Por Sarah Green Carmichael
Como dice el refrán, el dinero no puede comprar la felicidad. Eso sin duda parece aplicarse al 2020: las tasas de depresión y ansiedad han aumentado, a pesar de que muchos hogares tienen más efectivo disponible de lo habitual.
Las tasas de ahorro en Estados Unidos aumentaron a un —antes inimaginable— 34% en abril y se mantuvieron en un —aún alto— 14% en septiembre. Los ahorros en el Reino Unido también han alcanzado niveles récord, ya que los hogares han ahorrado 29% de su ingreso disponible.
Debe haber alguna manera de usar este dinero extra para alegrar nuestros espíritus; incluso si los gimnasios, cafeterías, hoteles y restaurantes no son seguros; incluso si los viajes están restringidos; incluso si las mejores cosas de la vida son gratis. Después de todo, en una pandemia, esas actividades gratuitas —como visitar lugares de culto, noches de juegos o cenas— pueden ser mortales.
Para averiguar si es realista invertir dinero en el problema de la infelicidad inducida por el COVID, llamé a Elizabeth Dunn, profesora de psicología de la Universidad de British Columbia y coautora de “Happy Money: The Science of Happier Spending”.
Un área en la que ella dice que definitivamente vale la pena gastar: hacer ejercicio. La actividad física es realmente buena para nuestro bienestar emocional; puede ser tan efectiva como los medicamentos para tratar la depresión, según revelan estudios, aunque solo se trate de caminar 30 minutos tres veces por semana.
Y, a falta de otras distracciones, muchos de nosotros sí hicimos más ejercicio durante el verano: ciclismo, trote, incluso patinaje en línea. Pero la llegada del invierno puede hacer que moverse sea más costoso; pero no es necesario derrochar en costosos programas deportivos.
Para prepararme para entrenar en interiores en invierno, compré un rodillo usado de entrenamiento para bicicleta en Facebook Marketplace y un par de pesas en Amazon por un total de aproximadamente US$ 200. Las clases de bodyweight, yoga y pilates requieren poco o nada de equipos especiales y se pueden encontrar gratis en Instagram o YouTube, o por una pequeña tarifa mensual a través de aplicaciones como MindBody.
Pero no dejes de salir al aire libre, dice Dunn. Una serie de estudios han vinculado la práctica de pasar tiempo en la naturaleza con una mejor salud mental. Y, por supuesto, las tasas de transmisión de COVID son mucho más bajas al aire libre, lo que permite socializar de manera relativamente segura mientras permanezca afuera.
A medida que los días y las noches se hacen más fríos en el hemisferio norte, podría ser necesario poner en funcionamiento la creatividad para permanecer en la naturaleza, y esto introduce una nueva categoría de cosas para comprar: artículos para mantenernos en calor.
No estamos hablando de chimeneas ni calentadores de patio que, a estas alturas, pueden estar disponibles solo como pedido pendiente. ¿Una primera capa de lana? ¿Un saco de dormir de plumas? ¿Esos calentadores químicos de manos y pies que lleva al esquí? Algunas compañías de productos y equipamiento para actividades al aire libre incluso fabrican chaquetas con calefacción a batería. Yo me he mantenido en calor mientras socializo al aire libre con una taza de té de hierbas hirviendo en mi mano.
Otra forma de invertir en felicidad es comprar experiencias. Somos más felices comprando experiencias que bienes materiales, según sugieren varios estudios. De hecho, antes de la pandemia, era difícil pasar una semana sin leer sobre la “economía de la experiencia” o el compromiso de los mileniales con la compra de recuerdos en lugar de cosas. Es solo que comprar cosas que hacer se ha vuelto mucho más difícil.
“Todavía es posible comprar experiencias, pero podrían ser un poco diferentes”, dice Dunn. “Por lo general, no pensamos en comprar comida para llevar como una experiencia, pero los sábados por la noche he estado pidiendo comida para llevar del tipo de restaurante elegante al que normalmente iría a cenar”. Hace que el día se sienta especial, y es algo que esperamos toda la semana.
Y, de hecho, dice, “parte de la razón por la cual las experiencias son poderosas es la anticipación”. A veces, esperar algo es más placentero que la experiencia en sí misma. Es por eso que Dunn y un amigo están planeando un viaje a un rancho en el verano de 2021. “Probablemente podríamos esperar para comenzar a planear este viaje”, admite, pero completar su documento compartido de Google les da algo divertido que hacer ahora.
Otra forma de comprar una experiencia es comprar más tiempo libre. Las personas se sienten mucho más felices cuando subcontratan tareas que les parecen desagradables, según la investigación de Dunn, pero la culpa a menudo nos impide hacerlo. Después de todo, es un trabajo que podríamos estar haciendo nosotros mismos.
No obstante, dice, si odia cocinar, o simplemente se cansa de tener que hacerlo día tras día, no lo piense tanto y compre comidas preparadas. Si prefiere no palear la nieve, contrate a alguien para que despeje la calzada. Con eso también apoyará a empresarios locales.
La última y mejor manera de comprar la felicidad: ayudar a los demás. Una parte de la investigación de Dunn se centra en lo que los académicos llaman “gasto prosocial” y sus poderosos efectos.
Las donaciones caritativas nos traen alegría; nos sentimos aún mejor cuando podemos ver los efectos tangibles de nuestra donación. Así que haga una donación a un centro comunitario de alimentos o envíe un pedido a algún amigo que esté pasando por un momento difícil. Vaya a dejar una cena casera a algún pariente solitario, incluso si tiene que dejarla en su porche.
“Dada la cantidad de personas que sufren en este momento, aquellos de nosotros que tenemos la suerte de tener empleos a tiempo completo y remunerados podríamos considerar usar nuestro dinero para ayudar a otras personas”, dice Dunn. “Mi investigación ha demostrado que es una muy buena manera de comprar felicidad para nosotros mismos”.
¿Cómo se mide cuánta generosidad es suficiente? Una antigua regla de oro: dar hasta que se sienta bien.