Alfonso Arellano

El pasado lunes 7 de octubre se celebró el Día de la Educación Financiera en España. Además, durante estos días empezamos también a notar los efectos del comienzo del otoño en la salud. No prever los cambios de temperatura propios de esta estación del año es una circunstancia que puede comprometer nuestra salud, al igual que ocurre con otra serie de eventualidades. Este símil de la salud física puede perfectamente trasladarse a la salud financiera.

Una de las medidas más importantes para evitar caer en momentos de vulnerabilidad en el ámbito financiero pasa por un buen cuidado de nuestra salud financiera, entendida como un estado en el que podemos cumplir plenamente con nuestras obligaciones financieras, sentirnos seguros de nuestro futuro, y ser capaces de tomar decisiones que nos generen bienestar a lo largo de nuestra vida. ¿Qué acciones podemos seguir en el día a día para cuidar nuestra salud financiera? Las más importantes pasan por controlar el flujo de ingresos y gastos, pagar a tiempo nuestras facturas, ahorrar parte de nuestros ingresos tanto para eventualidades en el corto plazo como para poder disfrutar de la forma de vida deseada tras la jubilación, cuidar nuestro grado de endeudamiento, planificar nuestros gastos del hogar, así como disponer de seguros que nos cubran ante imprevistos.

Todas estas medidas están condicionadas, entre otras cosas, por nuestros conocimientos financieros y por nuestro grado de concienciación sobre tiempos futuros. Estudios recientes manifiestan de forma recurrente la preocupante falta de conocimientos financieros básicos entre la población, y esta realidad compromete seriamente la salud financiera de los individuos. Un estudio realizado por BBVA Research y CAF-Banco Interamericano de Desarrollo desvela que conocer conceptos financieros básicos como el funcionamiento del tipo de interés aplicado al crédito, la importancia del tipo de interés compuesto, el efecto de la inflación sobre el poder adquisitivo, así como dominar aspectos sencillos de cálculo, mejora de forma notable la salud financiera de las personas. Es decir, tomaremos mejores decisiones financieras con las herramientas a nuestro alcance cuanto mejor apliquemos estos conocimientos, teniendo siempre en cuenta que dichas decisiones tendrán una repercusión sobre la salud financiera.

Otro de los factores relevantes que se han de tener en consideración, además de los conocimientos financieros, es nuestro propio comportamiento. Existe una serie de características individuales vinculadas a nuestra personalidad que, en ocasiones, nos alejan de la toma de decisiones racionales aun teniendo los conocimientos adecuados. Una de ellas es la capacidad de autocontrol. La fuerte preferencia por el presente respecto al futuro hará que tomemos decisiones de ahorro inadecuadas y que tendamos a un mayor endeudamiento, a pesar de ser conscientes de que esto pone en riesgo nuestra salud financiera. Este comportamiento, unido al escenario de incremento en la longevidad y la existencia de instituciones tales como el mercado de trabajo y el sistema de pensiones, que todavía no se han adaptado a esta realidad, hace que las consecuencias de no cuidar la salud financiera tengan repercusiones más negativas sobre el bienestar individual.

Los individuos somos responsables de velar por tener una buena salud financiera al igual que lo somos de nuestra salud física. Si bien no necesitamos estudiar un grado de Medicina para tomar acciones diarias relacionadas con aspectos saludables que nos eviten caer en una situación de vulnerabilidad física, tampoco resulta necesario ser expertos financieros para atender nuestra salud financiera.

Es importante ser conscientes de nuestra situación financiera y acudir a consulta antes de tomar decisiones importantes que puedan comprometer nuestra forma de vida. También es necesario conocer qué instrumentos podemos emplear para lograr nuestros objetivos, y para ello el nivel de educación financiera y la información de la que dispongamos es clave. La variedad de productos financieros a disposición de consumidores y empresas es cada vez mayor, y si bien disponer de más variedad genera mayor bienestar, también conlleva un coste de elección asociado. Si prevenimos cubriendo estas premisas, de conocimiento y comportamiento en un entorno institucional no muy favorable para la creciente longevidad, podremos ocuparnos con garantías de aquellos temas que afectan a nuestro bienestar económico presente y futuro. Así probablemente evitemos tener que curar si se nos presenta un bache.

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