El mercado de deuda pública más grande del mundo está enviando una señal clara de que el crecimiento económico mundial se está estancando y las expectativas de inflación se están desvaneciendo rápidamente.
Ese mensaje aleccionador es evidente en la caída de los rendimientos de los bonos del Tesoro y los bonos alemanes, en las métricas de inflación del mercado de bonos que proyectan nuevas caídas en las presiones de los precios y en un indicador que muestra que los inversionistas no ven la necesidad de una compensación adicional para cargar deuda a largo plazo. El tema fue reforzado el jueves cuando una lectura sorprendentemente débil sobre la industria de servicios estadounidense agravó la angustia por los informes que muestran que la fabricación ya está vacilando en todo el mundo.
Los inversionistas están acumulando operaciones de seguridad a medida que crecen los riesgos para la producción mundial hacia 2020. Abundan los vientos en contra: la Cámara de Estados Unidos comenzó una investigación sobre la destitución del presidente Donald Trump, la fecha límite del Reino Unido del 31 de octubre para el brexit se acerca y la guerra comercial se prolonga. Ni siquiera otro probable recorte de la tasa de la Reserva Federal este mes se considera una panacea.
“El tema constante visto en los mercados de bonos es que existe un mayor riesgo de un mal resultado: un escenario desinflacionario con una recesión”, asegura Dennis Debusschere, jefe de estrategia de cartera en Evercore ISI. “La política monetaria es cada vez más una herramienta débil, por lo que con una recesión se correrá el riesgo de que se arraiguen las expectativas de inflación muy bajas. Hay un movimiento masivo hacia los mercados de deuda más profundos y líquidos”.
Ese cambio se está produciendo en los principales mercados de deuda a medida que los inversionistas expresan preocupación por las perspectivas económicas. Los rendimientos de referencia de los bonos del Tesoro a dos años se redujeron a 1.37% el jueves, lo más bajo desde 2017.
En el mercado de inflación de EE.UU., las tasas de equilibrio a 10 años, una medida cercana de las expectativas para la próxima década, cayeron el jueves a 1.47%, lo más bajo desde 2016. Han bajado desde un máximo de 2019 de casi 2% en abril.
El presidente de la Fed, Jerome Powell, dejó en claro este año que el banco central ve las expectativas de inflación como “el impulsor más importante de la inflación real”. Por lo tanto, la caída de las tasas de equilibrio es una preocupación porque indica que los esfuerzos de estímulo de la Fed no logran aumentar la inflación, y mucho menos alcanzar su objetivo de 2%.
Y luego está la señal de la prima por plazo, la compensación que los inversionistas suelen exigir para mantener los bonos del Tesoro a más largo plazo en lugar de pasarse a obligaciones a corto plazo.
Si bien la mayoría está de acuerdo en que los billones de dólares de la Fed en compras de bonos en la era de la crisis desviaron la prima por plazo y ayudaron a llevarla a los niveles actuales cerca de mínimos históricos, los inversionistas todavía lo ven como un signo ominoso de malestar económico.
Los mercados europeos están emitiendo una vibra igualmente sombría. Los indicadores a largo plazo de la presión sobre los precios en la zona euro se están desplomando: una medida conocida como la tasa de permuta a cinco años, un indicador de las expectativas de inflación para la próxima década, está registrando mínimos históricos y elevando el espectro de la deflación.
Con una perspectiva tan sombría como esa, podría parecer que los mercados han concluido que el Banco Central Europeo se abstuvo de cualquier acción de apoyo. Sin embargo, el BCE redujo su tasa de política a un mínimo histórico de 0.5% el mes pasado y prometió una mayor flexibilización cuantitativa.
Ahora que el presidente del BCE, Mario Draghi, está a punto de dejar su puesto, su sucesora, Christine Lagarde, hereda la difícil tarea de acercarse a la meta de inflación de la institución justo por debajo de 2%. No es de extrañar que todas las partes estén suplicando a los gobiernos que comiencen a gastar más.
“Otras áreas de políticas también deberían hacer su trabajo”, afirma Piet Christiansen, analista sénior de la zona euro en Danske Bank. “El BCE no puede estar feliz”.
El Reino Unido es una de las pocas economías importantes donde las expectativas de inflación no se están desplomando, y eso se debe principalmente a una razón: el brexit. El temor a un brexit sin acuerdo es real entre los inversionistas, y ese resultado contribuye a una caída de la libra a un mínimo de tres años y un aumento de la inflación importada.
La tasa de equilibrio a cinco años del Reino Unido está justo por debajo de un máximo de una década de 3.38%. Gran Bretaña abandonara la Unión Europea el 31 de octubre a menos que se anuncie un acuerdo para extender la salida.
Por lo tanto, en el mercado global de bonos, parece que en el futuro previsible todos los caminos conducirán al oasis de la deuda pública.
“En un momento en que ya estamos preocupados por el crecimiento global, el brexit se suma a las razones políticamente influenciadas para la desaceleración económica”, afirma Gene Tannuzzo, subdirector global de renta fija de Columbia Threadneedle Investments.