(Foto: GEC)
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Reto empresarial. Desde hace algunos años el mundo va manejando el concepto de empresas con responsabilidad social, con propósito o interés colectivo, un tema que, sin duda, cobra especial importancia en los momentos que vive el país.

Es claro que uno de los objetivos principales de las compañías es generar rentabilidad y no deberían ser cuestionadas por conseguirlo. Sin embargo, para poder desarrollarse requieren de legitimidad social, y para lograrla la rentabilidad no basta. Hoy las firmas necesitan asumir nuevos desafíos, entenderse como agentes de cambio y pensar en todos sus stakeholders, no solo basándose en el asistencialismo, sino, sobre todo, con una mejor conducta en el mercado.

Su misión debe cumplirse sin impactar negativamente en el entorno, en la sociedad o en el medio ambiente. Y el primer nivel de entorno en el que debería centrarse son sus trabajadores. Mientras más valorado se sienta un colaborador mayor será su productividad y su compromiso. No es sencillo, pues a veces el interés de los trabajadores y el de la compañía parece incompatible, como sucede actualmente en el caso del sector agroexportador, pero un factor que puede ayudar a mejorar las relaciones es que entiendan el funcionamiento de la empresa y se sientan parte de ella. Eso exige transparencia por parte de las gerencias, y no todas están dispuestas a hacerlo, pero hay varios ejemplos en los que esta transparencia ha dado buenos resultados.

Pero los trabajadores son solo el primer eslabón. El entorno en el que se desenvuelven, llámese comunidad, departamento o país, también es importante, y si bien las empresas aportan dando trabajo y pagando impuestos, varias de ellas tienen la capacidad de potenciar su impacto no solo con programas directos, sino, fundamentalmente, con apoyo técnico al Estado, el cual puede ser canalizado incluso a través de sus gremios.

Finalmente, se requiere mirar más allá, sobre todo cuando los ciudadanos son cada vez más conscientes de su poder de elección y mayoritariamente lo usan para castigar a las empresas que afectan al medio ambiente o no muestran una actitud responsable. Si bien este es un poder no muy usado en el Perú, aquellas que exportan lo conocen muy bien y no demorará mucho tiempo para que aquellas que venden en el mercado interno también lo sientan.


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