Editorial de Gestión. Existen demasiados hogares donde se respira el machismo, y no solo en su expresión más extrema.
Editorial de Gestión. Existen demasiados hogares donde se respira el machismo, y no solo en su expresión más extrema.

FEMINICIDIO. La pandemia que vive el mundo ha hecho más evidente varios de los problemas que aquejan al país. Entre ellos, la brecha entre hombres y mujeres. Si bien se ha puesto el foco en mayor medida sobre la diferencia en materia salarial y de empleo, existe un tema aún más grave del que siempre se habla pero en el que aún no se ha podido lograr mejoras notorias: violencia y feminicidio.

El año pasado los Centros de Emergencia Mujer atendieron más de 98,000 casos de violencia, y según la Defensoría del Pueblo el 2020 concluyó con 138 feminicidios, 204 intentos de feminicidio y 54 muertes violentas de mujeres. En lo que va de este año, 68 mujeres han sido víctimas de feminicidios. Lo preocupante es que a pesar de ser un tema que está sobre la mesa desde hace algunos años, las cifras no disminuyen, y no se trata solo de números sino de vidas y familias afectadas.

Para hacerle frente a esta realidad no basta con “empoderar a las mujeres” y animarlas a denunciar a sus agresores si no cuentan con el número suficiente de personas dispuestas a atender las denuncias como corresponde, sin hacerlas sentir como culpables de lo ocurrido o minimizando los hechos. O si no se cuenta con suficientes casas de acogida que les permitan a las mujeres poder escapar de la situación de riesgo en la que se encuentran sin temor a represalias. Tampoco sirve si no se amplía el número de Fiscalías Especializadas en Violencia contra la Mujer y si el Poder Judicial no toma con seriedad el tema.

Pero el problema no se resuelve solo con la intervención legal que es, finalmente, el último eslabón de la cadena. Se requiere que el Estado tome conciencia y entienda que la lucha contra la violencia hacia la mujer es una batalla de largo aliento que no se puede cumplir sin educación, y si bien lo ideal es que la educación en la igualdad venga desde casa, lo cierto es que existen demasiados hogares donde se respira el machismo, y no solo en su expresión más extrema (violencia) sino también en los pequeños detalles, como en quién debe limpiar o servir la cena o los colores que se deben usar. Por ello es de rescatar la aprobación del dictamen de Ley de fomento de masculinidades igualitarias dentro del Estado, que plantea implementar servicios de reeducación y tratamiento para los agresores.

Si las personas crecen pensando que un género es superior al otro, o que por ser de un determinado género está bien ganar menos o soportar maltratos, de poco servirán las leyes.