Si busca un ejemplo de caos político, solo necesita ver lo que ha pasado en los últimos seis meses en España.
En unas elecciones generales en abril, el Partido Socialista de izquierda y el de centro Ciudadanos tuvieron fuertes ganancias electorales, lo que los puso en una posición cómoda para formar un gobierno juntos. En cambio, los líderes de los partidos, Pablo Sánchez y Albert Rivera, no pudieron superar una campaña mordaz y ambos apostaron que les iría mejor en unas elecciones repetidas. El líder de los Socialistas tenía como objetivo una mayoría absoluta, mientras que el de Ciudadanos pensaba que podrían convertirse en una fuerza dominante del centro-derecha, en reemplazo del Partido Popular.
En unas nuevas elecciones el domingo, estas dos apuestas fracasaron espectacularmente. Ciudadanos colapsó, reduciendo su votación a la mitad, de casi 16% a menos de 7%, lo que obligó a Rivera a renunciar. Los Socialistas perdieron casi un punto porcentual, para quedar en 28%, y tres escaños, para un total de 120 escaños. Mientras tanto, a los partidos de derecha les fue muy bien: el PP quedó con 88 escaños y el partido de extrema derecha, Vox, con 52, lo que lo convierte en el mayor ganador de la noche por mucho.
Ahora, Sánchez se enfrenta a la titánica tarea de formar una coalición en un Parlamento muy fragmentado. La opción más cómoda sería mirar hacia la izquierda y buscar una alianza con el extremo, Unidas Podemos, y con una variedad de partidos regionales. Esta coalición necesitaría, por lo menos, la abstención de Esquerra Republicana de Catalunya, un partido separatista catalán, cuyo apoyo sería altamente controversial.
Mientras tanto, Pablo Cassado, el líder del PP, puede sentirse tentado a mantener su posición, esperar un posible colapso en las conversaciones y confiar en ganar más apoyo en unas nuevas elecciones. El PP ya ha alcanzado algunos acuerdos locales con Vox —en la región sureña de Andalucía, por ejemplo— y puede estar pensando en una sociedad nacional a futuro.
En lugar de acudir a los extremos, sería mucho mejor para el Partido Popular y los Socialistas considerar la opción de una gran coalición. España se enfrenta a desafíos significativos, desde una economía en desaceleración a una crisis interminable en Cataluña. Después de dos elecciones sin resultados, es el momento de que los partidos políticos más grandes hagan de lado sus diferencias y busquen un muy necesario acuerdo.
Por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo. El PP tiene una posición mucho más fuerte hacia Cataluña, mientras que Sánchez ha sido más abierto a negociar con los separatistas. Los Socialistas quieren aumentar los impuestos a las grandes empresas para financiar políticas redistributivas que incluyan un mayor gasto social. Cassado ha prometido recortes tributarios por valor de 16,000 millones de euros anuales.
Pero si ha sido posible formar grandes coaliciones en otras partes —más notoriamente en Alemania—, no hay razón por la que no puedan darse en España.
Como se ha visto en los últimos seis meses, las alternativas podrían ser mucho peores. Los dos partidos más grandes están perdiendo terreno, especialmente contra Vox, que está capitalizando la inestabilidad política y la incapacidad de los partidos tradicionales para unirse. El resurgimiento de la extrema derecha, que había estado ausente de la vida política española desde la muerte del exdictador Francisco Franco, es perturbador y debería obligar a los líderes políticos a autonalizarse severamente.
Por décadas, España ha sido un sistema bipartidista estable, el cual ofrecía a los votantes una opción clara entre la izquierda y la derecha. El aumento de la fragmentación política obliga a los políticos a analizar opciones alguna vez consideradas imposibles de imaginar. Pese a todas las dificultades involucradas, en este momento, una gran coalición es la mejor opción para España.