La omnipresencia del FMI en la vida económica argentina es indiscutible: de los 65 años de relación con el organismo, en más de la mitad el país ha estado bajo los parámetros de un programa con el organismo. (Foto: EFE)
La omnipresencia del FMI en la vida económica argentina es indiscutible: de los 65 años de relación con el organismo, en más de la mitad el país ha estado bajo los parámetros de un programa con el organismo. (Foto: EFE)

Argentina, el mayor deudor del Fondo Monetario Internacional (FMI), busca un nuevo acuerdo con el organismo financiero, arrastrando a cuestas un historial de programas fallidos que protagonizaron buena parte el accidentado devenir de la segunda mayor economía sudamericana durante las últimas seis décadas.

El FMI, que este martes cumple 75 años desde el inicio de sus operaciones, sumó a Argentina como socio el 20 de setiembre de 1956 y en 1958 le concedió su primer préstamo

Desde entonces, Argentina ha firmado 21 programas con el FMI, según consta en los registros del propio organismo, aunque otras fuentes contabilizan 28 si se incluyen en la lista los acuerdos de facilidades financieras compensatorias.

La omnipresencia del FMI en la vida económica argentina es indiscutible: de los 65 años de relación con el organismo, en más de la mitad el país ha estado bajo los parámetros de un programa con el organismo.

“En promedio, cada dos años y medio Argentina recurre al FMI desde que existe relación entre ambos. Es un dato anecdótico pero que, a su vez, demuestra el grado de dependencia de Argentina con el Fondo”, dijo el economista Mariano De Rosa, creador y director ejecutivo del portal Más Inversiones.

Según el experto, esta dependencia se origina en los problemas crónicos de Argentina para financiar su gasto público: con administraciones deficientes, incapacidad para aumentar las exportaciones, falta de acceso a los mercados internacionales y fuga de capitales, el país termina golpeando a las puertas del FMI una y otra vez en busca de auxilio financiero.

“Argentina tiene una patología: recurrir permanentemente al déficit fiscal e ir a buscar recursos al sector externo”, observó De Rosa.

Complicado historial

La relación entre Argentina y el FMI ha sido casi de “amor y odio” en todos estos años. Hubo momentos de tensión y otros, como en los neoliberales años de 1990, en los que Argentina era un “buen ejemplo” para el FMI de las políticas de apertura económica que recomendaba el organismo.

El rol del FMI en la descomunal crisis argentina del 2001 es aún muy cuestionado en el país, en particular en los sectores afines al fallecido expresidente Néstor Kirchner (2003-2007), quien en el 2006 canceló en un solo pago toda la deuda con el FMI, por US$ 9,500 millones, para ganar “grados de libertad para la toma de decisiones”.

Argentina estuvo desde entonces libre de las revisiones anuales de su economía por parte del FMI, hasta que en el 2018, en medio de fuertes tensiones financieras, volvió a recurrir al organismo para préstamos récord por US$ 56,300 millones, de los cuales se desembolsaron unos US$ 44,500 millones.

El acuerdo firmado con el entonces presidente Mauricio Macri (2015-2019) fracasó en sus objetivos, y Argentina, sumida en severa recesión desde el 2018, solicitó en el 2020, ya bajo el Gobierno de Alberto Fernández, negociar un nuevo programa ante la incapacidad para afrontar la devolución entre el 2022 y 2024 de los astronómicos préstamos concedidos por el organismo.

Escepticismo

Con este historial, los argentinos se han acostumbrado a las permanentes negociaciones con el FMI para acuerdos cuyas metas difícilmente se han cumplido y que muchas veces han incluido condiciones que, para gran parte de la población, han sido sinónimo de imposiciones de “ajuste salvaje”.

De acuerdo con un reciente sondeo de la consultora Clivajes, un 61.3% de los argentinos está a favor de un nuevo acuerdo con el FMI, pero con expectativas más que pobres: un 30.3% cree que la situación económica empeorará y un 26.4% no espera cambios en el complejo escenario económico argentino a partir de la firma de un nuevo pacto.

“No hay expectativas de que haya una mejora sustancial en la situación económica a partir del acuerdo. Si bien muchos ven que no queda más remedio que acordar, no se cree que eso genere un cambio y por eso se ve con tanto escepticismo”, dijo Esteban Regueira, director Clivajes Consultores.

Además, según el sondeo, tres de cada diez argentinos muestran preocupación sobre cómo el Gobierno hará para cumplir las metas de reducción del déficit fiscal acordadas con el FMI sin aplicar un ajuste.

“Hay una porción de la población que da por sentado que va a haber un ajuste. Hay una desconfianza por la experiencia que tuvimos en Argentina, sobre todo a finales de la década de 1990, con los acuerdos con el FMI porque no fueron fructíferos, han profundizado las crisis y porque implican un ajuste para el cual no estamos preparados”, añadió Regueira.