Editorial de Gestión. Resulta indispensable que el gobierno y el propio Otárola exijan celeridad en las investigaciones para encontrar y sancionar a los responsables de las muertes. (Foto: PCM)
Editorial de Gestión. Resulta indispensable que el gobierno y el propio Otárola exijan celeridad en las investigaciones para encontrar y sancionar a los responsables de las muertes. (Foto: PCM)

NUEVO GABINETE. Aunque el domingo la presidenta anunció el cambio, recién ayer concretó el nombramiento de como nuevo premier, el segundo en dos semanas. Desde el jueves de la semana pasada se sabía que la mandataria buscaba a alguien que tuviera un perfil más político que el saliente y, si bien varios nombres dieron vueltas por las redacciones, finalmente eligió a Otárola, quien hasta el martes ocupó la cartera de Defensa.

La salida de Cesar Cervantes del Ministerio del Interior parece acompañar las declaraciones de la presidenta Dina Boluarte, quien ha lamentado en cada aparición pública las muertes generadas en las protestas, que ya suman 27. Pero nombrar al ministro de Defensa como premier podría ir en sentido contrario. Si bien es de saludar que Boluarte entendiera la necesidad de, ante un gabinete mayoritariamente técnico, elegir a un premier que realice el trabajo político tan necesario en una crisis como la que vivimos; queda en el aire la pregunta de si el mensaje no será interpretadocomo una afrenta que aún por quienes aún protestan al interior del país, dado la responsabilidad de Otárola hasta ayer al frente de las fuerzas militares.

Para bajar la intensidad de las protestas, Otárola deberá entender, en primer lugar, su nuevo rol al interior del gabinete. Ya no es el ministro de Defensa: ahora sus esfuerzos deben estar en tender puentes, buscar consensos y articular la labor de los ministros para sacar adelante el casi año y medio que queda de gobierno. En esta línea, resulta indispensable que el gobierno y el propio Otárola exijan celeridad en las investigaciones para encontrar y sancionar a los responsables de las muertes y dejen en claro, de esta manera, que nada –ni siquiera la necesidad de poner orden en el país– las justifica.

De la mano de los gobiernos regionales, Otárola deberá presidir una labor conciliadora al interior del país, en las zonas que –con razón– se sienten relegadas y que esperan mejoras esenciales en sus condiciones de vida. Es su tarea encontrar el entendimiento, mientras prepara su presentación ante el Congreso para solicitar el voto de investidura, hilando fino en cada paso.