo que fue; Podolski y Klose se habían retirado.

Una ansiedad espástica se manifestó en los pases imprecisos, el juego defensivo incierto, la desesperación temblorosa de los intentos de último minuto por replicar la calidad de máquina de los equipos anteriores, o por lo menos la inspiración del equipo del 2014.

Una angustia torpe similar se impregna hacia la política y el gobierno. La actual coalición gobernante se demoró desde setiembre hasta mediados de marzo para formarse, casi seis meses de inquietudes, recriminaciones y dudas, y solo representó el 53.4 de los votos; apenas recibe el 50% de apoyo en las encuestas actuales.

La magia de negociación de Merkel se ha desvanecido, aunque la destreza todavía está allí. Otros líderes europeos perciben su debilidad y no están dispuestos a ayudar. El futuro de su gobierno se ve amenazado por una disputa innecesaria con sus aliados bávaros de la CSU, que insisten en reintroducir controles fronterizos para rechazar a los solicitantes de asilo que se registran en otros países de la UE pero viajan a la Alemania más adinerada en busca de los beneficios.

No hay evidencia de que ese "turismo de asilo" sea generalizado, la inmigración se ha desacelerado considerablemente desde el 2015 y 2016, el crimen de los inmigrantes ha disminuido.

La CSU, encabezada por el ministro del Interior, Horst Seehofer, mantiene firme su posición para obtener mejores resultados en las elecciones estatales de octubre en Baviera, pero las encuestas allí no muestran ningún beneficio para el partido a partir de esta batalla. Sin embargo, la angustia no es racional: es el adversario perfecto para el pragmatismo alemán.

La angustia de Seehofer lo pone tan nervioso como el jugador alemán promedio en los últimos 10 minutos del desastroso juego contra Corea del Sur, y está haciendo que la posición de Merkel sea tan incierta como la del director técnico de la selección nacional, Joachim Loew.

La posibilidad de una desaceleración económica inexplicable (en el 2014, la economía alemana creció 1.9% después de dos años de 0.5% de crecimiento) y la inestabilidad política no son un contexto adecuado para las victorias en el fútbol, que es un barómetro sensible del espíritu de una nación. El espíritu de Alemania está decaído.

Lo que he aprendido en estos cuatro años, sin embargo, es que los alemanes son únicos en su capacidad de sacarse a sí mismos de cualquier desastre creado por ellos mismos. La angustia es solo temporal. Este es solo un momento de vacilación que viene antes de reagruparse y reconstruirse, dentro y fuera del terreno de juego