(Foto: USI)
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CRISIS POLÍTICA. De los 94 minutos que duró el discurso presidencial del 28 de julio, sin duda los últimos minutos fueron los que están hoy en la mente de todos los peruanos, por la repercusión que generaron.

El presidente Martín Vizcarra ha buscado sustentar su planteamiento de reducir el periodo presidencial y congresal al 2020, entre otras razones, en el “clamor ciudadano”, y aunque puede ser muy efectista, lo cierto es que es el mismo argumento –aunque en contextos diferentes– con el que el fujimorismo durante años justificó el cierre del Congreso el 5 de abril de 1992.

Sin embargo, lo planteado por el mandatario (con perdón de Gabriel García Márquez), es la crónica de una muerte anunciada. Lo vivido en materia política en el país en los últimos tres años fue un enfrentamiento permanente.

La conflictividad entre el Ejecutivo y el Legislativo –con responsabilidad de ambas partes– impregnó cada decisión, a tal punto que ni en la agenda del Congreso ni en la del Gobierno parecía haber temas más importantes, lo que llevó al deterioro de la gobernabilidad. Pero es justo también resaltar que fue el Parlamento, en manos de Fuerza Popular, el que fue más pugnaz en afectar la gobernabilidad. Si bien ambas partes buscarán minimizar su responsabilidad, lo concreto es que ya no hay vuelta atrás. Pensar en que tanto Vizcarra como el actual Parlamento pueden continuar sus funciones hasta el 2021 es imposible. Ahora lo importante para la población en general y para los agentes económicos es cómo hacer para que la solución se consiga en el más breve plazo y con la menor incertidumbre.

Si bien el ministro de Economía sostiene que se están sobredimensionando los riesgos, lo recomendable es que haya una respuesta rápida, dentro del marco constitucional a la crisis generada. El planteamiento del presidente (aunque aún no se conozca el proyecto) implicaría que, al igual que en el 2000, se ajusten los periodos de convocatoria a elecciones y otros plazos relacionados a través de disposiciones transitorias ad hoc, pero igual tomará tiempo viabilizar un referéndum. Otro camino, más breve y que empujan algunas bancadas, es que el presidente Vizcarra como la vicepresidenta Mercedes Aráoz renuncien y el Congreso limite su mandato, convocando a elecciones generales.

Cualquiera de estas salidas requiere un mínimo de consenso, que implica disminuir la conflictividad y que por ahora no ha desaparecido y más bien muchos la azuzan, cuyo efecto solo beneficiaría a los radicales de izquierda y de derecha.