Seattle
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¿La forma en que usted conduce refleja quién es como persona y quiénes somos como sociedad? ¿Puede hacer del mundo un lugar mejor o peor? Si la respuesta es sí, ¿consideraría cambiar su forma de conducir?

El papa Francisco cree que la forma en que manejamos puede marcar una gran diferencia. En su homilía de la víspera de Año Nuevo, habló sobre cómo las personas comunes y corrientes pueden ser "artesanos del bien común" en la forma en que criamos a nuestros hijos, interactuamos con otros y llevamos a cabo nuestra vida cotidiana. Y destacó a los que "se mueven en el tráfico con buen criterio y prudencia" como el tipo de héroes comunes con los que estaba especialmente agradecido.

En ese momento, no solo hablaba como papa, sino también como obispo de Roma, un puesto que va de la mano con su labor como sumo pontífice. Eso puede explicar por qué eligió el comportamiento de los conductores como tema en su homilía: Roma tiene más víctimas mortales por accidentes de tráfico cada año que cualquier otra ciudad europea. Si alguna vez ha estado en Roma o ha visto cómo las personas conducen y el estado general del tráfico allí, probablemente no se sorprenda.

Si ha viajado al exterior, ya sabe que diferentes ciudades tienen diversos estilos de manejo a los que la mayoría de conductores parecen adherirse. He vivido la mayor parte de mi vida en Nueva York, conocida por su agresividad en las pistas y todo lo demás (aunque una investigación de Allstate sugiere que los conductores en Phoenix y Tucson, Arizona son aún más agresivos). Hace tres años me mudé al área de Seattle, que figura entre las ciudades con conductores menos agresivos en EE.UU.

Los conductores de Seattle realmente son más amables. Mi experiencia diaria lo confirma: una vez esperé lo que parecía una eternidad en una rampa de entrada para que el auto que se acercaba pase y yo pueda entrar. Para mi asombro, el auto había en cambio disminuido la velocidad casi hasta detenerse para poder dejarme entrar. Eso nunca hubiera sucedido en Nueva York.

Esa experiencia, y muchas otras similares me llevaron a preguntarme cómo estas normas pasan del enjambre de cabezas de los conductores de una ciudad a cada automovilista encerrado en su vehículo. Definitivamente sucede: mi colega de Inc.com Jessica Stillman, que vive en Chipre pero pasa mucho tiempo en Estados Unidos, dice que cambia inconscientemente entre los dos estilos de conducción muy diferentes.

El columnista del New York Times David Brooks, aludiendo a la homilía del Papa, da su conjetura sobre cómo se comparten las normas de conducción y por qué van más allá de la simple conducción:

"Si aceleras para que no pueda entrar a tu carril, me estás enseñando que la sociedad de por aquí es básicamente competitiva, no cooperativa. Si, por otro lado, mandas un saludo amistoso después de dejarte entrar, me estás enseñando que este es un lugar donde se reconoce un buen gesto y se expresa gratitud".


Este tema de cambiar carriles me parece especialmente relevante porque genera demasiados sentimientos fuertes. La salida 194 de la I-5 es una rampa popular donde muchos conductores educados esperan pacientemente en una línea de movimiento lento para tener la oportunidad de salir de la carretera, mientras que otros se deslizan por el carril vecino y luego se unen cerca de la línea.

Esta resulta ser mi rampa de salida y durante mucho tiempo hice exactamente lo que Brooks describe, siguiendo de cerca al auto delante de mí para que los tramposos que consideran mi tiempo como menos preciado que el suyo no puedan meterse delante de mí.

Dejé de hacer esto luego que mi esposo, que tiende a usar el carril de la izquierda y se une a la cabeza de la fila, me mostró una investigación que dice que es lo correcto. Pero incluso él a veces acecha al auto frente a él para evitar que otros se metan, lo que demuestra que tratar la conducción como un deporte competitivo es lo que a la mayoría de nosotros nos resulta natural.

Me preocupa que el estilo de conducción ultra educado de Seattle pueda cambiar con el tiempo, dada la gran cantidad de personas que llegan de otros lugares y traen sus normas de conducción con ellas. Sería una pena, porque saber que otros conductores en su mayoría no salen a las calles para ganarme el paso me hace sentir mucho más segura manejando aquí que en las zonas rurales de Nueva York, a pesar de que hay mucho más tráfico aquí que allá.

Las diferencias van más allá de la conducción. Los residentes de Seattle son mucho más relajados y mucho más educados que los neoyorquinos. También son más silenciosos, y cuando están frente al volante rara vez hacen sonar las bocinas de sus autos, mientras que en la ciudad de Nueva York, las bocinas de los automóviles son una parte normal del paisaje sonoro.

En otras palabras, Brooks tiene razón en que los estilos de conducción comunican el carácter general de un lugar y, por lo tanto, ayudan a formar ese modo de ser. Lo que significa que cada vez que usted maneje su auto, bien hará que su comunidad sea un lugar mejor y más amigable para vivir, o uno peor y más hostil.