El 29 de agosto, mientras el huracán Dorian se dirigía hacia la costa este de Estados Unidos, Elon Musk, CEO del fabricante de automóviles eléctricos Tesla, anunció que algunos de sus clientes en el camino de la tormenta notarían que sus automóviles habían desarrollado repentinamente la capacidad de conducir más lejos con una sola carga de batería.
Al igual que muchos vehículos modernos, los productos de Musk son mejor vistos como computadoras con ruedas conectadas a Internet. Los modelos más baratos de la línea de Tesla tienen partes de sus baterías desactivadas por el software del automóvil para limitar su alcance. Con solo digitar un teclado en Palo Alto, la empresa pudo eliminar esas restricciones y dar a los conductores acceso temporal a la potencia total de sus baterías.
Los autos computarizados de Musk son solo un ejemplo de una tendencia mucho más amplia. A medida que las computadoras y la conectividad se vuelven más baratas, tiene sentido integrarlas en cosas que no son, para nada, computadoras: desde pañales y cafeteras hasta vacas y robots de fábrica, creando un “Internet de las cosas”, o IoT.
Es una revolución lenta que ha venido acelerándose con los años en tanto las computadoras han logrado incursionar en automóviles, teléfonos y televisores. Pero la transformación está a punto de pasar ‘a toda máquina’. Una previsión es que para el 2035 el mundo tendrá un billón de computadoras conectadas, integradas en todos los objetos, desde empaques de alimentos hasta puentes y ropa.
Ese mundo traerá muchos beneficios. Los consumidores obtendrán practicidad y productos que pueden hacer cosas que las versiones no computarizadas no. Los timbres inteligentes Ring de Amazon, por ejemplo, vienen equipados con sensores de movimiento y cámaras de video. Trabajando en conjunto, también pueden formar una red privada de circuito cerrado de televisión, lo que permite a la empresa ofrecer a sus clientes un sistema de “vigilancia digital del vecindario” y transmitir cualquier video interesante a la policía.
Las empresas obtendrán eficiencia, ya que la información sobre el mundo físico que solía ser efímera e incierta se vuelve concreta y analizable. La iluminación inteligente en edificios ahorra energía. La maquinaria computarizada puede predecir sus propias averías y programar un mantenimiento preventivo. Las vacas conectadas permiten hacer un seguimiento de sus hábitos alimenticios y signos vitales en tiempo real, lo que significa que producen más leche y requieren menos medicamentos cuando se enferman. Tales beneficios son individualmente pequeños pero, mezclados una y otra vez en una economía, son la materia prima del crecimiento, potencialmente una gran parte de este.
Sin embargo, a largo plazo, los efectos más llamativos del IoT estarán en cómo funciona el mundo. Una forma de imaginarlo es como la segunda fase de Internet. Esto llevará consigo los modelos de negocio que han llegado a dominar la primera fase, por ejemplo, los monopolios de “plataforma” que todo lo conquista, o el enfoque basado en datos que los críticos llaman “capitalismo de vigilancia”. Cada vez más empresas se convertirán en firmas tecnológicas; e Internet se volverá omnipresente. Como resultado, una serie de argumentos no resueltos sobre propiedad, datos, vigilancia, competencia y seguridad pasarán del mundo virtual al real.
Comencemos con la propiedad. Como demostró Musk, Internet brinda a las empresas la capacidad de mantenerse conectadas a sus productos incluso después de que hayan sido vendidos, transformándolos en algo más cercano a servicios que a bienes. Eso ya ha difuminado las ideas tradicionales de propiedad. Por ejemplo, cuando Microsoft cerró su tienda de libros electrónicos en julio, sus clientes perdieron la capacidad de leer los libros que habían comprado (la empresa ofreció reembolsos). Algunos de los primeros usuarios de dispositivos de “hogar inteligente” han visto cómo estos aparatos dejaron de funcionar después de que los fabricantes perdieron interés.
Eso inclina el equilibrio de poder del cliente al vendedor. John Deere, un fabricante estadounidense de tractores de alta tecnología, se ha visto envuelto en una polémica por las restricciones de software que impiden a sus clientes reparar sus tractores por propia cuenta. Y dado que el software no se vende sino que “tiene licencia”, la empresa incluso ha argumentado que, en algunas circunstancias, un comprador de tractor puede no comprar un producto, sino que solo recibe una licencia para operarlo.
Los modelos de negocios virtuales sacudirán el mundo físico. Las empresas tecnológicas generalmente están felices de moverse rápido y romper cosas. Pero no puedes lanzar la versión beta de un refrigerador. El fabricante de smartphones Apple brinda actualizaciones para sus teléfonos durante solo cinco años más o menos después de su lanzamiento; los usuarios de teléfonos Android tienen suerte si obtienen dos años. Pero productos como lavadoras o maquinaria industrial pueden tener una vida útil de una década o más. Las empresas necesitarán descubrir cómo otorgar soporte a complejos dispositivos computarizados mucho después de que sus programadores originales hayan pasado a otra cosa.
Los datos serán otro punto crítico. Para gran parte de Internet, el modelo de negocio es ofrecer servicios “gratuitos” que se pagan con datos valiosos e íntimos de los usuarios, recopilados con el consentimiento que es informado a medias en el mejor de los casos. Eso también es cierto para el IoT. Los colchones inteligentes siguen el sueño. Los implantes médicos observan y modifican los latidos del corazón y los niveles de insulina, con diferentes grados de transparencia. La industria de seguros está experimentando con el uso de datos de automóviles o rastreadores de ejercicios para ajustar las primas de los clientes. En el mundo virtual, los argumentos sobre qué se debe rastrear y quién posee los datos resultantes pueden parecer idealistas y teóricos. En el mundo real, serán temas más urgentes.
Luego está la competencia. Los flujos de datos de dispositivos del IoT son tan valiosos como los obtenidos de publicaciones en Facebook o de un historial de búsqueda en Google. La lógica de las empresas basadas en datos, que mejoran cada vez más a medida que recopilan y procesan más información, replicará la dinámica del mercado que ha visto el surgimiento de gigantes compañías de plataforma en Internet. La necesidad de estándares y de que los dispositivos de IoT se comuniquen entre sí, se sumará a las ventajas de los líderes, al igual que los temores de los consumidores, algunos de ellos justificados, sobre la vulnerabilidad a los hackers de los automóviles conectados a Internet, los implantes médicos y otros dispositivos.
Es difícil predecir las consecuencias de cualquier tecnología, especialmente una tan universal como la informática. La aparición del Internet del consumidor fue recibido con optimismo soñador hace 25 años. En estos días, son los defectos de Internet, desde el poder de monopolio hasta el espionaje corporativo y la radicalización en línea, los que dominan los titulares. El truco con el IoT, como con cualquier cosa, será maximizar los beneficios y minimizar los daños. Eso no será fácil. Pero las personas que piensan cómo hacerlo tienen la ventaja de haber vivido la primera revolución de Internet, lo que debería darles una idea de qué esperar.