Redacción Gestión

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Louis Mobley, director de IBM Executive School, sostiene la idea de que Einstein no solamente reinventó la física, sino también la relación entre los humanos: su teoría de la relatividad nos convirtió en agentes pensantes, capaces de provocar el mismo nivel de cambio que nos coacciona.

"Para el liderazgo, la revolución de Einstein significa que la antigua y clara diferencia entre líderes y seguidores ya no existe. Esas líneas entre reyes y súbditos, nobles y siervos, jefes y "empleados" desaparecen" dijo August Turak, fundador de la consultora Service and Selflessnees, en un . Con esto, el éxito dependerá de ser un buen seguidor tanto como ser un gran líder. A continuación, Turak presenta once maneras en que los buenos seguidores pueden alcanzar este objetivo.

1. Tener iniciativa. Se acabaron los días en que los jefes decían "¡salten!" y los subordinados respondían "¿a qué altura?". Hoy en día los líderes necesitan desesperadamente colaboradores que les aporten nuevas ideas y no abejas obreras pasivas que esperen recibir órdenes.

2. Crear su propio empleo. Collins da un consejo que sirve de modelo para cualquier empleo. Identificar una meta cuantificable que pueda alcanzarse un tiempo razonable y escribir un plan para alcanzar esa meta junto a reportes semanales de avances. Lo más importante es presentar este plan al jefe antes de que lo pida. Esto demuestra capacidad de auto-liderazgo.

3. Responder al entrenamiento. Collins le enseñó a Turak a no llevar una libreta de notas, sino un papel doblado en cuatro partes que pudiera llevar en el bolsillo de su camisa. Cuando dejó de trabajar para él, abandonó esta práctica. Aunque pareciera que su único objetivo era fingir que esta práctica le era útil, Turak quería demostrar que respondía bien al entrenamiento dado por líderes como Collins.

4. Anticiparse. Hay que mantenerse un paso adelante del jefe. Pregúntese, "si yo fuera el jefe, ¿qué paso tomaría?" Sheri, asistente de ventas de Turak durante su gerencia en MTV, es un buen ejemplo. Comenzó recibiendo la instrucción de Turak, "Sheri, por favor encárgate", para que contestara ciertos e-mails, pero pronto se hizo cargos de ellos sin que él se lo ordenara. Pasó a ser una secretaria a vicepresidenta en poco tiempo.

5. Ser buenos comunicadores. Los grandes colabores se preocupan en comunicar proactivamente sus avances de manera escrita. Si esta comunicación no sucede, su jefe sospechará que tal vez esconde malas noticias. Aparte, recibir información sin tener que pedirla es mucho mejor.

6. Guiarse por metas. Los líderes andan ocupados. La última cosa que quieren hacer es "supervisar". Los grandes líderes razonan al revés: usan metas a futuro para priorizar las actividades del presente. Los malos seguidores razonan al revés: reaccionan a su correo con la vana esperanza de que estar ocupados producirá resultados. Un líder paga a sus colaboradores ni siquiera para que "trabaje duro", sino para plantear metas estratégicas que impactarán positivamente su trabajo.

7. Demostrar, no hablar. Turak está entrenando a un joven estudiante de MBA. En la primera reunión, el consultor estaba tratando de recordar una cita. El joven sacó un folder muy cuidado que contenía todo lo que Turak había escrito alguna vez y ubicó rápidamente aquella cita. "Su preparación demostró un compromiso mucho más convincente que cualquier discurso que pudiera dar", dijo el entrenador.

8. Ganarse la confianza de otros. La primera meta a trazarse en un nuevo empleo es lograr que el jefe se relaje. Mientras más rápido se gana uno esa confianza, menos tiempo pasará el jefe preocupándose por lo que hace. "La confianza está en las promesas y su cumplimiento", dijo Louis Mobley al respecto. Es crítico cumplir con todos los compromisos que adquiere con su jefe, sin importar qué tan triviales sean.

9. Ofrecer soluciones. Cualquier tonto puede convertir sus propios problemas en problemas para su jefe. Los grandes seguidores resuelven problemas. Si es que no pueden, siempre debe ofrecerse una solución al jefe cuando se presente un problema.

10. Ser compasivos. Hay que ser empáticos con la enorme cantidad de estrés al que están sometidos los líderes. Por ejemplo, los jefes pueden esperar mucho tiempo para cambiar o conseguir un nuevo puesto que llenar. Gastan mucho dinero en selección de personal y sufren de insomnio preocupados sobre la contratación que hicieron. Los buenos colaboradores no solo son empáticos con este estrés, sino que tratan de tranquilizar al jefe de que al menos una persona entiende su dolor.

11. Ser leal. Si le sucede que no se siente capaz de respaldar a su jefe incondicionalmente, tal vez sea tiempo de cambiar de trabajo. Aunque haya desacuerdos en privado, los buenos colaboradores presentarán un frente unido hacia afuera una vez que se ha tomado una decisión. Ser leal es sentir que el único momento para pasar por encima del jefe es para comentar a los gerentes sobre el buen trabajo que hace.