Por Faye Flam

Algunos científicos están intentando nombrar a nuestra era antropológica actual en nuestro honor: el Antropoceno. No es para estar orgullosos, porque muchos de los cambios que le estamos haciendo a nuestro planeta son vergonzosos.

Hemos causado grandes cambios en los animales y las plantas que comparten el planeta con nosotros, llevado a muchas especies a la extinción, dejado un manto de residuos radioactivos por la explosión de las bombas nucleares, cambiado accidentalmente la composición de la atmósfera y dejado una capa de plástico que con toda seguridad seguirá aquí dentro de un millón de años.

Mucho después de que el tiempo y la erosión hayan convertido nuestras proezas de arte e ingeniería en polvo, nuestro desastre permanecerá. Nombrar esta era como nosotros es más una confesión. Ese reconocimiento es el primer paso hacia las estrategias que minimicen nuestra dañina influencia.

Un artículo fascinante en este mes describe la búsqueda de lo que los científicos llaman un pico dorado, un marcador en alguna parte del planeta que muestre un cambio claro, pronunciado y significativo que señale el amanecer del Antropoceno.

Lo que hace el proceso interesante no es lo que fijen como punto de partida, sino lo que revela respecto a la manera en que los humanos se han convertido en una fuerza que cambia el planeta y por cuánto tiempo persistirán los cambios forjados por los humanos. Con ese conocimiento podrían surgir estrategias para minimizar nuestra dañina influencia.

Por ahora estos científicos se muestran a favor de las explosiones atómicas de la década de 1950, que están dejando una duradera capa de isotopos en los lechos lacustres y en los depósitos de hielo. Las personas también han considerando la aparición de la crianza de pollos generalizada, la cual deja atrás los huesos de casi 60,000 aves al año.

Este proceso tiene algo de subjetividad, asegura el científico planetario David Grinspoon, cuyo libro “Earth in Human Hands” (La tierra en manos de los humanos) defiende el Antropoceno. Una persona que explore la Tierra dentro de 50 millones de años puede no encontrar señales evidentes de nuestra presencia, dice, pero si fueran arqueólogos capacitados y cavaran un poco, notarían que algo extraordinario ocurrió.

Los críticos argumentan que no nos merecemos nuestra propia era geológica porque somos una especie con una vida muy corta. Apenas hemos existido los últimos 200,000 años, y la mayor parte de ese tiempo no hicimos nada que cause cambios duraderos. Fue hace apenas 50,000 años que las personas empezaron a dispersarse por el planeta, dejando en nuestra estela una oleada de extinciones de los animales que nos gusta comer. Y fue apenas en el último siglo –insignificante en tiempo geológico– que realmente empezamos a añadir nuevos materiales, como el plástico, a los estratos geológicos. El tiempo geológico es largo, y nuestra existencia corta –al menos por ahora–.

Sin embargo, ya podemos saber que nuestra influencia en el planeta tendrá una duración geológica. Los remanentes nucleares de nuestras explosiones de bombas durarán cientos de miles de años, así como los rastros de esas montañas de plástico que hemos estado desechando, algunas de las cuales ya están formando un nuevo tipo de piedra, llamado plastiglomerado. Los científicos estiman que los cambios generados por los humanos en la química y la temperatura de nuestros océanos persistirá miles de años después de que hayamos aprendido a detener la quema de combustibles fósiles.

En el manto de hielo de Groenlandia, capas que datan de tiempos romanos muestran contaminación con plomo industrial. La gasolina con plomo dejará una capa aun más grande que también incluye cadmio, arsénico y cambios químicos que tuvieron lugar cuando se abrió el agujero de la capa de ozono (si bien los bordes del hielo se están derritiendo rápidamente, el manto mismo y los rastros enterrados de nuestra contaminación podrían durar otro millón de años).

Más profundo aun será el cambio en los registros fósiles de la vida. Recientemente, calculó que, globalmente, la actividad humana probablemente ha llevado a un millón de especies a la extinción. En realidad no sabemos cuántas especies existen ahora; los biólogos han catalogado aproximadamente dos millones, pero estiman un total de cerca de 10 millones.

Otro estudio reciente muestra que ya hemos cambiado radicalmente las poblaciones de seres vivos, destruyendo aproximadamente 83% de toda la fauna silvestre y la mitad de la flora. Actualmente, estiman los investigadores, 96% de los mamíferos son humanos o ganado, y solo 4% animales silvestres.

Para que el Antropoceno sea oficial, un comité llamado Grupo de Trabajo del Antropoceno tendrá que ponerse de acuerdo en un pico dorado y crear una propuesta, la cual eventualmente se presentará para aprobación de la Unión Internacional de Ciencias Geológicas. Pero incluso sin la aprobación oficial, la idea está pegando en la imaginación popular.

En el siglo 20, cuando escribí sobre las predicciones de que los gases de efecto invernadero estaban calentando el globo, me acusaron de arrogante por siquiera pensar que los seres humanos podrían afectar este vasto planeta. Pero la tierra no es tan vasta, como sería, para no ser cambiada por los seres humanos, y con una población de 7,000 millones y en ascenso, no somos tan pequeños para no dejar una marca indeleble.

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