Youssef Balla es un hombre multifacético: se desempeñó como corresponsal periodístico, tradujo algunos cuentos latinos al árabe y se enlistó en la carrera diplomática.

Con un claro dominio del español, cuenta que los marroquíes y los peruanos comparten más de una similitud y que no ha tenido inconvenientes para adaptarse a un nuevo entorno. Eso mientras sirve un tradicional té marroquí y, en un acto de presentación, define sus propiedades: "caliente pero refrescante, ideal para la digestión y reducir la tensión".

¿Con qué oficio se inició?Yo soy periodista, no renegado, pero alejado de la senda del periodismo. Empecé como corresponsal y luego me dediqué a la comunicación institucional en la Liga de Estados Árabes. Cada vez que entro a una sala de redacción aún siento cierta nostalgia (ríe).

¿Cómo se desliga de la actividad periodística?Fue una evolución lógica, como periodista me especialicé en relaciones internacionales y la labor que asumí en la Liga de Estados Árabes estaba ligada a la diplomacia, así fue como empecé.

¿Cómo ha sido el proceso de adaptación?No he tenido inconvenientes, me he sentido como en casa porque encuentro referentes en la gastronomía, la lengua, la arquitectura cuando voy por el centro de Lima, en el dinamismo cultural, hasta en la fisionomía de la gente.

¿Las escuelas marroquíes también imparten el español?En Marruecos somos seis millones de hispanoparlantes, el español es un idioma arraigado, varios medios de comunicación públicos emiten noticias en español y en las universidades hay un departamento de estudios hispánicos. Dentro de nuestro sistema escolar el español es una lengua obligatoria, junto al inglés, francés y árabe.

¿Supone una exigencia mayor?Es algo que ya está asimilado, pero además va acorde con la mentalidad de una sociedad abierta, tolerante, dialogante. Nuestro país está en una posición estratégica, entre Europa, África y frente al Atlántico. Es una encrucijada de civilizaciones, culturas.

¿Encuentra también similitudes de sabores entre la gastronomía marroquí y la peruana?Sí, encuentro muchos referentes difuminados, quizá por esa tendencia de mezclar sabores dulces con agrios.

¿Algún platillo en especial?Como casi todo extranjero, el cebiche, tanto así que al inicio lo comía todos los días hasta que terminé medio saturado (risas).

¿Es un poco complicado encontrar insumos típicos marroquíes?Sí, sobre todo para el cuscús, que es el plato nacional. A veces se encuentran algunos (insumos) pero difícilmente.

¿Cómo alcanza el balance entre lo profesional y personal?Para mí la familia es esencial, y como suelo dedicarle muchas horas al trabajo, también debo compensar ese tiempo de ausencia, sobre todo porque estamos en un país lejano, y los niños son los que más pueden sufrir ese desarraigo.

¿Son quienes perciben más el cambio?Los hijos de los diplomáticos son víctimas de nuestra profesión, son como nómadas, porque cuando ya se acostumbran a un país, les decimos "nos vamos", y se alejan de sus amistades, etcétera. Hay que cuidar ese lado, darles atención, mucho cariño, es difícil para ellos, aunque a la larga salen ganando, porque luego son personas con apertura mental.

¿Qué actividades practica para salir de la rutina?El running y el pilates. Pero la carrera diplomática no es rutinaria, sino apasionante, tienes el honor de representar a tu país y darte la oportunidad de enriquecer conocimientos. Hay valor añadido.

¿Ha tenido ya la oportunidad de revisar literatura peruana?No solo eso, sino que he escrito sobre literatura peruana y traducido algunos textos. El traductor es también 'traditore' (traidor, en italiano) porque siempre logra introducir algún ingrediente suyo. La traducción es una recreación literaria, el segundo nacimiento del texto.

¿Qué exponentes peruanos se le vienen a la mente?Mario Vargas Llosa, César Vallejo, Blanca Varela. En pintura Fernando de Szyszlo y Carlos Revilla. Mi sueño es hacer una exposición de pintura peruana en Marruecos. Como marroquí abierto al mundo siempre me ha gustado la creación latinoamericana. Pero en sentido inverso creo que Marruecos atrae curiosidad, pero falta conocimiento y tenemos que trabajar en ello.