Ahora bien, no es necesario enterrar por completo el acuerdo. Hay una forma de modificarlo de modo que sea beneficioso para las partes sin dañar la Amazonía.
Ahora bien, no es necesario enterrar por completo el acuerdo. Hay una forma de modificarlo de modo que sea beneficioso para las partes sin dañar la Amazonía.

El presidente Emmanuel Macron lanzó una bomba el viernes: su oficina asegura que Francia se opone a la ratificación del último gran acuerdo comercial de la Unión Europea con el grupo de países sudamericanos Mercosur, dado que uno de los miembros del grupo, Brasil, ha mostrado una falta de compromiso en la protección del bosque tropical del Amazonas.

El acuerdo, alcanzado en junio por la Comisión Europea tras 20 años de negociaciones, aún debe ser aprobado por cada uno de los miembros de la UE y el Parlamento Europeo. Es parte fundamental del legado de la Comisión saliente, liderada por Jean Claude Juncker: el acuerdo más grande jamás alcanzado por la UE en términos de aranceles eliminados (4,000 millones de euros, o US$ 4,400 millones al año), el primer gran acuerdo comercial alcanzado por Mercosur desde su formación en 1991.

También envía un mensaje político a un mundo conmocionado por la guerra comercial del presidente de EE.UU., Donald Trump, con China: que la UE sigue siendo la fuerza principal detrás del libre comercio. Sin embargo, si todo eso se analiza en un contexto de deforestación de la Amazonía fuera de control, Macron tiene razón y el acuerdo debe ser revisado en algunos asuntos, de modo que funcione a favor, no en contra, de los objetivos climáticos.

Macron está encolerizado por la despectiva actitud del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, respecto a la conservación de la selva tropical, la cual ha llegado al centro de la atención debido a informes de incendios que devastan la Amazonía, ante la aceleración de la deforestación bajo la presidencia de Bolsonaro y la decreciente actividad de las agencias ambientales del país para intentar proteger la selva de la tala ilegal.

El líder brasileño de ultraderecha ha priorizado la agricultura sobre la protección del bosque y no lo ha ocultado. Sus políticas han llevado a Alemania a suspender la financiación a los proyectos de conservación en Brasil; en respuesta, Bolsonaro le dijo a la canciller alemana, Angela Merkel “llévese su plata y reforeste Alemania, ¿ok?”.

Por esto, Merkel es una potencial aliada de Macron para bloquear el acuerdo con Mercosur como está. Los cada vez más poderosos verdes son los rivales más fuertes del partido Unión Demócrata Cristiana de Merkel (además de potenciales socios de coalición), y aunque la canciller es muy favorable al comercio, la visión de presionar el acuerdo ahora no le convendría mucho desde el punto de vista político.

El acuerdo tiene otros oponentes comerciales. El primer ministro de Irlanda, Leo Varadkar, ha amenazado con rechazarlo debido a la actitud de Bolsonaro –y en cualquier caso, preferiría no permitir la entrada de carne brasileña barata al mercado europeo, donde será una amenaza para los agricultores irlandeses–.

Si bien funcionarios europeos han defendido el acuerdo, bajo el argumento de que impone a los sudamericanos un compromiso de cumplir sus metas climáticas establecidas bajo el Acuerdo de París en 2016 y de evitar la deforestación, está demostrado que una mayor apertura al comercio incrementa las tasas de deforestación en Brasil. Por ende, es apropiado para Macron y otros líderes europeos reconsiderar el acuerdo comercial con Mercosur en respuesta al comportamiento de Bolsonaro.

Ahora bien, no es necesario enterrar por completo el acuerdo. Hay una forma de modificarlo de modo que sea beneficioso para las partes sin dañar la Amazonía.

En el 2017, el Departamento de Agricultura de EE.UU. publicó un informe sobre comercio internacional y deforestación. La idea principal del estudio en el que se basaba era determinar qué productos eran más nocivos para los bosques en diferentes países. En los miembros de Mercosur Brasil y Argentina, según el informe, la carne y la soja contribuyen más a la deforestación. Como están las cosas, el capítulo de sostenibilidad del acuerdo se basa en las iniciativas privadas para limitar el impacto de estas materias primas: menciona la llamada moratoria a la soja de Brasil –una promesa voluntaria de no comprar soja cultivada en terreno recientemente deforestado en la Amazonía (la cual llevó a una mayor deforestación en la sabana brasileña, que no está cubierta por la moratoria)–. Sin embargo, bajo Bolsonaro, esas iniciativas probablemente no serán efectivas.

La edición final del acuerdo comercial debería vincular explícitamente las cuotas comerciales de los productos que ponen en riesgo el bosque, como la carne y la soja, a fin de mantener el área boscosa constante, o incluso aumentarla. También debería establecerse un mecanismo de monitoreo confiable: a principios de este mes, el jefe del instituto brasileño que hace seguimiento a la deforestación fue despedido después de que Bolsonaro llamara los datos del instituto "mentiras".

“Deben entender que la Amazonía no es suya”, dijo Bolsonaro a periodistas europeos el mes pasado. Bueno, el tiene que entender que el mercado europeo es de la UE y a ella le corresponde regularlo como le parezca. Un aumento en las ventas, contra garantías ambientales más firmes, seguiría siendo positivo. Y si el acuerdo con Mercosur pudo esperar 20 años, ciertamente puede esperar mientras el asunto se soluciona.

Por Leonid Bershidsky

TAGS RELACIONADOS