Hace 20 años, ingresó al mundo de la diplomacia. Desde entonces, ha cumplido misiones en Turquía, Colombia, Brasil, Angola y, ahora, en el Perú.

“Desde pequeño, sabía que quería ser diplomático. Cuando crecí, cumplí el sueño y estudié Historia y Relaciones Internacionales”, cuenta Raphael Singer, embajador de Israel en nuestro país.

¿Cómo ha sido la transición entre estos cinco países?
Al principio, fue muy fácil porque siempre tuve virtud para otras culturas. Sin embargo, es interesante porque inicialmente cuando entré al ministerio no tenía planeado hacer carrera en América Latina, pues consideraba que podía trabajar en los países de la ex Unión Soviética.

¿Y ahora qué es lo que piensa al respecto?
Ahora estoy muy enamorado de la región, y doy gracias porque gran parte de mi carrera está hecha aquí. La llegada a América Latina hizo que se me abriera un mundo nuevo que no era conocido para mí.

En agosto termina su misión diplomática en el Perú. ¿Tiene alguna conclusión al respecto?
Llevo un año y medio en el país, pero creo que aún no es tiempo de conclusiones. Todavía tengo varias cosas por trabajar aquí.

¿Cómo ha sido su experiencia personal en el país?
La paso muy bien. He disfrutado mucho los viajes que he realizado, sobre todo a provincias. Personalmente, me han fascinado.

¿Qué departamentos ha podido conocer?
Ayacucho, Puno, Cusco y Cajamarca. Considero que estos son lugares mágicos y con una belleza natural única. Y la comida en todo el Perú es otra cosa.

En cuanto a su equipo de trabajo, ¿cómo interactúa con él?
Aquí hay un equipo muy profesional. Algunos tienen una larga experiencia y también hay una generación joven. El intercambio entre ambos es bueno. Además es muy típica la informalidad, la cual quizá no exista en otro tipo de ministerios.

¿Cómo es la rutina en la oficina de un embajador?
Cada día es diferente, pero, básicamente, en mi caso, ver las noticias provenientes de Israel y coordinar las misiones que quieren que ejecutemos.

¿Se trata también de mantener comunicación constante?
Es un intercambio de información y saber qué quiere Jerusalén que hagamos. El día combina muchas cosas: lo político, la cooperación, la economía y la cultura.

¿Cuáles considera que son sus rasgos como líder?
La creatividad. Busco nuevos caminos para hacer las cosas.

¿Piensa que ha conseguido un balance?
Es una buena pregunta, porque un diplomático lo es las 24 horas de los 7 días de la semana. No se trata de un trabajo, sino de una misión.

¿Se considera una persona ligada a la tecnología?
Sí, pero a veces intento ­desconectarme. Por ejemplo, decidí cambiar mi smartphone a un celular convencional para darles menos importancia a las redes sociales y así leer más.

¿Qué libro lee actualmente?
Acabo de terminar una publicación muy interesante. Se llama “El lobo de Cajamarca”, y fue escrito en los años 20 por un autor austriaco-judío. Es un libro pequeño y trata sobre los últimos días de Atahualpa.

¿Se siente cautivado por este tipo de literatura?
Sí. De hecho, estoy leyendo mucho literatura de América Latina, como algunos libros de Mario Vargas Llosa en hebreo. Leo en mi idioma porque es más fácil para mí (risas). Además, considero que uno aprende mucho de la cultura de un país por los libros de historia, pero también por sus novelas.

¿Y tiene alguna actividad física que le guste hacer?
Quisiera hacer más de lo que hago actualmente, pero tengo una hija de dos años de edad, entonces necesito estar pendiente de ella. Sin embargo, a veces, tengo algo de tiempo libre y juego tenis.

¿Qué significa para usted representar a su país?
Es un gran orgullo representar a un país como Israel, que siempre está en el foco internacional. A veces, es un desafío grande.

¿Cuál es el próximo paso que dará en su carrera?
Volver a Israel para asumir un cargo que no sé todavía cuál es y seguir con la carrera diplomática.