Pronto, el cierre le costará a EE.UU. tanto como el muro que la Casa Blanca insiste en levantar en la frontera con México. (Foto: Reuters)
Pronto, el cierre le costará a EE.UU. tanto como el muro que la Casa Blanca insiste en levantar en la frontera con México. (Foto: Reuters)

Por Tyler Cowen

Entonces, ¿cómo y cuándo terminará el cierre? Se necesita un poco de teoría de juegos. En general, la teoría de juegos no presenta predicciones exactas, pero nos puede ayudar a mirar más allá y a encontrar ángulos inexplorados. En este caso, los actores clave pueden ser los empleados del gobierno estadounidense.

Actualmente, la mayor parte de los estadounidenses desaprueba el cierre gubernamental, y la mayoría de los votantes no está obsesionada con la en la frontera con México.

Dicho esto, el cierre aún no parece un asunto urgente para la clase media del país. Los conductores de Uber y Lyft en Washington pueden estar en problemas, pero en la mayor parte del territorio la vida parece continuar con mucha normalidad.

La pregunta clave es cuándo el cierre gubernamental empezará a incomodar. Los cheques de seguridad social siguen saliendo y los aviones siguen volando, aunque a los empleados de la Administración de Seguridad de Transporte (TSA, por sus siglas en inglés) no se les está pagando.

La Administración de Alimentos y Medicamentos ha retomado la inspección de los alimentos de alto riesgo, también sin pagar a sus empleados. Si los problemas aparecen, se les podría dar una solución, aunque sea temporal.

El verdadero poder aquí lo tienen los empleados del gobierno, especialmente aquellos en cargos vitales. Digamos que más empleados de la TSA decidieran abandonar sus puestos. Las tasas de absentismo entre estos empleados ha subido a 7.6%, desde 3.2% hace un año. Es fácil imaginar que muchos más trabajadores se queden en casa, y así paralicen a todo el país.

Esto podría obligar al presidente a retroceder o llevar al Congreso a invalidar un posible veto presidencial.

(Se podría pensar que el país puede funcionar sin los empleados de la TSA, pero lo dudo. Aún cuando no hagan los viajes aéreos más seguros, es difícil imaginar que los aeropuertos y las aerolíneas conduzcan sus negocios –en una sociedad contenciosa– sin la ayuda de la TSA).

Cabe la pregunta de por qué los inspectores –y otros empleados esenciales del gobierno– van a trabajar en absoluto. Es aquí donde entra la teoría de juegos.

En cierres anteriores, los empleados del gobierno recibieron más adelante el pago por sus esfuerzos, y para ellos es ilegal entrar en huelga. Entonces, ¿por qué no ir? A menos que dependan por completo de sus cheques regulares, parece una situación tolerable, aunque frustrante. A algunos empleados federales les puede salir todo bien; podrían estar acumulando algunos días extra para un viaje a Disney World.

En cambio, si los empleados de la TSA se ausentaran de sus puestos en masa, correrían el riesgo de la desaprobación del público y, tal vez, sanciones legales. El público podría culparlos a ellos en vez de a , quien sin duda saldría a Twitter a asegurarse de que así sea.

Recuerden que el público apoyó al presidente Ronald Reagan cuando en 1981 despidió a los controladores aéreos en huelga y los vetó de los trabajos federales de por vida.

Hace unos días, el Congreso aprobó una ley que garantiza el pago a los empleados federales, a fin de impedir una catástrofe inmediata. A medida que aumente la presión, los republicanos en el gobierno podrían sugerir bonificaciones por buen comportamiento durante el cierre para los empleados.

Esas estrategias podrían retrasar las protestas por un tiempo. A largo plazo, sin embargo, puedo prever un mayor número de ausencias, y ya ha signos reales de presión.

La lógica de "estoy ayudando a la TSA y a mis colegas" puede funcionar por un tiempo para ir a trabajar, tanto por las normas cooperativas como por la presión de los pares.

Pero no creo que pueda mantener el orden por más que unos meses. Puede que no tengan derecho a la huelga, pero los empleados federales aún tienen la posibilidad de entorpecer el trabajo con un alto absentismo y un mal desempeño.

En otras palabras, el punto de quiebre ocurrirá cuando algún grupo crítico de empleados federales, tal vez de la TSA, se canse de seguir el juego. Entonces, todo estallará en la cara de Trump y muchos de los republicanos en el Congreso, quienes difícilmente podrán escapar de la culpa por su complicidad en este inconveniente (algunos dirán estúpido) camino en el que nos encontramos.

Entonces, ¿cómo será el resultado final? Algunas semanas (o meses) de charlas sobre Trump y sobre el muro. La popularidad de Trump bajará con el tiempo. Los republicanos en el Congreso cederán, y Trump mentirá sobre el proceso y el resultado. Los demócratas saldrán mejor parados, al menos en comparación. Los empleados federales saldrán con el ánimo caído, pero intactos por todo lo demás.

Si cree que esos resultados son imposibles, no ha estado poniendo suficiente atención en los últimos dos años.