Por Andrés Valle Billinghurst
Si realmente queremos cambiar el curso de las últimas décadas, debemos renovar nuestro mensaje y sobre todo nuestro comportamiento.
La CADE, IPAE y la propia Confiep no tienen poder relevante sobre las empresas. Son los líderes de estas los que deben pasar del confesionario y el baño de purificación a promover un Perú diferente. Los privados son los agentes que producen la riqueza. Sin embargo, gozan de confianza ínfima de los ciudadanos.
Aquí no estamos frente a hechos aislados. No nos engañemos. Hay un tema estructural. Pensemos en la siguiente pregunta.
¿Por qué no…
… denuncié a quienes sabía que infringían las regulaciones de los sectores extractivos?
… manifesté mi apoyo a las normas que combaten la elusión fiscal?
… mejoré hasta donde pude las condiciones de mis colaboradores y proveedores?
… actué como un ciudadano libre con autocrítica y usé el ejemplo como un promotor de cambio?
… contraté abogados honestos?
Podemos ensayar innumerables preguntas. Cada uno, las suyas.
Lo cierto es que a pesar de ser tardío y quizá oportunista el mea culpa del fin de semana, podemos usarlo para motivar un proceso de saneamiento interior a través del ejercicio virtuoso de nuestro trabajo diario. No se trata de someternos a las reglas de la moral Kantiana
Consiste en hacer lo correcto siempre.
Tenemos la gran ventaja que sea próximo el cambio generacional y que las mujeres, a pulso, y con gran justicia, toman día a día más relevancia en la comunidad.
Gerentes, directores, dueños y dueñas, pensemos que quien controla la riqueza tiene un gran poder. Usémoslo primero para tener la valentía de hacernos las preguntas difíciles que surgen cuando uno se encuentra consigo mismo, y luego hagamos compromisos, implementemos cambios y reportemos sus resultados con transparencia.
Esta propuesta, que parte de una autocrítica personal, demanda voluntad de cambio y ejercicio del comportamiento moral, más allá de lo legal, es, a mi juicio, aplicable a los distintos actores de la sociedad.
Empecemos usando como un motor la brisa de Paracas, antes que una paraca la convierta en tempestad.