(Foto: Reuters)
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El fallecimiento de dos máximos ejecutivos ancianos—íconos de los ferrocarriles y la banca— en un mismo día muestra por qué algunos inversores y expertos en dirección empresarial quieren que las compañías revelen más detalles sobre sus planes de sucesión y la salud de sus dirigentes.

Hunter Harrison, de CSX, que tenía 73 años, murió el sábado, un día después que la noticia de su ausencia por enfermedad provocó la mayor baja de las acciones de la operadora ferroviaria en seis años.

M&T Bank afirmó que Robert Wilmers falleció “de forma repentina e inesperada” a los 83 años, a solo meses de la muerte de su propio heredero.

Estos fallecimientos subrayan los problemas legales, de privacidad y de gobierno empresarial relacionados con una realidad del cambio demográfico: a medida que envejece la población de Estados Unidos, también lo hacen los caciques de las corporaciones estadounidenses.

La edad promedio de los máximos ejecutivos aumentó 4% en los últimos 10 años y se realizó por lo menos un cambio ligado a la salud en la cúpula de las empresas del índice Standard & Poor’s 500 en cada uno de los últimos tres años, según la firma de selección de ejecutivos Spencer Stuart.

“Enfrentamos un nuevo paradigma laboral”, dijo Davia Temin, directora de Temin & Co., una empresa de gestión de crisis con sede en Nueva York. “Si una persona está haciendo lo que ama hacer, no lo dejará de forma voluntaria. Esto significa que trabajará más tiempo y quizá con un poco más de ilusión de que la muerte no se aplique a ella”.

Fin de la ilusión
Las empresas podrían verse obligadas a reaccionar conforme se desvanezca esa ilusión. Incluso tras las muertes de Wilmer y Harrison, los datos compilados por Bloomberg muestran que quedan 50 máximos ejecutivos mayores de 65 en el S&P 500. Diecinueve de ellos son mayores de 70 y tres, entre ellos Warren Buffett, mayores de 80.

Como la muerte es impredecible, la sucesión es cada vez más importante, dijo Temin. En primer lugar, la empresa debe contar con un plan de comunicación claro para toda contingencia, inclusive enfermedades y muertes, y con un plan que como mínimo esté “casi listo ahora” para nombrar al próximo máximo responsable, dijo.

El o la CEO debe superar toda aprensión a discutir quién será su reemplazante mucho antes de estar listo o lista para irse, señaló Temin.

Cuando los contratan empresas que cotizan en bolsa, los ejecutivos fundamentales como el máximo responsable y los directores deberían firmar dispensas que autoricen la divulgación de problemas de salud a criterio de la junta, dijo Allan Horwich, socio de Schiff Hardin y profesor de Derecho de la Universidad del Noroeste.

Horwich también propone modificar las normas de la Comisión de Valores y Bolsa de EE.UU. (SEC, por sus siglas en inglés) para exigir específicamente la divulgación de todo problema de salud que podría impedirle a un ejecutivo dirigir la empresa en los dos años posteriores.

No se tomaron medidas formales para cambiar las normas de la SEC y toda “presión para fijar reglas debe provenir del mercado”, dijo Tom Lin, profesor de Derecho de la Universidad del Temple que investigó problemas con la privacidad y la divulgación de información sobre los máximos ejecutivos.

Para ser francos, dijo, un motivo por el cual no hay pautas claras es que algunos máximos responsables son menos importantes que otros para sus empresas o sus industrias.

“No todos los máximos ejecutivos son Warren Buffett o Steve Jobs”, dijo Lin.

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