Si bien sigue habiendo mucha pobreza en México, el país en su conjunto ahora se encuentra firmemente dentro de los niveles de lo que el Banco Mundial llama países de ingreso mediano alto.
Si bien sigue habiendo mucha pobreza en México, el país en su conjunto ahora se encuentra firmemente dentro de los niveles de lo que el Banco Mundial llama países de ingreso mediano alto.

Cuando los estadounidenses piensan en , muchos pueden imaginar un país empobrecido con millones de personas desesperadas por huir hacia el norte. Pero esta imagen -que el presidente de Estados Unidos, , ha resaltado- está desactualizada. De manera constante y silenciosa, México se ha convertido en un país moderadamente próspero.

Los economistas suelen graficar el crecimiento económico como una curva ascendente; el crecimiento de México se parece más a una línea recta. El crecimiento en los últimos años ha sido más lento que en las décadas del sesenta y el setenta, pero México sigue avanzando.

Para un país pobre, este sería un avance decepcionante. Pero si bien sigue habiendo mucha pobreza en México, el país en su conjunto ahora se encuentra firmemente dentro de los niveles de lo que el Banco Mundial llama países de ingreso mediano alto. Después de ajustar la paridad del poder adquisitivo, según el , el ingreso per cápita de México en 2018 fue de aproximadamente US$20.600, justo por delante de Argentina. Y la desigualdad, aunque sigue siendo alta, está disminuyendo.

El desempeño de México se vuelve aun más impresionante cuando se toman en cuenta los cambios estructurales del país. En 2006, México fue el sexto mayor productor mundial de petróleo. Pero su depósito de crudo más grande, el campo petrolero de Cantarell, ubicado bajo el golfo de México, inició un fuerte declive a mediados de la última década. Para 2018, la producción total de petróleo crudo de México se había reducido a la mitad, y hay informaciones que señalan que es posible que el país ya sea un importador neto de petróleo.

La pérdida de la industria petrolera sería un gran problema para cualquier economía. Significa que el gobierno debe encontrar fuentes alternativas de ingresos, y México tiene que buscar diferentes productos para exportar con el fin de conseguir divisas. Sobre todo, significa reorganizar gran parte de la economía para diversificarse del negocio de extracción de petróleo, que necesita gran cantidad de capital, al negocio de fabricación de bienes en plantas manufactureras y entrega de servicios en edificios de oficinas, lo que necesita gran cantidad de mano de obra.

México está manejando esta transición con habilidad. Desde la década de 1990, el país ha duplicado con creces el porcentaje de su producto interno bruto que gasta en educación, y su tasa de alfabetización ha aumentado a un máximo histórico de 94,9%. Según un informe publicado en 2014 por Boston Consulting Group, México también ha hecho un gran trabajo en cuanto a mantener la competitividad de los costos de fabricación en los últimos años, después de que un aumento en la competencia china lo pillara desprevenido a principios de la década de 2000. Si bien los salarios del sector manufacturero de México han aumentado, los fuertes incrementos de la productividad, los acuerdos comerciales y una leve depreciación del peso han mantenido bajos los costos, incluso pese a que la producción en China se ha vuelto más costosa. Desde 2018, BCG califica a México como el segundo destino manufacturero más competitivo, después de Indonesia.

En tanto, la inversión extranjera ha aumentado pese a la decreciente producción de petróleo.

Esta inversión, gran parte de la cual se destina a las industrias manufactureras, es tanto resultado de las alzas en la productividad mexicana como un facilitador de nuevas ganancias. Las compañías extranjeras que invierten en México, como Foxconn, General Motors y Samsung, llevan tecnología avanzada al país.

Como resultado, pese al declive del petróleo, las exportaciones mexicanas han aumentado de forma sostenida.

La mayoría de estas exportaciones son productos manufacturados. BCG informa que las exportaciones de productos electrónicos -tradicionalmente un pilar de las economías avanzadas- se triplicaron con creces entre 2006 y 2013. La industria automotriz también es un gran motor; entre 2011 y 2018, las exportaciones mexicanas de vehículos nuevos a Estados Unidos aumentaron 93%.

Por lo tanto, las cifras del PBI no cuentan toda la realidad sobre la economía mexicana. En lugar de un caso perdido de crecimiento lento, México es una nación de ingreso mediano alto que se reestructura rápidamente para compensar la disminución de su riqueza en recursos naturales. No es de extrañar, por ende, que el flujo de trabajadores de México a EE.UU. se haya revertido a partir del 2007.

Además, la diversificación desde el petróleo hacia la manufactura debería ser positiva para el sistema de gobierno de México, dada la conocida tendencia de los países que dependen de los recursos a crecer más lentamente. Obligado a depender del capital humano y la iniciativa empresarial para el crecimiento, el gobierno mexicano tiene más razones para sostener las recientes tendencias positivas en educación y productividad.

Esto no significa que se minimicen los grandes desafíos que aún quedan para México. La tasa de criminalidad del país, impulsada por una destructiva guerra contra las drogas, es extremadamente alta. Si bien ha disminuido la desigualdad, esta se mantiene en niveles muy altos, lo que significa que el crecimiento y los empleos deberán dispersarse más desde las grandes ciudades y las industrias emblemáticas. Los servicios sociales para los más pobres necesitarán mejoras importantes. México debe diversificar sus destinos de exportación, para correr menos riesgo producto de una disminución en las relaciones comerciales con EE.UU. Y, finalmente, debe invertir en la creación de marcas reconocidas a nivel mundial, para poder captar más valor de las cadenas de suministro de fabricación.

De manera que México todavía tiene muchos desafíos por delante. Pero el país está mucho mejor de lo que muchos creen.

Por Noah Smith

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