Por Manuel Romero Caro
Economista

Mientras todo el país está distraído con la preparación de la selección para el Mundial de Fútbol, hay que tener mucho cuidado de que no nos metan un gol de media cancha con el gasoducto al sur y la petroquímica.

Si bien es cierto que siempre ha habido corrupción, si se analizan las cifras oficiales del Departamento de Operaciones Estructuradas de Odebrecht (Odb), área en la que se otorgaban los sobornos, apreciaremos que en los últimos años estos estuvieron creciendo exponencialmente. Habiendo aumentado más de 12 veces entre el 2006 y el 2012 (de US$ 60 millones a US$ 730 millones).

Y esto es solo la corrupción de Odb, a la que hay que agregar la de otras empresas y la de los otros dos tipos de corrupción: la “pequeña” corrupción (la del día a día con los funcionarios públicos, principalmente) y la corrupción política (aportes electorales). Mientras esto sucedía, los controles y la institucionalidad del sector público no han podido impedir la megacorrupción.

Por lo que es urgente implementar otro tipo de mecanismos para luchar contra esta nefasta tendencia. Como, por ejemplo, algún tipo de seguimiento desde el sector privado (que tendría continuidad e independencia) a los megaproyectos. Asimismo, hay que evitar que sigamos creando elefantes blancos que luego agobien a la población con los subsidios a asumir, deterioren aún más los servicios públicos y afecten la sostenibilidad fiscal.

En este sentido, nuevos elefantes blancos, sea que estos se creen por corrupción, por ineptitud, por no poder resistir las presiones populistas, o por cualquier otro motivo, sus desastrosos efectos negativos afectarán a la población.

Retrocesos

Por lo que preocupan las expresiones del PCM César Villanueva resucitando proyectos congelados. Es así que anunció que “se resolverá el problema del gasoducto al sur. Ese gas está destinado a beneficiar a todo el sur, pero no solo llevar gas sino transformarlo a través de una instalación de petroquímica que hace más rentable esa instalación” (LR 03.05.2018). Precisándose que el Gobierno licitaría la planta petroquímica de forma paralela al Gasoducto al Sur. Y que en julio se definiría la suerte del gasoducto.

Y, tal como están las cosas, tanto el gasoducto como la petroquímica serían unos auténticos elefantes blancos. Y los responsables de adoptar las decisiones sobre estos megaproyectos deben considerar que se trata de decisiones que afectarán a la ciudadanía durante los próximos 40 o más años, porque se estarían aprobando ingresos garantizados (subsidios) por ese plazo al que gane la buena pro.

Los que aumentarían en el tiempo porque no se ofrecerían a precios competitivos frente a las muy competitivas energías renovables.

¿Cómo puede anunciarse que se licitaría la planta petroquímica paralelamente al gasoducto al sur si el primero solo tiene estudios preliminares y el ducto no tiene estudio de mercado? ¿Estamos retrocediendo al anunciar proyectos que no han pasado por una evaluación social? ¿De nuevo saltando etapas fundamentales como en la Interoceánica sur? ¿Qué pasaría si no hay postores para uno de los dos proyectos?

Los problemas del gasoducto ya son conocidos: de oferta (no hay gas asegurado para ser transportado); de demanda (nunca se efectuó un estudio de esta. Y no hay ancla); de los elevados ingresos garantizados (subsidios); de las importantes restricciones que se arrastran del fracasado gasoducto de Odebrecht. Y la petroquímica requiere un precio subsidiado del etano y controles de precios.

Alternativa boliviana

Además existe una alternativa concreta de otro gasoducto. El presidente de YPFB (empresa estatal de petróleo boliviana) ha expresado su intención de construir un gasoducto a Ilo para exportar el gas boliviano, GLP y fertilizantes. Para lo cual se construiría una planta de gas natural licuado en Ilo. Asimismo, informó que ya “estamos en la etapa de ingeniería básica y avanzando en la ingeniería de detalle.

El 28.04.2018 , en la reunión entre los presidentes Martín Vizcarra y Evo Morales, se trataron las iniciativas bolivianas. Posteriormente el ministro de Hidrocarburos boliviano informó que la rusa Grazprom ha expresado su interés en el proyecto y anunció estudios de mercado e “inversiones fuertes”.

Al no tener los inconvenientes que enfrenta el gasoducto peruano, el ducto boliviano resultaría más competitivo. En ese contexto, resultaría más conveniente abastecer el sur del Perú con gas boliviano y destinar los recursos liberados a necesidades más rentables socialmente en nuestro país.

Además el planteamiento boliviano excede largamente el campo energético. Desde hace muchos años, el Perú ha estado compitiendo con Chile para que el gas boliviano salga por un puerto peruano y no por uno chileno.

El último episodio fue durante 2002-2003, cuando se frustró el intento de salida a través de un puerto chileno. Lo que se zanjara con un plebiscito que favoreció la salida por el Perú. Y la integración viene avanzando rápido, nos imaginamos que para presionar a Chile cuando llegue el momento de negociar la salida boliviana al Pacífico.

Es así que el 31.05 se reunieron en Ilo el ministro de Transportes peruano y el ministro de Obras Públicas de Bolivia, y adoptaron tres acuerdos: 1) Referido a que las tarifas del puerto de Enapu sean competitivas. 2) Avanzar en la ejecución del proyecto de corredor bioceánico. El que requerirá de un nuevo puerto. 3) La necesidad de promulgar la ley de cabotaje, lo que se haría vía decreto legislativo.

En este enfoque, no solo están en juego los temas energéticos, sino lo que los chilenos denominan la consolidación de la supremacía del Pacífico sur. Y si se lograra que el gasoducto y la planta de LNG se ubiquen en Ilo, y que un nuevo megapuerto opere gran parte del comercio exterior boliviano, se habría logrado una nueva consolidación del Pacífico sur.