El mayor reto para los economistas es cómo lidiar con los bajones de la economía. La expansión de Estados Unidos es la más prolongada que se tenga registro, así que una caída es inevitable. El temor es que los bancos centrales no cuenten con herramientas suficientes para combatir la próxima recesión.
Durante y después de la crisis financiera, respondieron con una mezcla de rebajas de tasas de interés y, cuando estas alcanzaron su límite, con medidas experimentales como la compra de bonos (“flexibilización cuantitativa” o QE) y promesas sobre acciones de política monetaria (“guía futura”). La dificultad es que hoy, en el mundo avanzado, las tasas de interés de corto plazo siguen cercanas o debajo de 0% y no pueden reducirse mucho más, privando a los bancos centrales de su principal arma ante una recesión.
Pero Ben Bernanke, que presidió la Reserva Federal (Fed) durante la crisis, dice que no hay que tener miedo. En un discurso el 4 de enero, señaló que la lección de la última década es que la QE y la guía futura pueden brindar un estímulo sustancial —él calcula que equivalente a rebajas de tres puntos porcentuales en las tasas—. Ello proporciona al menos la mitad de la munición que la Fed ha usado habitualmente para combatir recesiones.
Si las rebajas de tasas pueden proveer la otra mitad —o sea, si caen de dos a tres puntos porcentuales—, la política monetaria retendrá su potencia, de modo que, según Bernanke, los pedidos de medidas más audaces “parecen prematuros”. Tiene razón en que la QE y la guía futura han sido efectivas, aunque juzgar su impacto preciso es difícil. Pero hay tres motivos para pensar que es demasiado optimista.
En primer lugar, entre las grandes economías, solo Estados Unidos parece remotamente cercano para aprobar la prueba de potencia. En la eurozona y Japón, la deuda a diez años tiene retornos menores a 0%, lo que sugiere que será poco probable que las tasas de corto plazo se eleven mucho esta década. También significa que la QE y la guía futura, que reducen las tasas de largo plazo, podrían quedarse sin espacio.
Otros banqueros centrales están sonando la alarma. La semana pasada, el saliente jefe del Banco de Inglaterra, Mark Carney, advirtió que la economía global enfrenta una trampa de liquidez bajo la cual la política monetaria pierde eficacia. Bernanke admitió que Europa y Japón necesitarán estímulo fiscal, aparte del monetario, para combatir una recesión. Pero agregó que solo se necesitaría un único impulso del gasto o una reducción de impuestos, luego de lo cual los bancos centrales retomarían el control.
Segundo, incluso Estados Unidos, donde las tasas de interés están más altas, solo pasaría la prueba de salud si uno es bizco. La tasa de corto plazo languidece entre 1.5% y 1.75%, debajo de su supuesta zona de seguridad. Bernanke encuentra consuelo en el hecho de que los modelos económicos —y los economistas de la Fed— esperan que las tasas terminen asentándose en un nivel “natural” más elevado.
Pero los inversionistas son más pesimistas. El rendimiento de los bonos estadounidenses a diez años solo es 1.8% y el de 30 años, alrededor de 2.3%. Los modelos podrían estar en lo correcto, aunque quienes estiman la tasa “natural” alertan que su trabajo es “altamente impreciso”, pero una recesión podría surgir antes que las tasas hayan recuperado su nivel natural.
Basta con mirar a Reino Unido. Uno de los trabajos que Bernanke citó indica que la tasa natural de ese país es 3.4%, más de cuatro veces el rendimiento de sus bonos a diez años. No obstante, es más probable que el Banco de Inglaterra tenga que combatir una recesión esta década que elevar tanto sus tasas de interés.
Tercero y más importante, las tasas de interés han estado teniendo un declive de largo plazo. Por lo general, se sostiene que esta caída se inició en la década de 1980, pero nuevas investigaciones señalan que es fenómeno de mucha más larga data, y que el periodo de altas tasas durante ese tiempo fue una peculiaridad histórica.
Funcionarios de la Fed se han pasado años reduciendo sus estimaciones sobre el nivel al que las tasas se asentarán. Aunque no es seguro que tales estimaciones seguirán reduciéndose, sería osado asumir lo contrario. La creencia de que las tasas se elevarán considerablemente ha arruinado a muchos inversionistas en años recientes. En Japón, una apuesta en esa dirección es conocida como “creadora de viudas”.
Gobiernos y bancos centrales necesitan rediseñar sus cajas de herramientas para lidiar con un mundo con bajas tasas de interés. Esto significa encontrar maneras de acortar distancias entre la política monetaria, que es decidida por tecnócratas, y la fiscal, que es decidida por políticos.
Incluso se podría requerir del uso cuidadoso de una nueva y radical herramienta como el “dinero helicóptero” —transferencias de fondos al público financiadas por la emisión primaria—. En el pasado, Bernanke debatió estas audaces ideas, ganándose por ello un apodo. ¿Dónde está “helicóptero Ben” cuando se le necesita?