Plan. “Estaré enfocado en los datos por mucho tiempo”, dijo Kennedy a la revista MIT. (Foto: ISTOCK)
Plan. “Estaré enfocado en los datos por mucho tiempo”, dijo Kennedy a la revista MIT. (Foto: ISTOCK)

No tenía ninguna urgencia médica, pero una tarde de junio del 2014 el neurocirujano Phil Kennedy se sometió a una cirugía cerebral valuada en US$ 30,000. ¿Qué puede conducir a un sexagenario saludable a tal decisión?

Antecedentes

A finales de los 90, Kennedy se convirtió en una celebridad médica por haber implantado electrodos de alambre en el cerebro de un veterano de guerra con parálisis.

El hombre, Jhonny Ray, fue considerado el primer cíborg del mundo: su caso marcó además un hito al convertirse en la primera persona que lograba comunicarse mediante una interfaz cerebro – computadora.

A partir de ese momento, Kennedy se dedicó al sueño de hallar la forma de digitalizar los pensamientos.

Pero no todos los casos siguientes progresaron. El programa de investigación de Kennedy sufrió recortes y, antes de que pudiera hallar a su próximo paciente con esclerosis (ELA), la agencia de gobierno americana FDA revocó la aprobación para sus implantes.

El neurocirujano concluyó así que la única manera de avanzar en su proyecto era hacerlo con él mismo. Ya que para el siguiente estudio precisaba de alguien capaz de hablar en voz alta, la respuesta yacía –literalmente– dentro de su cabeza. “Qué demonios –pensó–. Lo haré yo mismo”.

Única solución

Once horas y media duró la cirugía cerebral. Y, si bien no hubo mucho sangrado durante el procedimiento, su recuperación estuvo llena de inconvenientes: Kennedy estuvo a punto de quedarse sin habla.

E incluso cuando empezó a recuperarla, tuvo problemas para encontrar los términos correctos a las cosas. Podía mirar un lápiz y llamarlo papel, pero su fluidez mejoró.

Tan pronto como se recuperó, el neurocirujano se lanzó a la recopilación de datos. Y, tras una segunda intervención complementaria, pudo sincronizar palabras con sus huellas neuronales, de forma parecida a la manera en que un cineasta hace coincidir la imagen con el sonido, explica Wired.

Hoy el propósito del científico, que debió retirarse recientemente los implantes dada una incisión que no cerró, se mantiene. Quiere que las personas que padecen diferentes clases de parálisis puedan comunicarse con su entorno de manera natural.

Al momento, Kennedy ha identificado que cuando se emite verbalmente algunos sonidos se ‘encienden’ 65 neuronas, y que cuando se imagina diciendo esos mismos sonidos las mismas neuronas se activan.

Este podría ser, según, uno de los primeros pasos para convertir las operaciones neuronales del lenguaje en datos computacionales que puedan ser entendidos por un sintetizador de voz.

La investigación de Kennedy es única. A diferencia de otros científicos enfocados en que sus pacientes con discapacidad controlen extremidades robóticas, a Kennedy le interesa construir una interfaz cerebro-computadora que pueda fluir como el habla de una persona sana.

En efecto, el habla es mucho más compleja que el movimiento de una extremidad: requiere la coordinación de más de 100 músculos diferentes, desde el diafragma hasta los labios.

Las complicaciones del habla

Por ello, poco después de su intervención, Kennedy comenzó a registrar sus huellas neuronales mientras repetía 29 fonemas (como e, eh, a, o, u, y consonantes como ch y j) en voz alta, luego los imaginaba en silencio. Hizo lo mismo con cerca de 290 palabras cortas y después frases.

“El primer objetivo es recuperar el discurso”, dijo Kennedy a la revista Wired. “El segundo es restaurar el movimiento. De hecho, muchas personas ya están en eso, solo necesitan mejores electrodos. Y lo tercero sería comenzar a mejorar las capacidades de los humanos sanos”.

El detalle es que los avances no suelen estar a la altura de las expectativas. Al menos, no de inmediato.

Y es que algunos científicos aún están esperanzados en las posibilidades de la investigación. Pues esta ha permitido acceder a datos que no se habrían obtenido de otra manera.

En Corto

Expectativa. La tecnología de implantes, admiten los científicos, se desarrollará lentamente a lo largo de la próxima década. Se espera que la interfaz del médico ‘cíborg’ progrese en similar medida gracias a los datos que pudo recolectar durante varios años.

TAGS RELACIONADOS