El Pentágono señala que su solicitud de presupuesto de US$715,000 millones fue diseñada teniendo en mente a China, “el mayor desafío a largo plazo para Estados Unidos”. Mientras la Cámara y el Senado elaboran un proyecto de ley de financiamiento final, deben recordar que el desafío a corto plazo también es importante.
Durante las últimas dos décadas, las capacidades militares chinas se han vuelto mucho más sofisticadas. Por ejemplo, ya no es evidente que EE.UU. pueda evitar una toma de posesión de Taiwán por parte de China continental. Si se produjeran hostilidades, precisos y poderosos misiles chinos caerían sobre las grandes bases estadounidenses en la región. Armas chinas antisatelitales y cibernéticas impedirían que comandantes estadounidenses se comunicaran con sus fuerzas. Defensas aéreas avanzadas dispararían a los aviones estadounidenses. Misiles de largo alcance hundirían cualquier portaaviones en las inmediaciones.
Se necesitarán nuevas tecnologías, incluida la hipersónica, la inteligencia artificial, la computación cuántica y otras herramientas cibernéticas, para contrarrestar las ventajas de China. Lo mismo ocurrirá con barcos y aviones que a los servicios les encanta comprar y a los legisladores les encanta financiar debido a los empleos que crean. Estas inversiones son necesariamente proyectos a largo plazo.
Sin embargo, con demasiada frecuencia se pasan por alto rutinarias capacidades conjuntas y habilitadoras que permitirían a las fuerzas estadounidenses en el Indo-Pacífico sobrevivir a ataques chinos iniciales, extenderse y contraatacar con precisión y velocidad. Sin esas capacidades básicas, EE.UU. no puede presentar un elemento de disuasión a corto plazo creíble.
El año pasado, el Congreso creó la Iniciativa de Disuasión del Pacífico para llenar este vacío. Inspirada en un programa europeo establecido en 2014 para reforzar las defensas contra Rusia, la Iniciativa apuntaba a financiar capacidades clave en el Indo-Pacífico: fortalecer defensas de misiles; reforzar aeródromos; posicionar con antelación equipos y municiones en la región; mejorar las redes de comunicaciones; y mejorar la capacidad de EE.UU. y sus aliados para operar juntos sin problemas. Al agrupar estas inversiones, el Congreso esperaba dar prioridad a la región y seguir los esfuerzos del Pentágono a lo largo del tiempo.
El plan presupuestario del Pentágono no se cumplió. La mayor parte de los US$5,100 millones solicitados para la Iniciativa de Disuasión del Pacífico se dedicó a sistemas de armas tradicionales. Un destructor, un buque de aprovisionamiento logístico y tres programas relacionados con los F-35 dieron cuenta de casi las tres cuartas partes del dinero. Las inversiones en bases se apartaron en otra parte del presupuesto. El comandante del Indo-Pacífico, almirante John Aquilino, declaró que no se financiaron en absoluto casi US$1,000 millones en necesidades fundamentales.
Al reajustar el proyecto de ley de gastos, el Comité de Servicios Armados del Senado parece estar corrigiendo esto. Ha agregado US$700 millones al presupuesto de la Iniciativa de Disuasión del Pacífico para abordar las preocupaciones de Aquilino y le ha recordado al Pentágono el propósito urgente de la Iniciativa. Las negociaciones no han terminado, pero hay apoyo bipartidista para una Iniciativa adecuadamente financiada. El Congreso en su conjunto ahora debe embarcarse.
Hay que tener en cuenta que aliados como Japón y Australia se enfrentan a la presión de Washington para aumentar sus gastos en defensa y expandir sus ambiciones en el Indo-Pacífico. Quieren ver que EE.UU. también está dispuesto a invertir para disuadir la agresión china. Si EE.UU. no aclara esto, podría aumentar la probabilidad de conflicto. Los estrategas chinos podrían calcular que los próximos años les brindan una ventana para actuar. El gasto adecuado ahora puede evitar un conflicto mucho más costoso en el futuro.