(AFP)
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BIENESTAR HUMANO. Los hechos ocurridos en Chile merecen una reflexión, no solo porque pasan en un país vecino, sino también porque situaciones similares están sucediendo en otros países de la región, y ya se escuchan las voces de quienes ven en estos sucesos una “prueba” del fracaso del modelo económico. Pero no se trata de eso.

Sucede que si bien las cifras de crecimiento pueden mostrar un panorama positivo, índices como el de desigualdad de ingresos y de desarrollo humano también deben merecer la atención de los gobiernos.

Siempre hemos considerado que el crecimiento económico no significa desarrollo y que este no se puede medir solo por la cantidad de metros cuadrados de cemento. Es mucho más que eso, y tiene que ver principalmente con el bienestar humano, que implica, por ejemplo, acceso a servicios básicos y a la movilidad social.

Por ejemplo, en el gobierno de Ollanta Humala se habló de “crecimiento con inclusión” y se destinaron mayores recursos para los programas sociales, pero los índices de anemia empeoraron, y es que se equivocan los gobiernos y los ministerios vinculados a temas sociales si creen que mantener una política de asistencialismo e incrementar la cobertura es suficiente para terminar con las desigualdades y los índices de pobreza.

El asistencialismo debe estar focalizado en los grupos de extrema pobreza, pero no se puede generalizar porque siempre existe la posibilidad de que la ayuda no llegue a quien realmente la necesita y los recursos, que siempre son escasos, se pierden.

Crecer es una condición necesaria pero no suficiente para lograr resultados. Se requieren políticas que armonicen la estabilidad macroeconómica con la mejora de los indicadores sociales. Por lo tanto, es necesario que los ministerios vinculados al desarrollo social realicen esfuerzos similares a los efectuados por el MEF con el Plan Nacional de Competitividad y el Plan Nacional de Infraestructura enfocados en su sector. Un plan que permita tener una visión de las acciones concretas que se tiene que hacer, y el Bicentenario puede ser la ocasión para lograr un consenso en esta materia.

El gobierno debe mirarse en el espejo de los vecinos y empezar a trabajar en serio, prometer que los 32 millones de peruanos tendrán acceso gratuito al SIS, a Pensión 65 o a Juntos, no es la solución. Focalizar la ayuda y promover el desarrollo de cada individuo para que en el mediano plazo ya no requiera de ese apoyo es lo fundamental.