Cuando un comensal del restaurante Fiesta de Miraflores queda fascinado con un mero murique a la brasa y quiere felicitar al chef, es Héctor Solís quien suele recibir las palmas.

Y es que fue él quien levantó este local de la avenida Reducto (además de los de Chiclayo y Trujillo, y La Picantería de Lima y Pimentel) y los dio a conocer al mundo gracias a la peculiaridad de sus recetas y el atento servicio.

Sin embargo, la persona responsable de los platos de este restaurante es otra. La mano derecha de Solís se llama Virginia Najarro, tiene 28 años y asegura no sentirse incómoda porque su nombre pueda pasar desapercibido.

"No me afecta. Yo sé quién es Héctor. Él idealiza y crea todo, sin su esfuerzo y apoyo no podríamos hacer lo que hacemos", comenta.

Camino a la cimaVirginia quería ser chef desde que era niña. "Mi mamá cocina muy bien y yo siempre la ayudaba a preparar algo desde que era pequeña", recuerda. Su familia proviene de Ayacucho, así que entre sus platos fuertes siempre destacó la puca picante y la sopa de trigo.

Así, con la mira en la , al terminar el colegio ingresó a un instituto para aprender más sobre su pasión. Pero para terminar la carrera debía conseguir alguna práctica que la ayude a solventar los gastos de sus estudios. "Tenía 18 años, necesitaba trabajar y una amiga me comentó que en Fiesta recibían practicantes, así que postulé y pude ingresar".

Pero el camino fue duro, pues en Fiesta todos empiezan desde abajo. Pese a sus habilidades en la cocina, Virginia primero trabajó limpiando pisos, lavando platos y cocinas. Y cuenta que nunca se quejó.

"No me molestó hacer nada de eso. Al contrario, siento que me ayudó a conocer y entender qué hace cada persona en el . Sin esa experiencia hoy no sabría cómo manejar esas áreas", indica.

Momento del despegueCuando Virginia tenía 23 años recibió la propuesta con la que tanto soñaba: ser jefa de cocina de Fiesta. Sin pensarlo, la aceptó. Primero asumió el cargo durante un año en Lima, luego dos más en el local de Trujillo, y desde los últimos dos está a cargo del local de Lima, que tiene más de 20 años.

Hoy, Virginia tiene a su cargo a 15 cocineros, con quienes trabaja hombro a hombro durante casi doce horas al día.

De cuando en cuando, Héctor Solís los visita de sorpresa y los motiva. Esa –asegura Najarro– ha sido la clave para trabajar en Fiesta durante una década. "Tengo mucha presión sobre mis hombros, pero hay pasión y convicción. Además, Héctor siempre nos alienta y recuerda cuáles son nuestras habilidades".

En el futuro cercano, Virginia continuará trabajando con Héctor. Pero sueña tener su propio restaurante próximamente. Sería de cocina ayacuchana con insumos y técnicas de la gastronomía del norte del país. Una promesa.