José Tola (Foto: GEC)
José Tola (Foto: GEC)

“La revaloración de su obra será la historia a partir de mañana. Ahora hay que honrarlo y agradecer el legado que ha dejado”, defiende con nostalgia la galerista Lucía de la Puente a su amigo José Tola en diálogo con Gestión. Lo conocía desde hace 20 años. “La primera muestra que hicimos fue en 1998”, recuerda la galerista.

Personalidad

Desde entonces lo consideró “auténtico y nunca regido por el mercado”. Lo único que le importaba a Tola era pintar. “Le gustaba hacerlo por las noches. Se amanecía varios días seguidos”, relata. Y “al terminar el proceso duro de la creación, entre inseguridades y lucha, la obra dejaba de tener importancia. Incluso, destruía las que no les gustaba”.

De hecho “a veces le incomodaba hablar de dinero”, añade sobre el artista que prefería dejar los temas financieros en manos de galeristas, su hermana e incluso alguna vez en las de su exesposa. “No es algo común, pero él era de la vieja escuela”, agrega De la Puente sobre el creativo que no llevaba celular.

Eso, sin embargo, no lo alejaba de la tecnología. Y aunque investigaba a través de Internet, “era un devorador de libros”.

US$ 32 mil fue el precio pagado en una subasta de la Casa Sotheby’s por un cuadro de José Tola este año. Su precio base era US$ 20,000.


Por eso, aunque “podía parecer una persona hosca y de no salir mucho, era muy amigo de escritores y tenía una de las bibliotecas más completas de arte que conozco”, rescata de la Puente. Bryce Echenique, Max Hernández y Fernando Ampuero fueron sus compañeros más allegados. Es que tenía un buen sentido de humor negro, “muy fino”.

Pasiones

Tola también coleccionaba porque le gustaba vivir rodeado de objetos. “Varios años de su vida se la pasó comprando. Esa fue una de sus grandes pasiones”, admite su amiga. En su casa y estudio guardaba objetos de la India, África, de la selva peruana y demás lugares inimaginables.

Además, conservaba la obra de otros artistas. “Es algo que no se suele ver. A ellos que no les gusta convivir con eso y prefieren lo personal. A él le gustaba el intercambio”, detalla De la Puente, quien apenas tres días antes de su muerte le consultaba con las piezas de qué autor se quedaría si solo pudiese escoger a uno. “Jean Dubuffet”, le contestó Tola, pues se trata del pintor que más influyó en su obra.

Tal vez por eso “manejó el color como pocos. No le tenía miedo a probar gamas y paletas”, resalta De la Puente. “Hacía trazos violentos y al mismo tiempo podía ser muy dulce, sobre todo en sus últimos años”. Es que “en toda su obra se traducen sus tormentos, alegrías y conflictos”, sentencia su amiga.

EL ARTISTA EN SUS PROPIAS PALABRAS

1943: Abandono el vientre de mi madre. Lima es más fea.

1963: Ingreso a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid, España.

1968: Recibo mi título, 5 años de Academia. Regreso a Lima. Chata y más fea aún. Me encierro en la avenida Abancay y Grau a pintar y grabar. Primer premio, concurso San Isidro.

1970: • Primera exposición individual. Respiro. No leo críticas. Integrante con Tilsa, Szyszlo... Matta, Botero, Guayasamín... de la 1º Exposición de Pintura Contemporánea de los Países del Área Andina. • Regreso a España, Alemania, Grecia, Turquía, Irán, Afganistán, Pakistán, India, manejando una kombi.

1971: Me pago mi pasaje y regreso a Lima. Busco a Ugarte Eléspuru para trabajar de profesor.

1972: Regreso a Marruecos, Alemania, Austria, Suiza... vago, vago y sigo vagando. Camino casi toda Europa. Exposiciones callejeras. Vendo tres carpetas de óleos sin firmar para un aficionado al arte.

1977: Me encierro a pintar definitivamente aunque el infierno se hunda. Se hunde. 79 destruyo todo y no expongo. 80 regreso a España, Marruecos, Mauritania.

1980: Vendo todo menos mi alma. El camino del “éxito” es ese.

1985: El “éxito” se convierte en desconcierto.

1990: Construyo un nuevo taller. Empiezo. Catorce meses. Veinticinco horas diarias.

1995: Museo de la Nación, “José Tola. Retrospectiva: 1965-1995”. Pienso: treinta años en esto. Casi mi vida.

1997: Pinto. No pinto. Hace diez años no pintar un día me atormentaba. Ahora la idea es otra. Puedo trabajar de cabeza, parado, sentado, con o sin materiales. Crear desde lo más hondo: la verdad o nada.

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