Lo fácil fue haberse birlado el millardo. El país del cual uno es presidente quizás sea pobre, qué lástima, pero también es anárquico, lo cual crea oportunidades. Contralores, policías y fiscales, que debieron haber castigado al que metió la mano en el Tesoro, optan por besarla. Así que los bolsillos del gobernante rebosan de una fortuna mal habida. Solo hay un inconveniente: el mundo se ha vuelto menos tolerante a los cleptócratas.
En tiempos de la Guerra Fría, los dictadores podían ser dictadores. Es el caso del finado Mobutu Sese Seko, cuyos hurtos dejaron en coma a su país, la ahora República Democrática del Congo (antes Zaire) y a nadie le importó —salvo a sus súbditos, claro—. Cuando su entorno secaba 10,000 botellas de champán rosé al año y Mobutu tenía un avión Concorde en su tropical palacio, sus patrocinadores occidentales se hacían de la vista gorda, a condición de que no invitase a los soviéticos al centro de África.
Del mismo modo, los soviéticos pasaban por alto el igualmente atroz latrocinio de sus clientes en Angola. En esos días, los cleptócratas no tenían problema en encontrar dónde guardar sus millones. Los banqueros suizos pugnaban por ofrecerles espaciosas bóvedas y los agentes inmobiliarios de la Costa Azul les extendían la alfombra dorada.
Pero últimamente, los gobiernos de Occidente han estado confiscando activos robados y procesando a gente vinculada en delitos de corrupción fuera de sus fronteras. Este año, el Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ) acusó a un exministro de Finanzas de Mozambique y obtuvo condenas contra antiguos ejecutivos del Credit Suisse por malversación de US$ 2,000 millones en préstamos.
El exprimer ministro de Malasia, Najib Razak, perdió su cargo y su libertad luego de que Estados Unidos reveló que tenía US$ 700 millones en cuentas bancarias personales; los fiscales estadounidenses están detrás de su posible blanqueador de dinero. El mes pasado, las autoridades suizas subastaron autos deportivos valorizados en US$ 27 millones que fueron embargados a Teodorín Nguema Obiang, el inexplicablemente acaudalado hijo del presidente de Guinea Ecuatorial, una pequeña dictadura africana, rica en petróleo.
No fue su primer roce con las fuerzas del orden. En el 2014, tuvo que entregar activos por US$ 30 millones luego que el DOJ señaló que se había embarcado en una racha de compras “impulsada por la corrupción, luego de haberse embolsado millones en sobornos y compensaciones indebidas”. En todas partes, los potentados ladrones y su progenie deben de estar nerviosos.
Así que aquí tienen unos pasos para que salvaguarden su botín. Primero, aléjense de las redes sociales. Obiang posaba en Instagram en autos lujosos y jets privados. Quizás impresionaba a sus amigos, pero también generó preguntas incómodas sobre cómo podía costearse esos extravagantes juguetes.
Segundo, eviten compras que sean tan ostentosas que podrían salir en las noticias. El empresario nigeriano Kolawole Akanni Aluko, acusado de cohecho, no solo gastó US$ 80 millones en un superyate, sino que lo alquiló a Jay-Z y Beyoncé por US$ 900,000 semanales, según se ha informado. Estos cantantes —libres de culpa— atraen cierto grado de atención. Aluko se habría evitado ese indeseado escrutinio si hubiese comprado una embarcación menos pomposa.
Tercero, mantengan a mano un monto para emergencias. El finado Robert Mugabe, que desgobernó Zimbabue por tres décadas, siempre viajaba con una maleta con “dinero por si hay golpe (de Estado)”. Hay que cuidar bien esos fajos de efectivo. Francisco Macías Nguema, exgobernante de Guinea Ecuatorial, guardaba una gran porción de las reservas internacionales del país en una cabaña de bambú en su jardín, pero olvidó hacerla a prueba de humedad, así que desafortunadamente mucha de esa plata se pudrió.
Una forma de proteger sus activos en el exterior es afirmar que pertenecen al Estado. Obiang evitó que Francia vendiese su casa en París al insistir en que era propiedad de la embajada de su país. Sus abogados dicen que el superyate de US$ 100 millones incautado por Países Bajos era un navío militar. Los fiscales están desconcertados por el uso militar que podría tener el jacuzzi de la cubierta superior.
Otra manera de evitar la distinción entre propiedad pública y privada es ser realeza. Mswati III, el monarca absoluto de Eswatini (antes Suazilandia) vive como un rey —lo cual es legal—. Se informó que miembros de las casas reales del golfo Pérsico estuvieron entre los postores por los autos de Obiang.
Una reflexión final. ¿Qué tal si gobiernan honestamente? No suena tan demencial. Mo Ibrahim, un magnate sudanés-británico de las telecomunicaciones, creó un premio de US$ 5 millones anuales dirigido a presidentes africanos que gobiernen bien y se retiren cuando terminen sus periodos. Se puede vivir bastante bien con US$ 5 millones, aunque en siete de los últimos doce años desde que el premio fue instaurado, no se identificó a ningún merecedor.
Este año, el Departamento de Justicia de Estados Unidos (DOJ) acusó a un exministro de Finanzas de Mozambique y obtuvo condenas contra antiguos ejecutivos del Credit Suisse por malversación de US$ 2,000 millones en préstamos.