(Foto: Reuters)
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Por Ferdinando Giugliano

Viene un extraño sonido de alivio del El FMI ha recortado sus predicciones de crecimiento global a su nivel más bajo desde la crisis financiera, pero también cree que los formuladores de políticas pueden haber intervenido a tiempo para evitar un resultado peor.

Los banqueros centrales merecen crédito por hacer una pausa en su largo camino hacia una política monetaria más normal. Esto ha ayudado a atraer algo de calma a los mercados financieros y puede ayudar a elevar el crecimiento durante la segunda mitad de este año.

Sin embargo, es ilusorio pensar que las autoridades monetarias pueden salvar la economía global como lo hicieron a principios de la Gran Recesión. De a , si los políticos deciden desordenar todo, no hay mucho que se pueda hacer para detenerlos.

El FMI recortó sus estimaciones de crecimiento global para el 2019 a 3.3%, en comparación con 3.5% en enero, el nivel más bajo desde el 2009. El informe semestral Perspectivas de la economía mundial señala una rápida desaceleración a finales de este año, pero proyecta una recuperación en la segunda mitad de 2019.

Se espera que la producción mundial se expanda 3.6% en el 2020, en línea con las expectativas de hace tres meses.

El FMI asegura que el regreso de la flexibilidad de los bancos centrales ha ayudado a suavizar las condiciones financieras. La de Estados Unidos detuvo los aumentos a las tasas de interés en diciembre, y no hay señales de aumento de la inflación a pesar de un mercado laboral sólido.

En marzo, el Banco Central Europeo retrasó su primera alza a las tasas de interés hasta por lo menos el próximo año, mientras lanzaba un nuevo programa de créditos baratos para los bancos.

Estas decisiones, más allá de su prudencia, reflejan los riesgos reales a los que se enfrenta la economía mundial. Lejos quedaron los días en que los banqueros centrales eran los amos del universo, con poder para elevar la perspectiva global simplemente implementando el instrumento adecuado. La elección de administraciones populistas, de Estados Unidos a Italia, ha vuelto a poner a los políticos en el centro del escenario económico e, infortunadamente, no por buenas razones.

El FMI identifica tres áreas principales en las que los políticos pueden perjudicar la economía global. La primera es el comercio global: el presidente ya ha provocado caos en los mercados financieros con su confrontación con . Ahora amenaza con hacer lo mismo con la UE.

Las guerras comerciales no solo frenan el crecimiento de las exportaciones, debido al colapso de la demanda extranjera. También minan la confianza en general, lo que genera una menor inversión en los negocios. Aunque los bancos centrales pueden suavizar la política monetaria para motivar a las compañías a tomar préstamos, esto no es suficiente mientras persista la incertidumbre.

A medida que la economía se desacelera, el mercado laboral también se enfría, lo que frena aún más la demanda interna.

El segundo riesgo está relacionado con un posible sin acuerdo, el cual, según cálculos del FMI, podría sumergir al en una recesión.

En este caso, la culpa solo es parcialmente de los políticos: después de todo, los británicos decidieron abandonar la en un referéndum. No obstante, la clase política del país ha pasado el periodo desde la votación vacilando y posponiendo decisiones cruciales, lo cual ha empujado a Gran Bretaña más allá de su fecha de salida original sin un plan claro para el futuro.

Mientras no se llegue a un acuerdo final, un Brexit "sin acuerdo" sigue siendo posible. Esto tiene el potencial de causar un daño severo a la economía británica. Por ejemplo, un incremento pronunciado en las barreras para el comercio con la Unión Europea sería devastador, y el Banco de Inglaterra no tendría poder para detenerlo.

Finalmente, está Italia. El FMI cree que su perspectiva fiscal incierta y el "vacío de perdición" entre los bancos y la deuda soberana aún tienen el potencial para causar caos en los mercados financieros. El otoño pasado, el gobierno italiano evitó una confrontación total con la Comisión Europea, lo cual ayudó a reducir los rendimientos de sus bonos.

Sin embargo, los políticos italianos, particularmente Matteo Salvini y Luigi di Maio, han vuelto a discutir sus planes para obsequios fiscales. Esto incluye recortes en los impuestos de renta, a los que les gusta referirse como un "impuesto plano".

El gobierno necesita idear un plan para mantener el déficit de presupuesto y la deuda pública bajo control. Por ahora, sigue dependiendo de una pila de incrementos al IVA para los próximos años, pero los funcionarios juran que esto no ocurrirá. Si no logran controlar sus instintos de gasto, los mercados financieros podrían reaccionar, puesto que dudan de la sostenibilidad de la deuda pública italiana por 2.4 billones de euros (US$ 2.7 billones).

El Banco Central Europeo tiene límites estrictos para la asistencia que puede proveer, y solo podría ofrecer apoyo si los políticos se apegaran a un programa de restricción y reformas fiscales. Nuevamente, los banqueros centrales podrían hacer poco si los políticos no siguen el juego.

El FMI hace bien en aplaudir la manera en que las autoridades monetarias han impedido que una desaceleración se convierta en algo más. Pero están hablando con las personas equivocadas. Ahora, el futuro de la economía global depende de una nueva ola de políticos antiestablecimiento. Dado su historial reciente, no es una perspectiva alentadora.