Brexit
Brexit

Por: Miguel Jiménez, Economista Líder de BBVA Research

Durante el año 2019, los dos temas recurrentes que han determinado el curso de la economía global y que han supuesto las mayores fuentes de incertidumbre han sido las tensiones proteccionistas y la amenaza de un brexit sin acuerdo. Prácticamente, no ha habido semana sin noticias sobre la saga británica, mientras que la presión proteccionista de EE. UU. sobre China ha ido in crescendo durante todo el año. Esta doble amenaza ha tenido un efecto palpable sobre la producción industrial y el comercio internacional, y ha frenado los planes de inversión de muchas empresas.

Las noticias positivas han llegado durante el mes de diciembre. Más allá de valoraciones políticas, el resultado de las elecciones británicas ha aclarado las perspectivas del brexit al proporcionar una mayoría rotunda al Gobierno, que ha podido ratificar el acuerdo de salida con período transitorio. El poco tiempo disponible para una negociación sobre la relación definitiva entre Reino Unido y la Unión Europea (finales de 2020) hace que la incertidumbre no desaparezca, debido al rechazo por parte del primer ministro británico de cualquier extensión adicional.

Sobre las negociaciones comerciales, el nuevo acuerdo chino-americano firmado esta semana es también una tregua más que una solución. Los aranceles medios a las exportaciones apenas se reducirán, aunque los acuerdos tienen un cierto aroma mercantilista (incluyen cuotas de compras muy ambiciosas por sectores por parte de China, que no parecen muy compatibles con el libre mercado) y pueden descarrilar si EE. UU. considera que no se cumple lo acordado o si no está satisfecho con las siguientes fases de la negociación. Pero la pausa comercial ha servido para romper la tendencia hacia las sanciones mutuas, y eso ha sido suficiente para mejorar la confianza de agentes y mercados (que, cargados de liquidez, son muy propensos últimamente a contentarse con poco).

A la relajación de esta “pinza” se ha añadido también una cierta mejoría de los datos económicos globales, con la estabilización de la actividad industrial y del comercio mundial, y la resistencia de los servicios, lo que supone un cambio de tendencia, que aún no es muy rotundo y que habrá que confirmar en los próximos meses. Si a esto sumamos el efecto retardado de los estímulos monetarios introducidos por la Fed y el BCE durante el año pasado, y un impulso fiscal esperado algo mayor en Europa y, sobre todo, en China, nos podremos encontrar con un 2020 más tranquilo.

Con todo ello, las previsiones macroeconómicas globales han mejorado ligeramente. La inercia de los datos de la segunda mitad del año va a hacer que EE. UU. se desacelere en 2020, creciendo un 1,8% (frente al 2,3% de 2019), pero con una recuperación prevista para 2021 (2,8%). En Europa, la tendencia es similar, aunque en niveles de crecimiento más bajos (0,9% y 1,2% en 2020 y 2021, respectivamente, tras el 1,2% esperado para este año), mientras que China continuará su desaceleración tendencial, pero de manera gradual (6,1%, 5,8% y 5,5% en los tres años).

No se esperan movimientos de los principales bancos centrales este año, dado que han anunciado estar en período de pausa y las perspectivas globales son bastante estables. La inflación tampoco debería dar sorpresas mayores ya que sigue estando contenida y, en principio, no se espera que se acelere rápidamente, aunque los riesgos inflacionistas están ya mucho más equilibrados dado que la utilización de la capacidad de algunos factores productivos es muy elevada. En cuanto a los temores de recesión, parecen haber disminuido bastante, y los modelos basados en variables financieras ya no la predicen con una probabilidad elevada, a pesar de lo alargado del ciclo económico, en buena parte porque la curva de tipos de interés ha vuelto a recuperar cierta pendiente positiva.

Sin embargo, aunque los riesgos para el año entrante puedan parecer menores, los eventos geopolíticos han sido y pueden seguir siendo una fuente constante de incertidumbre, en un 2020 que estará marcado por las elecciones presidenciales estadounidenses. Y los riesgos a largo o muy largo plazo (proteccionismo de fondo, desglobalización, excesivo apalancamiento o cambio climático) siguen intactos.

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