opioides
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La de Estados Unidos es en sí una terrible tragedia. Sin embargo, la evidencia sugiere cada vez más que es la razón tras otro mal: una cantidad creciente de hombres en edad intermedia que abandonan la fuerza laboral.

La epidemia de abuso de opioides y drogas opiáceas contrasta bruscamente con una mejora general en la salud de los estadounidenses. Los crímenes violentos, la violencia doméstica y los embarazos en adolescentes han bajado considerablemente.

Las tasas de supervivencia al cáncer han aumentado y el VIH está a punto de salir de la lista. La contaminación del agua y del aire ha disminuido.

El problema comenzó a inicios de los años 1990, con un fuerte aumento de las prescripciones de analgésicos opioides como la oxicodona y la hidrocodona.

Luego, preocupados por las altas tasas de adicción, los médicos decidieron no prescribir estos analgésicos a los pacientes, lo que en general los incitó a buscar drogas en las calles, como la heroína.

Cuando las prescripciones llegaron al pico en el 2011, ya era demasiado tarde. La cultura de la adicción se había propagado, las redes de suministro ya se habían desarrollado y los poderosos opioides sintéticos como el fentanilo ya se habían convertido en los mayores asesinos:

El mayor costo se cuenta en número de vidas. Actualmente, los opioides matan a más estadounidenses que los accidentes de tránsito o las armas. Junto con el alcoholismo y el suicidio (que en parte puede ser inducido por la adicción a opioides), los opioides forman parte del fenómeno de las muertes por desespero, el cual ha ayudado a aumentar las tasas de mortalidad de estadounidenses blancos desde inicios del siglo. Esta epidemia se está esparciendo y afectando igualmente a afroamericanos.

Dicho esto, la crisis también tiene costos económicos. Por supuesto, el tratamiento para adictos representa un gasto enorme. Por otro lado, los opioides también son una carga para EE.UU. pues están sacando a trabajadores de la economía productiva.

La participación de los hombres en la fuerza laboral ha venido disminuyendo durante muchos años, pero esta tendencia parece haberse acelerado desde inicio de siglo. Entretanto, la participación de las mujeres, que venía aumentando durante décadas, llegó al punto máximo a finales de los años 1990 y ha disminuido desde el 2009:

Gran parte del declive se debe a que personas educadas se jubilan anticipadamente, o a personas que permanecen más tiempo en la escuela a medida que la educación se vuelve más importante. Pero una parte considerable puede deberse a problemas de drogas, especialmente entre los hombres.

En el 2017, el economista de la Universidad de Princeton Alan Krueger notó una correlación entre el consumo de analgésicos y el hecho de estar fuera de la fuerza laboral. A principios de la década del 2010, descubrió que 43.5% de los hombres entre 25 y 54 años que estaban fuera de la fuerza laboral informaron haber consumido analgésicos el día anterior.

Para aquellos que estaban empleados o buscaban activamente trabajo, la cifra era solo de aproximadamente 20%. Krueger también descubrió que la participación en la fuerza laboral había disminuido más en los condados donde los opioides se recetaban con mayor regularidad, incluso después de revisar y controlar otras condiciones locales.

Pero como Krueger señaló, la causalidad es difícil de determinar. Podría ser que las personas comenzaran a usar drogas porque estaban discapacitadas o no tenían oportunidad de encontrar un trabajo, en lugar de lo contrario.

Un nuevo artículo de los economistas Dionissi Aliprantis, Kyle Fee y Mark Schweitzer del banco de la Reserva Federal de Cleveland intenta desenredar la causa del efecto.

Los investigadores razonan que si la falta de un trabajo causa el uso de opioides, entonces las áreas más afectadas por la Gran Recesión deberían haber tenido incrementos mayores. Al utilizar un indicador común de las condiciones del mercado laboral, no encontraron una relación. Esto sugiere que el uso de drogas está impulsando a las personas a abandonar la fuerza laboral, y no al revés.

Este documento no es concluyente. En primer lugar, la medida de los autores de los cambios temporales en la demanda laboral podría tener problemas estadísticos que lo hacen poco confiable para este tipo de medición.

En segundo lugar, el efecto de los mercados laborales débiles en el uso de drogas podría ser a más largo plazo: las personas que piensan que estarán desempleadas solo brevemente podrían no recurrir a las drogas, mientras que las personas que no ven perspectivas podrían comenzar a usar heroína o fentanilo.

Aunque los autores intentan controlar las condiciones del mercado laboral a largo plazo, siempre existe la posibilidad de que se hayan perdido de algo.

No obstante, se está acumulando evidencia de que la epidemia de opioides está erosionando los cimientos de la economía de EE.UU. al alterar la fuerza laboral. Es un problema que los legisladores deben abordar con urgencia.

Aunque el presidente Donald Trump ha declarado que la epidemia es una emergencia nacional, no ha hecho mucho para solucionarla. Por un lado, debe dejar de intentar recortar los beneficios de Medicaid, el cual permite que los adictos recibir el tratamiento necesario. Se debe ampliar el seguro de salud del gobierno, no reducirlo. La legalización de la marihuana a nivel federal también ayudaría, ya que se ha descubierto que reduce el uso de opioides.

Pasará una generación antes de que el impacto de la terrible epidemia de opioides desaparezca de las estadísticas nacionales. Pero si se dan los pasos correctos ahora, EE.UU. podría al menos erradicarla más rápidamente.

Por Noah Smith