Trabajadores jubilados del sector petrolero realizan una huelga de hambre frente a las instalaciones de Petróleos de Venezuela (PDVSA), exigiendo el pago de ganancias no distribuidas desde 2016. (Foto: AFP)
Trabajadores jubilados del sector petrolero realizan una huelga de hambre frente a las instalaciones de Petróleos de Venezuela (PDVSA), exigiendo el pago de ganancias no distribuidas desde 2016. (Foto: AFP)

Marlon Bermúdez venderá su casa, fruto de tres décadas de trabajo en la refinería más grande de para sobrevivir. Decepcionado, se declaró en huelga de hambre junto a otros jubilados petroleros que reclaman los ahorros que guardaron para su vejez.

Él y sus compañeros exigen los dividendos de un fondo de ahorros al que destinaron 3% de sus ingresos mensuales durante décadas para asegurarse una “vejez digna”.

La situación de Marlon, de 59 años, refleja las limitaciones que padecen más de 37.000 de Petróleos de Venezuela , víctimas del colapso de esta compañía estatal salpicada por múltiples casos de corrupción.

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Lo que viven es la antítesis de una época donde los trabajadores petroleros cobraban altos salarios que permitían una vida de lujos, además de contar con seguros médicos ilimitados y jubilaciones doradas.

Cada jubilado debería cobrar unos US$ 660 cada mes producto de los intereses del fondo dedonde cotizaron, pero solo reciben US$ 180.

“Ese dinero es nuestro, no somos una carga, nuestro pago no tiene que ver nada con la producción petrolera, fue un dinero que ahorramos”, protesta Bermúdez, aludiendo a la alicaída oferta de la industria venezolana, que pasó de tres millones de barriles por día hace 10 años a unos 700.000 en la actualidad.

Rodolfo Hernández, de 67 años, se sumó a la huelga de hambre con la esperanza de disfrutar de lo ahorrado durante los 37 años que trabajó en Zulia (oeste), región en la que comenzó hace más de un siglo la explotación petrolera en este país caribeño.

“Está destruida”, lamenta sobre el destino de una empresa que llegó a estar entre las cinco petroleras más importantes del mundo.

“Saqueados”

Julio Blanco, excapitán de barcos petroleros, relató que funcionarios de PDVSA se comprometieron a reunirse con ellos luego de una huelga de hambre que iniciaron el 12 de septiembre y que mantuvieron por 36 horas.

La retomaron el 25 de septiembre, dado que “las negociaciones fueron infructuosas, porque alegan que PDVSA no tiene plata para pagarnos los gananciales de nuestro fondo de pensión”, subrayó.

“Nos dicen que no hay dinero y ¿de dónde entonces se robó tanta plata (Tareck) El Aissami? Es difícil que le digan a uno que no hay dinero cuando (...) hay gente presa porque se ha robado dinero”, sostiene Bermúdez.

Se refiere a un escándalo que terminó con la renuncia, en marzo pasado, del ahora exministro de Petróleo, cuyo paradero es desconocido desde entonces.

Altos funcionarios, entre ellos un diputado, fueron detenidos en una “cruzada” contra la corrupción que terminó con más de 50 arrestos.

Desde 2017 la justicia venezolana ha iniciado investigaciones en el sector con más de 200 detenidos, entre estos los exministros petroleros, Eulogio del Pino y Nelson Martínez, este último muerto bajo custodia.

El fondo de jubilación por el que protestan Marlon y sus compañeros no escapó a la corrupción.

“Fue saqueado, fue robado, en el año 2014″, declaró a la AFP Iván Freites, sindicalista petrolero en el exilio.

Wilfredo Molina, 65 años, jubilado en 2018 luego de 28 años en la industria, viajó más de 600 kilómetros desde Lagunillas, estado Zulia (oeste), para sumarse por segunda vez este mes a una huelga de hambre.

“Vivimos mal”, describe recostado en un pasillo de la Universidad Central de Venezuela, a donde se movieron luego de que funcionarios de seguridad acordonaran la principal sede administrativa de PDVSA, donde habían protestado antes.

“Regalando mi casa”

Jubilado por “decisión de PDVSA”, Marlon Bermúdez, quien trabajó en el Complejo refinador de Paraguaná (CRP), uno de los más grandes del mundo, lamenta el deterioro en su calidad de vida.

“Tengo una buena casa que la compré gracias a mi trabajo y la estoy vendiendo casi regalada porque ¿para qué tengo una casa grande si no la puedo mantener?”, cuenta.

Valorada en US$ 40,000, la está rematando en US$ 15,000. “La estoy vendiendo para comprarme una casa más pequeña, que me quede dinero para poder vivir”, indica.

Antiguo admirador del fallecido expresidente , a quien vio varias veces en el CRP, Bermúdez implora por soluciones.

“No somos traidores a la patria, no somos terroristas ni saboteadores, somos un grupo de jubilados de PDVSA que le estamos exigiendo al gobierno que nos dé lo que es nuestro y ellos tomaron”

Fuente: AFP

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