Foto: Getty Images
Foto: Getty Images

Joel Jabiles

"Nos están fallando, pero las jóvenes estamos comenzando a entender su traición”, fueron las duras palabras de Greta Thunberg, activista sueca de 16 años, que impulsa el movimiento global Fridays for Future, a los líderes mundiales durante la Cumbre de Acción Climática de las Naciones Unidas celebrada esta semana en Nueva York.

Días antes, en una conferencia de prensa en Lima, previa a la marcha climática del 20 de setiembre, Alessia Beretta, una joven peruana también de 16 años, que forma parte del movimiento inspirado por Greta, advirtió: “Tengo 16 años y para el 2030, fecha límite para una situación de no retorno, recién tendré 27 años. No habré llegado a los 30 y mi futuro será un caos. Yo no quiero sobrevivir, quiero vivir. Por eso les pedimos que se unan a nuestra lucha".

El activismo de Greta, Alessia y millones de jóvenes alrededor del mundo ha tocado una fibra sensible. A pesar de las críticas que han recibido, ellas están inspirando a millones de personas a alzar sus voces sin temor, liderando la mayor lucha que enfrenta hoy la humanidad: la grave crisis climática que pone en riesgo los derechos humanos de millones de personas.

En ese contexto, un instrumento fundamental para el fortalecimiento de la acción climática en esta parte del mundo es el Acuerdo de Escazú, el primer tratado regional ambiental para América Latina y el Caribe. Justamente el 27 de setiembre pasado, y finalizando la Semana de Acción Climática, se cumplió un año de su firma por el gobierno peruano, el primer paso para su entrada en vigor.

El siguiente paso es que la Comisión de Relaciones Exteriores eleve al pleno del Congreso un dictamen favorable sobre el Proyecto de Resolución Legislativa para su votación y ratificación. A pesar de la crisis política, si ratifica este instrumento, el Legislativo habrá aprovechado la oportunidad histórica de convertir al Perú en un país líder en protección ambiental y en la lucha contra el cambio climático.

Pero, ¿cuál es la relación de este Acuerdo con el activismo de Greta y Alessia, y por qué es tan importante su ratificación? Pues se trata de un instrumento de carácter vinculante, que busca garantizar la implementación plena y efectiva de los derechos de acceso a la información ambiental (por ejemplo, sobre proyectos potencialmente contaminantes que pueden generar daños, conflictos o agravar los efectos del cambio climático), la participación ciudadana en las decisiones ambientales, y el acceso a la justicia ambiental.

El Acuerdo también establece responsabilidades para que los Estados garanticen que las personas puedan seguir defendiendo el medioambiente, sin coacciones, agresiones o violencias territoriales; es decir, sin que los intimiden, amenacen o asesinen. Esto es especialmente relevante para los pueblos indígenas y comunidades rurales, vulnerables a sufrir este tipo de ataques cuando defienden sus territorios, como en los casos de Máxima Acuña o de Edwin Chota, asesinado en 2014.

En un país que ya enfrenta los catastróficos efectos del cambio climático, no hay excusas para no ratificar este Acuerdo. Organizaciones de derechos humanos y ambientales lo han impulsado, y en Perú, más de 30 mil personas han firmado una petición impulsada por Amnistía Internacional para que el Congreso actúe con celeridad para defender el medioambiente y proteger a quienes lo defienden.

Como han señalado Greta y Alessia, no hay tiempo que perder. Existe suficiente evidencia de que el cambio climático ya está teniendo un impacto en los derechos humanos, y que este impacto se intensificará en los próximos años. Por eso, debemos oír su llamado, ya que está en juego todo lo que merece la pena. El Congreso no debe dilatar la ratificación del Acuerdo y debe transmitir a la ciudadanía y a la comunidad internacional el mensaje inequívoco de que están verdaderamente comprometidos con la supervivencia y el bienestar de las generaciones actuales y venideras, que dependen de lo que hagamos hoy.