Una nueva edición de las subastas del Museo de Arte de Lima (MALI) se alista para el 25 de marzo. El evento que gira en torno a la temática del diseño tardó casi un año en ser organizado. ¿Qué discusiones ocurren tras bambalinas?
Unión de fuerzas
Quince personas integran el comité de subastas. “Cada uno es un líder de opinión en sus campos”, señala Gonzalo Li, uno de los miembros. Desde la selección de piezas a nivel curatorial hasta la comunicación son temas contemplados por el equipo.
Este ha sido un año “atípico”, dice Armando Andrade, presidente del Comité de Subasta. Y es que estas pujas suelen organizarse cada seis o siete meses. “Algunas se anticipan porque es imposible conseguir obra y tienes que mandar a hacerla o traerla”, cuenta.
En esta subasta “la sostenibilidad y la tecnología son elementos transversales a cómo se escoge una pieza y qué se dice de ella”, detalla Paulo Dam, arquitecto que ocupa el subcomité de selección de obras.
Como este, la coordinadora de subastas del MALI, Natalia Delgado, detalla que “hay una serie de subcomités que se reúnen una vez a la semana por la cantidad de temas que se deben tocar”.
“Unimos fuerzas”, sentencia Úrsula Vega. La misión es seleccionar 70 o 90 lotes para subastar de los 300 en promedio que se suelen recibir. Para esta edición “hemos recibido más de 250”, acota Delgado.
Convocatoria al público
Así, la posta la toman el subcomité de experiencia y contenido cultural más cerca al evento, el de relaciones públicas y demás.
“Hemos abierto los cofres que han estado cerrados por años, visitando diseñadores, familias de aquellos que han fallecido, archivos. La gran inversión es de tiempo”, romantiza Andrade.
La exigencia se percibe a la hora de encomendar la elaboración de prototipos. “Hemos comisionado a diseñadores específicamente para esta subasta bajo una edición limitada”, sostiene Li.
Y para garantizar la convocatoria “organizamos tres conversatorios privados en playas del sur”, comenta Úrsula Vega.
A estos asisten 150 personas, entre coleccionistas y potenciales a convertirse en uno. A ellos se les muestra un preview del catálogo.
“Como el diseño genera más piezas utilitarias podemos acercarnos a gente más fresca y generar interés por la colección”, sostiene Li.
“No estamos buscando a gente que puede gastar muchísimo dinero, sino que empiezan a dar el primer paso con pequeñas compras”, apunta Talía Durand. “En el tiempo puede convertirse en un mercado muy lucrativo si lo mantienes”, anota Isabel Miró Quesada.
Objetivos de la recaudación
Los recursos recaudados en las subastas se usan principalmente para “la compra de obra, del activo corriente del museo y crear un fondo que permita comprar alguna pieza muy relevante”, explica Andrade.
A lo que Bartomeu Marí, también director del museo, añade: “El día a día tiene un costo importante que no se ve, pero es real”. Lo recaudado por las subastas cubre entre el 5% y 10% de estos gastos.
Aunque el objetivo es recaudar recursos, la discusión por la elección de piezas se puede tornar caliente cuando hay otros intereses. “Estamos conscientes de que nos toca señalar piezas que seguramente van a ser difíciles de vender o que no van a dejar gran utilidad”, admite Andrade.
Aunque a estas alturas no se tiene definida la pieza más cara, el comité promete tener históricas y exclusivas.
En Corto
Artistas jóvenes. “Normalmente barajamos entre 5 y 15 nombres de artistas nuevos que incorporamos en cada subasta”, señala Andrade. La revalorización de su obra tras aparecer en el MALI es importante, pues en 20 años sus piezas pueden pasar de costar de US$ 2,000 a US$80,000. Para que los coleccionistas los conozcan, contarán su historia y la de su trabajo a través de videos.