Este es el momento en que la SpaceShipTwo se desacopla del jet y se dirige hacia el espacio. (Foto y video: Virgin Galáctica)
Este es el momento en que la SpaceShipTwo se desacopla del jet y se dirige hacia el espacio. (Foto y video: Virgin Galáctica)

Por Michael R. Strain

Muchos de los comentarios de celebración por el aniversario la semana pasada del vuelo espacial que llevó al ser humano a la se enfocaban en la escala del logro. Pero ahora que las botellas de champaña están vacías, vale la pena considerar las lecciones económicas que se encuentran en el espacio exterior.

Una es el rol central de los gobiernos en la provisión de bienes públicos. Estos tipos de bienes son inusuales en dos sentidos: nadie puede ser excluido de consumirlos, y el uso por parte de una persona no disminuye el uso de otra. Si se les deja en manos del mercado privado, no se produciría la cantidad suficiente del bien público que funcione mejor para la sociedad.

El programa de alunizaje Apolo era un bien público. Todos los estadounidenses consumieron la misma cantidad de orgullo nacional y logro humano hace 50 años, cuando y Buzz Aldrin caminaron sobre la luna. Uno de los objetivos del programa era vencer a la Unión Soviética en la exploración espacial.

Esto requería acción centralizada del gobierno, y gastó una sorprendente cantidad de US$ 7 por cada US$ 1,000 de los ingresos nacionales en el presupuesto de laa mediados de la década de 1960.

En un artículo publicado el año pasado, el economista Metthew Weinzierl documenta lo que ocurrió a continuación. Después de haber derrotado a la U.R.S.S. en el espacio, la NASA decayó en ausencia de un objetivo claro. El programa de transbordadores espaciales tuvo resultados mixtos, y después de funcionar por tres décadas fue finalizado en 2011, por lo que EE.UU. quedó incapacitado para volver a poner un humano en el espacio.

Durante este periodo, el gobierno de EE.UU. cambió su relación con la exploración espacial. Una comisión presidencial llegó a esta conclusión en 2004: El rol de la NASA debe limitarse solo a aquellas áreas donde haya pruebas irrefutables de que solo el gobierno puede realizar la actividad propuesta.

Durante la mayor parte de la última década, la comercialización del espacio ha avanzado a pasos agigantados. Weinzierl enumera varias docenas de compañías activas. Algunas son compañías de "acceso espacial", enfocadas en lanzar personas y cargas al espacio. Algunas son compañías de "datos y análisis de satélites".

Las compañías de "hábitats y estaciones espaciales" planean facilitar la fabricación, la investigación y el turismo en la órbita baja de la Tierra, a altitudes de entre 150 y 2,000 kilómetros. Otras compañías quieren extraer minerales de los asteroides y colonizar la y Marte.

Weinzierl informa que la inversión en emprendimientos de "Nuevo Espacio" se ha multiplicado por cinco en las últimas dos décadas, de menos de US$ 500 millones al año durante la década de 2000 a aproximadamente US$ 2,500 millones al año en 2015 y 2016.

La financiación para estas compañías proviene en parte de emprendedores lo suficientemente ricos para manejar los altos costos que conlleva entrar al mercado del comercio espacial, incluidos nombres conocidos como Elon Musk, Jeff Bezos, Richard Branson y Paul Allen.

La lección económica de esta emocionante actividad es tan conocida como la importancia de los bienes públicos proporcionados por el gobierno: los mercados, con su capacidad para agregar información, promover la innovación y distribuir recursos y capital, están bien preparados para desarrollar este nuevo sector comercial. Además, el enorme potencial de ganancias de la comercialización espacial atrae a inversionistas y emprendedores dispuestos a tomar riesgos significativos.

Este nuevo sector también muestra la importancia de otras lecciones. Por ejemplo, el rol de las externalidades en los mercados privados. Weinzierl informa que actualmente hay en la órbita baja de la Tierra unos 23,000 objetos de más de 10 centímetros de diámetro, 500,000 entre 1 y 10 centímetros y más de 100 millones de menos de un centímetro.

La cantidad de escombros espaciales incrementó dramáticamente el 10 de febrero 10 de 2009, cuando un satélite de comunicaciones colisionó con un satélite ruso fuera de servicio y, dos años antes, cuando destruyó un satélite climático con un misil. En las últimas dos décadas, la cantidad de escombros espaciales incrementó aproximadamente 67%.

Incluso los pequeños pedazos de los escombros espaciales pueden infligir un daño enorme en los satélites, las naves y las estaciones espaciales. Una solución sería un impuesto a los escombros, lo que elevaría los costos de crearlos. No obstante, nadie tiene autoridad impositiva en el espacio.

Los costos de oportunidad permean los costos de la exploración espacial. ¿Los dólares gastados en exploración del cosmos serían mejor usados para resolver los problemas en la Tierra? El problema económico de descontar -determinar cuánto valen los beneficios futuros en el presente- es vital para la actividad espacial, tanto gubernamental como comercial.

Un argumento atractivo para colonizar Marte -y, más ampliamente, convertirnos en una civilización espacial- es mitigar el riesgo de extinción si la especie humana habita un solo planeta. Sin embargo, esos riesgos podrían no materializarse hasta dentro de varios siglos.

¿Qué tan importante es el bienestar de nuestros tataranietos? ¿Cuánto deberíamos invertir en su nombre? Las respuestas a estas preguntas no son fáciles. Y la economía no es la prioridad en la mente de las personas cuando piensan en la exploración espacial. Pero los días en que eso es cierto están contados.

A medida que se comercializa el espacio, el motivo de las ganancias impulsará a la humanidad fuera de su cuna y hacia las estrellas.