(Foto: GEC)
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Por Elmer Cuba, Socio de Macroconsult

Los de los trabajadores no aumentan por que suba o no la. No es tan sencillo. Los salarios reales dependen de los equilibrios en los mercados laborales. Al final, reflejan el crecimiento económico, la intensidad de capital en relación a la mano de obra, el nivel de capital humano y la escasez relativa en diversos nichos del mercado laboral.

Por estas razones, los países desarrollados ostentan mayores remuneraciones de sus trabajadores. Existe una relación muy cercana entre el PBI per cápita y los salarios reales de los países. Los salarios no son más altos en un país u otro porque tengan o no más alto el salario mínimo. No es en la fijación de la remuneración mínima donde se juega el desarrollo de los países.

Sin embargo, a nivel de la sociedad, el salario mínimo tiene una especie de aureola. Cada persona –que no sea un pequeño empleador– tiene una imagen mental sobre lo que es una remuneración mínima “justa”. Por empatía, se puede pensar que el mínimo es muy bajo y que debería ser más alto. Muchos son presa del llamado “sesgo de disponibilidad”. Es decir, opinan desde la evidencia limitada a su experiencia cotidiana (lo que ves es lo que es). Por ello, un político siempre tendrá la tentación de aumentar el mínimo para ganar algo de popularidad. De hecho, los últimos 3 gobiernos aumentaron el mínimo al terminar los mandatos presidenciales.

El salario mínimo ha aumentado 24% en los últimos tres años, es muy improbable que en ese periodo la productividad del trabajo en ese segmento haya subido en esa proporción. Ello ha sido una de las causas de que la formalización laboral se haya detenido en estos años. Hoy en día, el salario mínimo es equivalente a la mediana de los ingresos de los trabajadores de las microempresas informales, las grandes empleadoras del país. Y es 15% superior a la mediana de los ingresos de los trabajadores independientes, que son las grandes mayorías del empleo urbano.

Para una minoría absoluta de trabajadores formales que ganan el mínimo, por supuesto que más es mejor. Pero, para las grandes mayorías nacionales compuestas por trabajadores informales e independientes en los segmentos de baja productividad dentro de servicios y comercio, intensivos en mano de obra, el aumento del mínimo significa un alejamiento de la probabilidad de ser empleados formalmente. Es decir, dentro de la legalidad.

Un salario mínimo bien fijado defiende a los trabajadores formales menos calificados, pero si se fija mal puede producir distorsiones e informalidad laboral y empresarial, sobre todo fuera de Lima. Debemos diseñar uno que cumpla sus objetivos y no genere distorsiones importantes en los mercados laborales del país.

El ajuste del salario mínimo es un tema que hay que zanjarlo cuanto antes porque mientras no se institucionalice con una ley, cualquier Gobierno lo seguirá modificando con criterio político, como ocurrió en los últimos años. Una propuesta: que aumentos del salario mínimo respondan a los incrementos de la productividad laboral del decil formal de menores ingresos y a la inflación.

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