Los niveles de consumo y mortalidad no cuentan la historia completa. (Foto: Bloomberg)
Los niveles de consumo y mortalidad no cuentan la historia completa. (Foto: Bloomberg)

Los europeos son los mayores bebedores del mundo, según un nuevo informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS). El alcohol mató a 291,000 personas en 30 países europeos en 2016, más de 10 veces el número de muertes causadas por accidentes de tránsito en la Unión Europea ese año. La epidemia de opioides en Estados Unidos solo mata a aproximadamente una cuarta parte de las personas fallecidas por causa del alcohol en Europa cada año.

Sin embargo, los niveles de consumo y mortalidad no cuentan la historia completa. El informe de la OMS refleja la forma en que los problemas del alcohol pueden mitigarse con políticas inteligentes que impulsen el cambio cultural.

Los niveles de consumo de alcohol en Europa en conjunto no cambiaron entre el 2010 y 2016, el último año del que se dispone de datos completos. El adulto europeo promedio bebe 11.3 litros de alcohol puro al año, en comparación con los 9.8 litros consumidos en Estados Unidos; la cifra representa cerca de 425 gramos de alcohol destilado de 80° a la semana. Lo que los expertos de la organización denominan “consumo excesivo episódico” se ha vuelto menos frecuente: solo alrededor del 30% de los adultos beben el equivalente a 150 gramos o más de licor fuerte al menos una vez al mes, en comparación con el 34% en el 2010. Pero la disminución se ha estancado actualmente. Por consiguiente, el alcohol causó el 5,5% de todas las muertes en la Unión Europea, Noruega y Suiza, una cifra mayor al promedio mundial del 5.3%.

Dicho porcentaje refleja un serio problema de alcoholismo, pero solo en ciertas partes de Europa. Por ejemplo, la tasa de mortalidad relacionada con el alcohol en Lituania es 10 veces más alta que en Italia, a pesar de que el nivel de consumo de la nación báltica solo duplica al de Italia.

La correlación entre el consumo de alcohol y la mortalidad es de solo 0.49, por lo que la tasa de mortalidad más alta de Lituania parece estar fuera de control. Una explicación obvia de la disparidad es que los sistemas de atención médica en los países más pobres no son los más adecuados para tratar los efectos del consumo de alcohol como en las naciones más ricas.

Además, la vida es más difícil para los pobres en los países menos ricos. No solo los impulsa a beber, sino que la calidad del alcohol que consumen es menor, lo que resulta en más muertes. El informe de la OMS muestra que en Grecia entre 2010 y 2016, el consumo per cápita de alcohol producido legalmente se redujo en más de dos litros al año, pero la disminución fue casi exactamente compensada por un repunte en la bebida ilegal. Como consecuencia, Grecia fue una de las siete naciones europeas donde la mortalidad por alcohol aumentó durante ese período.

En los países poscomunistas, otras explicaciones para el consumo excesivo y desproporcionadamente perjudicial incluyen niveles más altos de desigualdad sumados al estrés de la transición al capitalismo.

La OMS recomienda a los gobiernos que introduzcan leyes restrictivas sobre el alcohol y medidas para aumentar la conciencia pública sobre los efectos nocivos del consumo excesivo. En la práctica, sin embargo, esos esfuerzos no funcionan de la manera esperada. Los altos impuestos al alcohol son un instrumento especialmente contundente: tienden a ser regresivos y perjudican más a las personas pobres. El resultado no es que las personas beban menos, sino que se vuelven aún más pobres y cambian a alcoholes de elaboración casera más dañinos, como en Grecia.

En los países bálticos en particular, los intentos no coordinados para aumentar los precios del alcohol a través de los impuestos han resultado en un gran número de personas que cruzan las fronteras para comprar alcohol o emborracharse. Según el informe de la OMS, Estonia, con sus altos aranceles al alcohol, ha logrado reducir el consumo por parte de los turistas (provenientes de Finlandia), pero sus propios ciudadanos comenzaron a viajar a Letonia por su licor.

Lituania tiene algunas de las leyes sobre el alcohol más estrictas de la UE, que se han vuelto políticamente impopulares. El país aumentó la edad legal para beber a 20 años, restringió las horas de venta y aumentó los impuestos. Pero aún mantiene el récord europeo tanto para el consumo como para la mortalidad atribuida al alcohol. Esto significa que probablemente algo esté mal con la forma en que se ajustan las políticas.

Los datos de la OMS muestran que un factor explica mejor la mortalidad por alcohol en Europa que la riqueza relativa o incluso el consumo relativo. Es la participación del alcohol en el consumo total. En general, mientras más licor beba un país, más personas morirán de enfermedades relacionadas con el alcohol (cirrosis hepática, afecciones cardíacas, formas específicas de cáncer) y accidentes. La correlación entre la proporción de licores y la mortalidad es de 0.54.

Una política inteligente sobre el alcohol debe estar dirigida a alejar la mezcla de las bebidas alcohólicas. Los Países Bajos y los países nórdicos, tradicionalmente aficionados a los destilados, han reducido su participación en el consumo al no vender licores en los supermercados. Los gobiernos deberían establecer impuestos más bajos y límites de edad para las bebidas más suaves que el licor fuerte, como el vino y la cerveza, para que sean más atractivas.

Europa no puede hacer mucho con respecto a la ubicuidad del alcohol: más del 70% de los adultos lo beben, un nivel que nunca alcanza ninguna otra sustancia adictiva, incluido el tabaco. Pero los países no bendecidos con los hábitos de consumo de la Italia amante del vino o la Bélgica obsesionada con la cerveza pueden al menos tratar de orientar a las personas hacia las bebidas con un menor contenido alcohólico.

Por Leonid Bershidsky

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.

TAGS RELACIONADOS