(Foto: AP)
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Luego de una larga jornada, Annekathrin Fiesinger está demasiado cansada como para ponerse a cocinar en su casa. En estos casos, esta mujer de 34 años usa su teléfono para ver qué comidas están siendo ofrecidas a precios rebajados en restaurantes, hoteles y panaderías de la zona.

Fiesinger, quien trabaja por horas en una cafetería y estudia ciencias de ecosistemas, es parte de un creciente movimiento de personas empeñadas en preservar el medio ambiente que usan aplicaciones para reducir el desperdicio de comida y de paso las que alteran el clima.

Si bien no está claro qué impacto tienen estos esfuerzos en la reducción de las emisiones, reflejan hasta qué punto la preocupación por el medio ambiente está afectando el comportamiento de personas y negocios.

“Par mí, todo gira en torno al medio ambiente”, dijo Fiesinger. “No podemos seguir desperdiciando tantas cosas”.

Fiesinger usa “Too Good To Go” (demasiado bueno como para ser desaprovechado), la aplicación más popular de Europa para encontrar comida sobrante a precios rebajados. La aplicación usa el GPS de su teléfono para avisarle qué negocios de la zona tienen comida sobrante y qué es lo que ofrecen.

“Es facilísimo: Bajas la aplicación y de camino a tu casa eliges lo que más te gusta”, explicó mientras revisaba los platos disponibles.

Cada vez más servicios usan la tecnología para reducir el desperdicio de comida.

“Rescatamos 14 millones de comidas que iban a ser tiradas a la basura. Se evitaron 35,000 toneladas de dióxido de carbono”, manifestó la portavoz, Franziska Lienert.

Agregó que la aplicación es usada por 10 millones de personas y que participan 23,300 negocios de comestibles. Otras aplicaciones similares son FoodCloud, Karma y Olio.

La comida vendida a través de “Too Good To Go” cuesta generalmente un 50% menos y la aplicación cobra 1.09 euros (US$ 1.22) por su servicio.

La mayoría de los usuarios son estudiantes universitarios y profesionales jóvenes, versados en el manejo de la tecnología.

Si bien cada vez más negocios participan en programas de este tipo, los hay también que donan los sobrantes de comida a instituciones caritativas.

Países como Francia y la República Checa sancionaron en tiempos recientes leyes que prohíben a los supermercados tirar comida y los conmina a donarla a gente necesitada.

La berlinesa Fiesinger revisa las comidas disponibles en su barrio. Optan por una pasta y hace el pedido. El pago es automático.

“En Berlín es muy fácil encontrar algo. Hay algo esperando por ti en cada esquina”, manifestó.

Armin Doetsch, dueño de un restaurante, dice que participa en el programa mayormente para preservar el

“A menudo nos quedan sobrantes del almuerzo”, explicó. “En lugar de tirarlos a la basura, preferimos venderlos a precios rebajados, por más que ganemos poco”.

Sirve pasta con hongos, rebajada de 6.50 a 3.80 euros, en un recipiente que llevó Fiesinger y se lo devuelve sonriente.

“También queremos reducir el uso de contenedores”, dice Doetsch. “A quienes traen su propio contenedor les regalamos un helado”.