El cambio, impulsado por una coalición de ONG y empresas, ha sorprendido a la propia comunidad, de unas 190 familias, en su mayoría negras. (Foto: husmeandoporlared.com)
El cambio, impulsado por una coalición de ONG y empresas, ha sorprendido a la propia comunidad, de unas 190 familias, en su mayoría negras. (Foto: husmeandoporlared.com)

La “Boca del Sapo” ahora se llama “”. En apenas año y medio, esta comunidad empobrecida de la región metropolitana de Sao Paulo, en , ha pasado de chapotear en calles de barro sin farola alguna a tener y nuevo nombre.

El cambio, impulsado por una coalición de y empresas, ha sorprendido a la propia comunidad, de unas 190 familias, en su mayoría negras.

“Aquí no me quedo ni un día más”. Fue lo que pensó hace cuatro años Pauliana Leite, cuando emigró desde el estado de Bahía, en el noreste del país, en busca de un futuro mejor y se topó con una favela empapada por la lluvia y a oscuras.

“Ni el uber que nos llevaba quiso acercarse por miedo”, recuerda Leite, de 36 años, sobre aquella noche en que llegó con sus cuatro hijos. “Estaba enfadadísima con mi pareja por habernos traído aquí”, añade.

Al final, Leite no cumplió la amenaza de volverse a Bahía y ha visto cómo la comunidad se transformaba: calles pavimentadas, farolas públicas de energía solar y coloridos murales con mensajes siempre optimistas, como “Nunca desista de sus sueños”.

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La Favela de los Sueños, como ha sido rebautizada por los pobladores, ha sido el foco de un proyecto piloto en el que colaboran varias ONG lideradas por la asociación Gerando Falcoes.

El objetivo era terminar con la en un plazo de 2 años y con 6,5 millones de reales de presupuesto (US$ 1,3 millones o US$ 1,2 millones).

Primero, las ONG se ocuparon de lo más urgente. Hablaron con el Alcaldía y l para llevar los servicios hasta la favela e instalaron microestaciones de tratamiento para las aguas negras que se vertían en el riachuelo marrón que atraviesa la comunidad.

Algunas viviendas de madera fueron reemplazadas por construcciones de material reciclado, hecho a partir de cientos de tubos de pasta de dientes, y a otras se les pavimentó el suelo de barro.

“Cuando llovía y el río crecía, teníamos que subir los niños a la cama porque el suelo quedaba cubierto de lodo”, explica Leite frente a su casa, a la que ahora le quiere añadir un segundo piso.

Foto: Agencia EFE
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El desafío del empleo

Para facilitar el acceso al mercado de trabajo, Gerando Falcoes ha dado cursos de emprendimiento a los habitantes y se ha reunido con empresas de la zona para convencerlas de que contraten a personas de la favela, sobre las que pesan innumerables prejuicios.

La ONG asegura que 125 personas han conseguido y que otras 80 han encontrado maneras de generar renta por otros medios.

Pamela Costa, por ejemplo, se dedica a recoger material desechado y a venderlo a una de reciclaje asociada al proyecto.

Pero lo que más le maravilla son los enchufes de su nueva casa. “Míralos”, dice contenta esta joven de 31 años. “Antes no teníamos ni luz o había que apañarse con un ‘gato’ (conexiones irregulares a la red principal)”.

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Costa dispone, además, de una dirección postal digital creada a partir de coordenadas de que le permite, entre otras cosas, recibir la bombona de gas en la puerta de su casa en vez de tener que caminar hasta la otra punta del barrio.

Gerando Falcoes quiere llevar a otros lugares el método “multidimensional” seguido en esta comunidad, aunque el desafío es inmenso: hay 11,403 con una población total de 16 millones de personas, un 40% más que hace 12 años, según datos oficiales.

Concluido el proyecto en la Favela de los Sueños, la ONG ahora se prepara para pasar el relevo a los habitantes y a las autoridades responsables de servicios básicos como la red de alcantarillado, de la que la comunidad sigue desconectada.

“Hay una necesidad también de que el Estado haga su parte; nosotros no queremos sustituir al poder público”, señala Nina Rentel, una de las responsables de Gerando Falcoes.

Pese a las dudas en torno al futuro de la comunidad, Pauliana Leite se muestra confiada y tiene planes para abrir una mercería en la favela que se llamará “Familia L”.

“Va a ser un desafío, pero nadie quiere volver a la situación de antes”, afirma.

Fuente: EFE

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