De acuerdo a un estudio hecho por la empresa Apple el año pasado, el usuario común de los smartphones usa su celular cerca de 80 veces al día. Eso significa que uno va a revisar su teléfono unas 30 mil veces el año que viene.

Dado que ahora todo está en internet, este aparato puede convertirse en su mejor acompañante, su secretario, confesor y hasta mentor.

En 2015, a través de una encuesta Gallup, más de la mitad de usuarios de iPhone dijeron que no podían imaginar una vida sin este dispositivo. Con tantas aplicaciones y funcionalidades que uno puede encontrar dentro de un Smartphone, se puede entender dicha afirmación en un grupo determinado de usuarios.

Una de las conclusiones a las que llega Nicholas Carr, autor del artículo publicado en el Wall Street Journal, es que, pese a que los smartphones brindan entretenimiento y conveniencia, también alimentan la ansiedad.

“Su extraordinaria utilidad les da una atención por nuestra parte sin precedentes y una vasta influencia sobre nuestros pensamientos y comportamiento”, señala Carr.

Lo que plantea Carr es que el uso de los smartphones no solo moldea nuestros pensamientos sino que, además, mientras pasamos el dedo por la pantalla, los efectos se quedan incluso si no estamos usando los aparatos. A medida que los cerebros se convierten dependientes en la tecnología, nuestro intelecto se debilita, sostiene.

Así, Carr cita múltiples estudios que demuestran que cuando nuestros celulares vibran, brillan o suenan nuestra atención a nuestros deberes se paraliza, nos distraemos y nuestro trabajo se convierte en uno descuidado decidiendo si es que revisamos el celular o no.

En un estudio citado se demostró que cuando el celular hace señas pero no podemos responder, nuestra presión sanguínea aumenta, el pulso se torna más rápido y nuestras habilidades para resolver problemas disminuyen.

El Dr. Adrian Ward, un psicólogo cognitivo y profesor de marketing de la Universidad de Texas, en Austin, dirigió una investigación que demostró que mientras más cerca se hallaba el celular a nosotros, nuestra capacidad intelectual disminuía.

Carr destaca que los estudios que se realizan sobre los estudios previos solo confirman las hipótesis y describe la evidencia de que los teléfonos pueden entrar en nuestras cabezas como inquietante.

Asimismo, señala que las cualidades que nos hacen dependientes de los teléfonos son la conectividad constante a internet, la multitud de aplicaciones, la sensibilidad y la portabilidad.

Por otro lado, otro estudio del 2011 citado y dirigido por Betsy Sparrow, psicóloga de la Universidad de Columbia, concluyó que los usuarios de los smartphones sufren del “efecto Google”.

“Porque los motores de búsqueda son continuamente accesible a nosotros, a menudo podemos estar en un estado de no sentir que necesitamos codificar la información internamente. Cuando lo necesitamos, lo buscaremos”, destaca Carr.

Hace algún tiempo, Einstein afirmó que “no se debe memorizar algo que se puede buscar”.

El Dr. Ward escribió en un artículo para Scientific American del 2013 que cuando los usuarios buscan información en sus smartphones sufren de engaños de inteligencia. Sienten que sus propias capacidades mentales generaron la información.

Así, dicho fenómeno podría dar mayores luces sobre nuestro estado actual: en el que la gente le da crédito rápidamente a las mentiras o medias verdades que circulan en las redes sociales por diversos actores.

“Si tu teléfono ha debilitado tu capacidad de discernimiento, creerás cualquier cosa que se te diga”, afirma Carr.

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