Redacción Gestión

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BUENOS AIRES, (Reuters).- La puede estar estancada, pero la ciudad de Buenos Aires luce mejor que hace años y eso ha dado impulso a la popularidad de su alcalde, Mauricio Macri, de cara a las elecciones presidenciales de octubre.

Macri, un hombre de negocios conservador, construyó una fuerte base de poder en la capital argentina y es uno de los tres principales candidatos a suceder a la presidenta, , quien no podrá presentarse a una nueva reelección.

Sus opositores creen que dejará de lado a los pobres y se alineará con los grandes empresarios y los bonistas extranjeros que actualmente litigan contra el país, a los que la gestión de menosprecia llamándolos "buitres".

Pero las encuestas muestran que Macri es el candidato más identificado con el cambio en un país donde cada vez más votantes pide justamente eso. El ex presidente del club Boca Juniors, de 56 años, ha sido alcalde de Buenos Aires desde el 2007 y desde entonces su fama de un hombre eficiente no ha parado de crecer.

Miles de pasajeros recibieron la ayuda del "Metrobus" que su gestión introdujo en algunas de las principales avenidas de la ciudad, que separó los carriles de los autos de los de los autobuses y se sumó a las vías para bicicletas y parques con estaciones de salud que florecieron en la ciudad. "En general no les creemos a los políticos.

Te ofrecen 10 pesos y te roban 5. Pero Macri invirtió de un modo que mejoró la ciudad", dijo Maximiliano De La Torre, un peluquero que vive en el barrio de clase media Villa Crespo y que trabaja en el opulento barrio de Recoleta.

El alcalde de Buenos Aires asegura que abrirá Argentina a la inversión extranjera reduciendo los controles comerciales y de cambio que han afectado a la economía.

No obstante, después de ocho años de los ingentes gastos de la presidenta Fernández en subsidios que alcanzan a gran parte de la población, le resultará difícil superar los difundidos temores de que imponga un doloroso ajuste.

Las encuestas muestran que dos tercios de los votantes quieren que se terminen sus profundas regulaciones económicas como los límites a las compras de dólares, pero que no pretenden debilitar la red de asistencia social que ella fortaleció durante su mandato.

Macri, un ingeniero civil que comenzó trabajando como analista en la empresa constructora de su padre, aún no explicó cómo recortaría el gasto público sin afectar a la economía, pero prometió reducir la necesidad de subsidios a la pobreza mediante inversiones que impulsen la industria y creen más empleo.

También se comprometió a controlar la inflación, que actualmente ronda el 30 por ciento anual según analistas privados y que se ha convertido en un problema para los argentinos.

El candidato presidencial del partido opositor PRO que él mismo fundó tiene un 60 por ciento de aprobación en la ciudad de Buenos Aires, donde se encuentra el 10 por ciento de los votantes del país, pero su organización no alcanza mucho más allá de la capital.

Por eso buscó un acuerdo político con el tradicional partido Unión Cívica Radical (UCR), que el fin de semana decidió apoyar a Macri, cuya candidatura tendrá ahora una mayor penetración en las provincias argentinas y en la clase media.

Además, Macri contará con el respaldo de gran parte del poderoso sector agropecuario, que desde hace años está enemistado con la presidenta Fernández por los impuestos a las exportaciones de granos y las restricciones a las ventas externas de trigo, maíz y carne.

"Mi mensaje es claro, sin duda. Quiero que siembren todo lo que puedan. Y vamos a exportar a partir del 10 de diciembre todo el trigo que podamos, sin retenciones (impuestos a las exportaciones), sin límite", señaló recientemente Macri. Las elecciones primarias del 9 de agosto serán la mayor prueba para Macri.

Los votantes pueden escoger a candidatos de cualquier partido, así que estos comicios mostrarán quién es el más fuerte para intentar vencer al peronismo de centro-izquierda liderado por Fernández.

FACTOR NISMAN Macri ha ganado terreno desde el estallido de un escándalo tras la misteriosa muerte del fiscal Alberto Nisman, que fue encontrado en su departamento con un disparo en la cabeza el 18 de enero, cuatro días después de haber acusado a Fernández de intentar encubrir la supuesta participación iraní en un ataque que dejó 85 personas muertas en una mutual judía en 1994.

La mandataria desestimó las acusaciones como absurdas y un juez determinó que no había elementos suficientes para iniciar una investigación, pero la muerte de Nisman desató una ola de teorías conspirativas y golpeó la imagen de Fernández.

"El escándalo aceleró la polarización entre el Gobierno, de un lado, y Macri, del otro", dijo el analista Jorge Giacobbe. "Cuando el Gobierno es impopular, la gente quiere lo opuesto, y lo más opuesto a Fernández es Macri", añadió.

Según una encuesta de la consultora Management & Fit, la mitad de los argentinos cree que la presidenta trató de exonerar a los acusados por el sangriento atentado de 1994 en la ciudad de Buenos Aires.

La encuesta también mostró que el 47 por ciento de la población está abierta a votar por Macri, por encima del 42 por ciento de sus dos rivales principales, el diputado Sergio Massa y el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli.

Cualquiera de ellos probablemente llevaría a Argentina hacia una economía más amigable para las inversiones extranjeras.

Massa solía trabajar para la presidenta y Scioli pertenece a su misma corriente del partido peronista. Eso podría ayudar a Macri a atraer votantes independientes que quieren un corte radical con Fernández, pero seguramente será una carrera pareja.

"Aunque Macri ha aumentado su base de apoyo y sin duda ganó impulso en el último mes, el escenario sigue siendo altamente competitivo entre los tres principales aspirantes a la presidencia", dijo Ignacio Labaqui, un analista de Medley Global Advisors. "Probablemente la cosa siga así hasta las elecciones primarias de agosto", agregó.