o que se suma al Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles, que impone estándares mínimos para las acciones comunicativas empresariales y busca transparencia en cuanto a la clasificación de los fondos de inversión.  (Foto: Pixabay)
o que se suma al Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles, que impone estándares mínimos para las acciones comunicativas empresariales y busca transparencia en cuanto a la clasificación de los fondos de inversión. (Foto: Pixabay)

Gerente de Alternativos y Análisis de Prima AFP

El interés por la , lo y el cambio climático han tomado gran relevancia en el mundo en los últimos años. Por ejemplo, la encuesta realizada por Deloitte este año (Deloitte Global 2023 Gen Z and Millennial Survey) muestra que el 69% de la generación Z y el 73% de los millennials están tratando activamente de minimizar su impacto en el medio ambiente.

Asimismo, seis de cada diez yestán dispuestos a pagar más por productos y servicios sostenibles, lo que se encuentra atrás de la oleada de productos y servicios que muestran sus atributos sostenibles y verdes. Además, en el mundo de las inversiones se ha dado el mismo efecto, con una creciente adopción y etiquetado de fondos verdes y sostenibles, ante la demanda de los inversionistas.

Sin embargo, particularmente durante el último año hemos visto varios casos que involucran a gestores de activos, empresas y bancos, recibiendo multas o en procesos de investigación relacionados al greenwashing.

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se puede definir como el brindar una idea falsa o una verdad a medias sobre cómo los productos o servicios impactan el . En algunos casos, puede implicar hacer una afirmación sin fundamento que lleve a creer que los productos son respetuosos con el medio ambiente o tienen un mayor impacto ambiental positivo de lo que realmente tienen.

En ese sentido, los reguladores en todo el mundo vienen haciendo un esfuerzo por tener mayores definiciones y reglas que incrementen la transparencia en este campo. Recientemente, la aprobó nuevas reglas para prohibir las declaraciones de neutral que incluyen compensaciones y términos como “respetuoso con el medio ambiente”, o si no están respaldados por evidencia.

Lo que se suma al Reglamento de Divulgación de Finanzas Sostenibles, que impone estándares mínimos para las acciones comunicativas empresariales y busca transparencia en cuanto a la clasificación de los fondos de inversión.

En la misma línea, en , prepublicó recientemente el proyecto de “Guía sobre Publicidad Engañosa”, con el que busca mejorar los estándares con respecto a la publicidad verde en el país.

En la otra cara de la moneda, ante la creciente regulación y riesgo reputacional, está el llamado greenhushing, el cual consiste en que empresas comprometidas con la sostenibilidad y con delivery de sus objetivos no compartan sus progresos por temor al escrutinio público o a verse envueltos en alguna investigación.

De acuerdo con una encuesta realizada por South Pole, a más de 1,200 organizaciones de doce regiones comprometidas con la sostenibilidad, casi una cuarta parte (23%) de los encuestados indicaron que han fijado un objetivo basado en la ciencia para la reducción de emisiones, pero que no tienen previsto hacerlo público.

Es indudable que la transparencia y ética es lo que debería primar en todos los casos; no obstante, en este caso, adicionalmente está el hecho de que sobrevaluar o subvaluar los esfuerzos sostenibles y climáticos puede dificultar el tan necesario direccionamiento del capital hacia productos y servicios que apoyen la transición y cuidado del medioambiente.

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