(Foto: GEC)
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COMPORTAMIENTO EMPRESARIAL. Las recientes declaraciones de algunos empresarios respecto a sus aportes a las campañas presidenciales —más allá de los hechos puntuales que deberán ser materia de investigación— representan un golpe al comportamiento empresarial en el Perú. Si bien no es adecuado generalizar, será importante escuchar que tienen que decir los gremios empresariales que muchas veces no se pronuncian, o lo hacen muy tardíamente o sus declaraciones no tienen la contundencia necesaria.

En los últimos años, las compañías peruanas han realizado esfuerzos por mostrar su compromiso con el país, ya sea a través de declaraciones o con campañas de marketing. Algunas empresas se han suscrito al reporte global de sostenibilidad (GRI) para proporcionar información sobre sus prestaciones sociales, ambientales, económicas (que incluye aporte a campañas políticas) y de gobernanza, así como el vínculo entre su estrategia y compromiso y una economía global sostenible. Por su parte, las compañías que cotizan en la bolsa de valores se comprometen a cumplir con principios de buen gobierno corporativo.

Sin embargo, nada de esto sirve si todos estos compromisos de buenas prácticas no se cumplen en la realidad y si no se procede con transparencia, pues la sensación final —cuando se descubren hechos que no se ajustan a esas declaraciones—, es que se actúa solo para las cámaras y no por convicción.

Lo que se cuestiona en esta ocasión, más allá de si apoyan o no a tal candidatura, es la falta de transparencia. Todos, ciudadanos y empresas, tienen derecho de tener sus simpatías políticas e incluso sus temores, pero el mejor camino es que los aportes sean registrados y todos puedan conocer quienes apoyaron a tal o cual candidato. Corresponderá a los próximos congresos buscar los mecanismos para, de manera realista, lograr que no esté ausente la transparencia y minimizar el exceso de gastos en las campañas. Quizás, mejorando la figura legal del financiamiento ilícito.

Luego de lo sucedido a finales de los 90 se podía pensar que las empresas no caerían en los mismos errores de falta de transparencia, pero al parecer a los peruanos y no solo a los empresarios nos es muy difícil aprender las lecciones.